Jorge Zepeda Patterson
Como en el futbol, lo único que uno espera en un debate es que el asunto no termine en un cero a cero anodino y aburrido. No sé si en los dos encuentros programados para esta noche (debate presidencial y juego Morelia-Tigres) vayamos a tener goles. Ojalá, en beneficio de los espectadores.
Josefina Vázquez Mota y Andrés Manuel López Obrador están urgidos de puntos, por lo cual saldrán con un planteamiento táctico sumamente agresivo. Intentarán convertir el encuentro en un partido de 6 puntos: derrotar a Peña Nieto y quedarse con el triunfo. Ambos saben que, a dos meses de la final, es la última oportunidad real para descontar parte de la ventaja que lleva el puntero. Es ahora o nunca.
El problema con una alineación muy ofensiva es que suele poner en riesgo a la propia portería. El que ataca con muchos elementos y la mayor parte del tiempo con frecuencia queda en mala posición cuando el rival emprende contragolpes esporádicos, lo cual seguramente hará Peña.
Para AMLO la clave está en atacar, hacer ver mal al rival, pero sin salir demasiado golpeado. Su república amorosa y el candidato del perdón no son muy compatibles con el expositor implacable y crítico que necesita ser esta noche. Saldrá a evidenciar la corrupción priísta y la ineficiencia panista. Pero si no lo hace con cuidado y solvencia, sus dos rivales le endilgarán la etiqueta de rijoso y resentido, con lo cual retrocederá en el terreno ganado frente al electorado del centro ideológico. En otras palabras, es a mi juicio, el más vulnerable ante un contraataque rápido y fulminante. Peña Nieto no tiene que dedicar mucho tiempo a defenderse o cuestionar al perredista. Basta con esperar una oportunidad para soltarle la etiqueta de pendenciero y enemigo de las instituciones.
Por lo demás, el tabasqueño tiene un doble propósito. Golpear a Peña Nieto, desde luego, pero también a Josefina Vázquez Mota, para desplazarla definitivamente del segundo lugar. Este doble frente le obligará a dedicar más tiempo a la ofensiva y le restará espacio a sus propias propuestas.
Por su parte, Josefina tratará de deshacerse rápidamente de López Obrador con algún apelativo variante del “peligro para México”, para concentrarse en Peña Nieto. Se asegura que han reservado materiales nuevos sobre corrupción priísta que se darían a conocer esta noche. Habrá que ver cuán efectivamente novedosos e impactantes resultan. Pero no lo tienen fácil. Primero, porque las reglas del debate impiden mostrar tarjetas, fotos, gráficas o fotocopias de cheques o convenios espurios, cuya imagen podría haber resultado impactante para el televidente. Segundo, porque han desgastado tanto los adjetivos sobre el candidato priísta, que la llamada “campaña de contraste” ha dejado de producir beneficios. Insistir en que es mentiroso, incumplidor o deshonesto, como lo han hecho desde hace semanas, no parece ser la mejor de las estrategias a juzgar por el impacto en las encuestas. En todo caso, lo que verdaderamente no deberían hacer es asustarnos con un posible pacto con el narco en caso de que el PRI llegue a la Presidencia. Le estarían consiguiendo votos al propio Peña Nieto. Y es que buena parte de la población quisiera que hubiese ese pacto, aun cuando pocos se atrevan a exigirlo públicamente.
Enrique Peña Nieto lo tiene más fácil. Llevará preparadas dos o tres jugadas a balón parado y las ejecutará en el debido momento: un par de etiquetas a López Obrador y dos o tres referencias al mal gobierno de Calderón. El resto del tiempo jugará simplemente a “parecer” presidenciable. Justo el papel que desempeñó Eruviel Ávila en el debate del Edomex. “Como presidente haré esto y lo otro”, será su cantaleta. Pero puede ser una imagen bastante efectiva. En la medida en que sus dos rivales dediquen buena parte de su tiempo a la crítica, eso le permitirá a Peña Nieto mostrarse como una figura por encima de las divisiones y los intereses puntuales; como un soberano dispuesto a gobernar para todos. Probablemente no gane el debate, pero jugará a terminar en ceros, e incluso una derrota de 1-0, de tal manera que su ventaja quede intocada.
Lo que me gustaría ver y probablemente no veremos es: una propuesta realista de López Obrador sobre las finanzas públicas, más allá de su llamado a la austeridad; un deslinde de Josefina de las políticas calderonistas, qué mantendría y qué cambiaría; un pronunciamiento de Peña Nieto sobre monopolios y poderes factuales. En suma, no es un Barcelona-Real Madrid lo que veremos esta noche. Sólo espero que sea mejor que un Tigres-Morelia.
Como en el futbol, lo único que uno espera en un debate es que el asunto no termine en un cero a cero anodino y aburrido. No sé si en los dos encuentros programados para esta noche (debate presidencial y juego Morelia-Tigres) vayamos a tener goles. Ojalá, en beneficio de los espectadores.
Josefina Vázquez Mota y Andrés Manuel López Obrador están urgidos de puntos, por lo cual saldrán con un planteamiento táctico sumamente agresivo. Intentarán convertir el encuentro en un partido de 6 puntos: derrotar a Peña Nieto y quedarse con el triunfo. Ambos saben que, a dos meses de la final, es la última oportunidad real para descontar parte de la ventaja que lleva el puntero. Es ahora o nunca.
El problema con una alineación muy ofensiva es que suele poner en riesgo a la propia portería. El que ataca con muchos elementos y la mayor parte del tiempo con frecuencia queda en mala posición cuando el rival emprende contragolpes esporádicos, lo cual seguramente hará Peña.
Para AMLO la clave está en atacar, hacer ver mal al rival, pero sin salir demasiado golpeado. Su república amorosa y el candidato del perdón no son muy compatibles con el expositor implacable y crítico que necesita ser esta noche. Saldrá a evidenciar la corrupción priísta y la ineficiencia panista. Pero si no lo hace con cuidado y solvencia, sus dos rivales le endilgarán la etiqueta de rijoso y resentido, con lo cual retrocederá en el terreno ganado frente al electorado del centro ideológico. En otras palabras, es a mi juicio, el más vulnerable ante un contraataque rápido y fulminante. Peña Nieto no tiene que dedicar mucho tiempo a defenderse o cuestionar al perredista. Basta con esperar una oportunidad para soltarle la etiqueta de pendenciero y enemigo de las instituciones.
Por lo demás, el tabasqueño tiene un doble propósito. Golpear a Peña Nieto, desde luego, pero también a Josefina Vázquez Mota, para desplazarla definitivamente del segundo lugar. Este doble frente le obligará a dedicar más tiempo a la ofensiva y le restará espacio a sus propias propuestas.
Por su parte, Josefina tratará de deshacerse rápidamente de López Obrador con algún apelativo variante del “peligro para México”, para concentrarse en Peña Nieto. Se asegura que han reservado materiales nuevos sobre corrupción priísta que se darían a conocer esta noche. Habrá que ver cuán efectivamente novedosos e impactantes resultan. Pero no lo tienen fácil. Primero, porque las reglas del debate impiden mostrar tarjetas, fotos, gráficas o fotocopias de cheques o convenios espurios, cuya imagen podría haber resultado impactante para el televidente. Segundo, porque han desgastado tanto los adjetivos sobre el candidato priísta, que la llamada “campaña de contraste” ha dejado de producir beneficios. Insistir en que es mentiroso, incumplidor o deshonesto, como lo han hecho desde hace semanas, no parece ser la mejor de las estrategias a juzgar por el impacto en las encuestas. En todo caso, lo que verdaderamente no deberían hacer es asustarnos con un posible pacto con el narco en caso de que el PRI llegue a la Presidencia. Le estarían consiguiendo votos al propio Peña Nieto. Y es que buena parte de la población quisiera que hubiese ese pacto, aun cuando pocos se atrevan a exigirlo públicamente.
Enrique Peña Nieto lo tiene más fácil. Llevará preparadas dos o tres jugadas a balón parado y las ejecutará en el debido momento: un par de etiquetas a López Obrador y dos o tres referencias al mal gobierno de Calderón. El resto del tiempo jugará simplemente a “parecer” presidenciable. Justo el papel que desempeñó Eruviel Ávila en el debate del Edomex. “Como presidente haré esto y lo otro”, será su cantaleta. Pero puede ser una imagen bastante efectiva. En la medida en que sus dos rivales dediquen buena parte de su tiempo a la crítica, eso le permitirá a Peña Nieto mostrarse como una figura por encima de las divisiones y los intereses puntuales; como un soberano dispuesto a gobernar para todos. Probablemente no gane el debate, pero jugará a terminar en ceros, e incluso una derrota de 1-0, de tal manera que su ventaja quede intocada.
Lo que me gustaría ver y probablemente no veremos es: una propuesta realista de López Obrador sobre las finanzas públicas, más allá de su llamado a la austeridad; un deslinde de Josefina de las políticas calderonistas, qué mantendría y qué cambiaría; un pronunciamiento de Peña Nieto sobre monopolios y poderes factuales. En suma, no es un Barcelona-Real Madrid lo que veremos esta noche. Sólo espero que sea mejor que un Tigres-Morelia.
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