Jesusa Cervantes / Apro
Temeroso, con la sonrisa congelada e intentando fingir una tranquilidad que su rostro no denotaba, el aspirante presidencial del PRI-PVEM, Enrique Peña Nieto, salió –entre gritos de “¡la Ibero no te quiere, la Ibero no te quiere!”– por la puerta trasera de las instalaciones de la Universidad Iberoamericana.
Después de posponer en dos ocasiones su encuentro con los estudiantes, en el marco del foro Buen Ciudadano Ibero, Peña Nieto finalmente acudió a este centro de estudios, donde en principio fue tratado con respeto por los jóvenes universitarios.
Sin embargo, en la ronda de preguntas, los jóvenes no dejaron de reclamarle, en ningún momento, por los muertos de San Salvador Atenco, las vejaciones y violaciones contra una veintena de mujeres ocurridas en aquella represión policiaca, así como su alianza política con Carlos Salinas de Gortari o la corrupción en el Estado de México.
Los chavos de la Ibero, quienes días antes despidieran a Andrés Manuel López Obrador entre vítores y gritos de “¡Presidente, Presidente!”, se prepararon desde un día antes para no dejar pasar la ocasión y poder expresar su repudio a Peña Neto.
Es más, persiguieron al priista desde su escabullida del auditorio “José Sánchez Villaseñor” hasta su camioneta.
Desesperado, en su búsqueda de una salida que lo llevara hasta su vehículo, Peña Nieto apretó el paso, entró al edificio de Arquitectura pero, tras de sí, iba una larga estela de jóvenes que no dejaban de gritarle “¡Asesino, asesino!”
Los estudiantes acorralaron al exgobernador mexiquense hasta que éste pudo llegar al complejo de los edificios “P” y “Q”, donde se ubica Radio Ibero.
La persecución lo llevó a los extremos y, en un intento desesperado por librarse de los inconformes, Peña Nieto se refugió por cerca de 10 minutos en el baño de varones.
El nerviosismo lo guió primero al sanitario de mujeres pero, al momento de abrir la puerta, uno de sus guardias le aclaró su equívoco y luego le franqueó el acceso a la puerta correcta.
Atenco, el detonador
Entre el repudio y la bienvenida, Peña Nieto llegó a la Universidad Iberoamericana cerca de las 10 horas; venía de salir ileso de una esperada entrevista radiofónica con la periodista Carmen Aristegui.
De inmediato, el candidato presidencial se dio cuenta del ambiente hostil con que era recibido; en primer lugar, la entrada principal estaba bloqueada por un nutrido grupo de señoras que buscaban exponerle que desde 1985 les habían quitado sus tierras en Cuajimalpa para edificar grandes consorcios y zonas departamentales.
El primer escollo lo libró de manera fácil, pues el personal de la universidad le abrió la puerta número 9 para que entrara, sin embargo, al momento de pasar por un costado de la explanada que lo llevaría al auditorio, –y por donde pasó antes López Obrador y hará lo propio el 4 de junio Josefina Vázquez Mota, candidata del PAN–, el priista fue recibido con gritos de “¡Fuera, fuera, fuera!”, a la par de “¡Peña, Peña, Peña!”, que lanzaban jóvenes egresados de la institución.
Engallado, Peña Nieto dijo que en lugar de utilizar sus 40 minutos para exponer sus ideas, haría uso de sólo 20 y poder así dar más tiempo a sesión de preguntas.
Tenía ante sí un auditorio repleto de estudiantes, una buena parte del cual fue copado por jóvenes que portaban una camisa roja, lo que los identificaba como afines al candidato presidencial.
Desde las 7:30 horas los muchachos se formaron para ingresar al auditorio; pasadas las 8:45, arribó al lugar parte del equipo de Peña Nieto, quienes repartieron “un peluquín tipo copete” de hule suave para que quienes desearan se lo colocaran en señal de apoyo al candidato priista.
Pero no sólo eso, estudiantes de la carrera de Diseño Industrial narraron cómo “uno señor de traje gris –que luego identificaron en los videos que tomaron– les ofreció 250 pesos a cambio de que no hicieran preguntas incómodas”.
“Otro sujeto que estaba junto al señor de gris, le decía lo sorprendido que estaba porque AMLO jaló más gente. Y el otro le respondía: ‘No puede ser’. Luego daba órdenes para que verificara quiénes traían pancartas y trataran de mantenerlos tranquilos”, narró una estudiante de Diseño Industrial.
Pero nadie aceptó los 250 pesos, pues aunque al inicio las preguntas no fueron incómodas, las realizaron de tal manera que evidenciaron parte de la ignorancia de Enrique Peña Nieto.
Por ejemplo, un joven preguntó: “¿Qué hará con la pobreza, los indígenas y las ‘anomias’? Peña Nieto inclinó un poco su cabeza en señal de desconocimiento, por lo que el joven, quien ya se había alejado del micrófono, regresó al lugar para explicarle que es la población que vive entre una comunidad y otra y carece de identidad, documentos y artículos de bienestar social, “por lo que muchas veces son utilizados para la trata de personas”.
La reacción del mexiquense detonó que desde las butacas surgiera un grito: “Pásenle un ‘tumbaburros’”.
Pero los jóvenes, finos en su estrategia, explicarían más tarde que el término también se refiere cuando una persona tiene trastornos de lenguaje que le impiden llamar a las cosas por su nombre.
Otro de ellos preguntó: “¿Cuál considera que es el motivo por el cual las encuestas formales lo ponen arriba y las informales abajo?”
Peña Nieto no respondió claramente, se salió por la tangente al decir que la metodología de las que lo ubican por encima de sus contrincantes “es conocida y está claramente probada”.
Una interrogante más fue por qué se vendía como un producto. Y mientras él evadía las respuestas, afuera del auditorio decenas de jóvenes que seguían la transmisión por una pantalla gigante gritaban:
“¡No queremos producto chatarra!”. No obstante, hasta ese momento los gritos no pasaban de “¡Fuera, fuera, fuera!” o la exhibición de cartulinas, en las que se advertía: “Soy prole pero tengo memoria”.
Más aún, en el interior del auditorio un joven de cabello crespo mostró una cartulina verde en la que se leía “Te odio”.
Y pareciera que esta fue la señal para que las consignas contra Peña Nieto en las afueras del auditorio se hicieran más rudas. En ese momento, mostraron una cartulina que, por su color, se distinguía de las demás, y en ella se leía: “AMLO”, con una m en forma de corazón:
“¡No queremos a un títere!” “¡Atenco no se olvida!” “¡La Ibero no vota EPN!”
A la par, las consignas fueron subiendo de tono: “¡Asesino, asesino!”, mientras otro grupo de jóvenes portaban pequeñas pancartas maquiladas en rojo, en las que se advertía: “Contigo hasta Los Pinos”, al tiempo que coreaban “¡Peña, Peña, Peña!”.
Sin embargo, la fuerza de sus voces era insuficiente ante la potencia de los gritos en contra del exmandatario del Estado de México.
El capitán Gustavo Cuevas, jefe de guardias del priista y que en todo momento se mantiene al lado del candidato, salió del auditorio para hablar con el resto de los guardaespaldas; el equipo comenzó entonces a evaluar la conveniencia o no de salir por el acceso principal del plantel.
En tanto, la diputada y coordinadora nacional de la Relación con la Sociedad Civil, Carolina Viggiano, esposa del gobernador de Coahuila, Rubén Moreira, reclamaba a los estudiantes el trato hacia su candidato.
“Nosotros somos los invitados, lo único que quiero es que lo traten con respeto, y un solo simpatizante no puede venir a imprimir un sello negativo a esta universidad tan prestigiada”, alegó.
El comentario venía a colación porque un estudiante en particular era quien parecía dirigir los gritos de rechazo a Peña Nieto.
Surgida del grupo de activistas de Peña Nieto, una de las jóvenes aseguraba a los reporteros: “Pero si hay mucha gente que no es de la Ibero”. “¿Cómo quiénes?, muéstrelos. Pero no pudo.
Para ese momento los chicos Ibero sacaron una manta blanca, con letras negras y algunas pinceladas de rojo: “Atenco somos todos!”.
En el interior, los jóvenes reclamaban a Peña Nieto el que no estuviera “siendo claro en sus propuestas” o, perdón, pero “esa no fue la pregunta”.
Afuera, los jóvenes empezaron a sacar máscaras de papel con el rostro de Carlos Salinas y se las sobreponían en sus caras; adentro, cuestionaban a Peña Nieto si el modelo económico que impondría, de ganar, sería el mismo que el del expresidente (1988-1994), que inició con 50 millones de pobres extremos. O, por ejemplo, ¿qué se debe hacer con la corrupción en Coahuila?
Y una más, de llegar a la máxima posición de la administración federal, “¿qué garantía nos da de que no dejará un país como en el Edomex, con un primer lugar en delitos, homicidios, feminicidios y dos millones de pobres?”
Hasta aquí, Peña Nieto había podido sortear sin mayores complicaciones los cuestionamientos, sin embargo, cuando respondió que el caso Atenco fue una acción asumida para conservar el orden público, además de asegurar que se consignó a quienes violaron los derechos humanos, provocó una reacción inesperada entre quienes se encontraban fuera del auditorio, que para ese momento colmaban la plaza, escaleras y puentes entre edificio y edifico.
“¡Asesino, asesino, asesino!”, “¡Peña asesino! ¡Peña, asesino!”, fue el grito que se volvió uno solo.
De esta manera el priista concluyó así su participación, sin embargo, decidió no enfrentar a los estudiantes que afuera ya lo esperaban impacientes para gritarle en su cara: “¡La Ibero no te quiere!”.
El candidato presidencial, quien dice que lo mejor es hablar de manera directa con la gente, decidió salirse por una de las puertas laterales del auditorio, utilizada sólo por el rector de la Iberoamericana.
En una maniobra de distracción, varios reporteros que cubren la campaña de Peña Nieto se dirigieron al lado opuesto del auditorio, por lo que fueron seguidos por los estudiantes, bajo la creencia de que ahí encontrarían al priista.
Y las mujeres universitarias parecían las más ofendidas por la respuesta de Peña Nieto sobre el caso Atenco y, por lo mismo, empezaron a gritarle, “¡Cobarde, cobarde!”, “Sólo las ratas se van por las alcantarillas”.
Entonces Peña Nieto apareció en medio de la explanada y los jóvenes, al verlo, se fueron sobre él, por lo que el candidato corrió junto con sus guardaespaldas y el capitán Cuevas, quienes iban protegiéndolo.
El compacto grupo entró al edificio de Arquitectura, tomó el elevador y llegó hasta el departamento de Diseño Ambiental; ahí los guardias metieron al priista en el último cubículo, donde permaneció por unos 20 minutos.
“Luego salió de ahí, yo lo vi, tenía la cara como de espantado. Miró a toda la gente que lo esperaba abajo y en las escaleras; entonces se metió al baño de mujeres, pero uno de los que venía con él lo jaló y le abrió la puerta de hombres.
“Ahí estuvo encerrado como otros 10 minutos y, cuando salió, lo vi y le grite: ‘¡La Ibero no te quiere’!”, narró un joven estudiante de la escuela de Diseño.
En medio de las escaleras, Peña Nieto y todo su equipo de seguridad exclamaron: “No podemos salir, nos vamos a mantener un poco aquí”, narró uno de los estudiantes que cerca del grupo.
En ese momento el equipo de seguridad ideó un plan para escabullirse y evitar a los jóvenes: cerca de seis guardaespaldas corrieron a las escaleras simulando que ahí iba el candidato, se dirigieron hasta el sótano y ello provocó que decenas de estudiantes se fueran tras ellos.
Peña Nieto aprovechó la distracción y se fue del lado opuesto, pasó por el café Capelti, se dio tiempo de saludar brevemente a una guapa joven de vestido amarrillo y sandalias naranja.
La mujer contó después: “¿Cómo ves? Todavía me saludó y me dijo, ‘Adiós señorita’, pero iba con la cara descompuesta”.
Sin embargo, al salir del café, de nueva cuenta el priista se encontró con más estudiantes que no dejaron de seguirlo hasta su camioneta; iba ya literalmente corriendo, al tiempo que los jóvenes le gritaban “¡Cobarde, cobarde! ¡Asesino, asesino!”
Atrás, en el suelo, quedaba una de las improvisadas cartulinas: “No somos militantes, tampoco simpatizantes, somos estudiantes, no comerciales”.
La corretiza a Peña Nieto y el tiempo que invirtió para escabullirse le impidió llegar a su siguiente evento, programado en el club de industriales en la zona de Polanco, y mejor se fue a evaluar su participación en la Ibero, donde llegó engallado y debió al final salir por la puerta de atrás…
Temeroso, con la sonrisa congelada e intentando fingir una tranquilidad que su rostro no denotaba, el aspirante presidencial del PRI-PVEM, Enrique Peña Nieto, salió –entre gritos de “¡la Ibero no te quiere, la Ibero no te quiere!”– por la puerta trasera de las instalaciones de la Universidad Iberoamericana.
Después de posponer en dos ocasiones su encuentro con los estudiantes, en el marco del foro Buen Ciudadano Ibero, Peña Nieto finalmente acudió a este centro de estudios, donde en principio fue tratado con respeto por los jóvenes universitarios.
Sin embargo, en la ronda de preguntas, los jóvenes no dejaron de reclamarle, en ningún momento, por los muertos de San Salvador Atenco, las vejaciones y violaciones contra una veintena de mujeres ocurridas en aquella represión policiaca, así como su alianza política con Carlos Salinas de Gortari o la corrupción en el Estado de México.
Los chavos de la Ibero, quienes días antes despidieran a Andrés Manuel López Obrador entre vítores y gritos de “¡Presidente, Presidente!”, se prepararon desde un día antes para no dejar pasar la ocasión y poder expresar su repudio a Peña Neto.
Es más, persiguieron al priista desde su escabullida del auditorio “José Sánchez Villaseñor” hasta su camioneta.
Desesperado, en su búsqueda de una salida que lo llevara hasta su vehículo, Peña Nieto apretó el paso, entró al edificio de Arquitectura pero, tras de sí, iba una larga estela de jóvenes que no dejaban de gritarle “¡Asesino, asesino!”
Los estudiantes acorralaron al exgobernador mexiquense hasta que éste pudo llegar al complejo de los edificios “P” y “Q”, donde se ubica Radio Ibero.
La persecución lo llevó a los extremos y, en un intento desesperado por librarse de los inconformes, Peña Nieto se refugió por cerca de 10 minutos en el baño de varones.
El nerviosismo lo guió primero al sanitario de mujeres pero, al momento de abrir la puerta, uno de sus guardias le aclaró su equívoco y luego le franqueó el acceso a la puerta correcta.
Atenco, el detonador
Entre el repudio y la bienvenida, Peña Nieto llegó a la Universidad Iberoamericana cerca de las 10 horas; venía de salir ileso de una esperada entrevista radiofónica con la periodista Carmen Aristegui.
De inmediato, el candidato presidencial se dio cuenta del ambiente hostil con que era recibido; en primer lugar, la entrada principal estaba bloqueada por un nutrido grupo de señoras que buscaban exponerle que desde 1985 les habían quitado sus tierras en Cuajimalpa para edificar grandes consorcios y zonas departamentales.
El primer escollo lo libró de manera fácil, pues el personal de la universidad le abrió la puerta número 9 para que entrara, sin embargo, al momento de pasar por un costado de la explanada que lo llevaría al auditorio, –y por donde pasó antes López Obrador y hará lo propio el 4 de junio Josefina Vázquez Mota, candidata del PAN–, el priista fue recibido con gritos de “¡Fuera, fuera, fuera!”, a la par de “¡Peña, Peña, Peña!”, que lanzaban jóvenes egresados de la institución.
Engallado, Peña Nieto dijo que en lugar de utilizar sus 40 minutos para exponer sus ideas, haría uso de sólo 20 y poder así dar más tiempo a sesión de preguntas.
Tenía ante sí un auditorio repleto de estudiantes, una buena parte del cual fue copado por jóvenes que portaban una camisa roja, lo que los identificaba como afines al candidato presidencial.
Desde las 7:30 horas los muchachos se formaron para ingresar al auditorio; pasadas las 8:45, arribó al lugar parte del equipo de Peña Nieto, quienes repartieron “un peluquín tipo copete” de hule suave para que quienes desearan se lo colocaran en señal de apoyo al candidato priista.
Pero no sólo eso, estudiantes de la carrera de Diseño Industrial narraron cómo “uno señor de traje gris –que luego identificaron en los videos que tomaron– les ofreció 250 pesos a cambio de que no hicieran preguntas incómodas”.
“Otro sujeto que estaba junto al señor de gris, le decía lo sorprendido que estaba porque AMLO jaló más gente. Y el otro le respondía: ‘No puede ser’. Luego daba órdenes para que verificara quiénes traían pancartas y trataran de mantenerlos tranquilos”, narró una estudiante de Diseño Industrial.
Pero nadie aceptó los 250 pesos, pues aunque al inicio las preguntas no fueron incómodas, las realizaron de tal manera que evidenciaron parte de la ignorancia de Enrique Peña Nieto.
Por ejemplo, un joven preguntó: “¿Qué hará con la pobreza, los indígenas y las ‘anomias’? Peña Nieto inclinó un poco su cabeza en señal de desconocimiento, por lo que el joven, quien ya se había alejado del micrófono, regresó al lugar para explicarle que es la población que vive entre una comunidad y otra y carece de identidad, documentos y artículos de bienestar social, “por lo que muchas veces son utilizados para la trata de personas”.
La reacción del mexiquense detonó que desde las butacas surgiera un grito: “Pásenle un ‘tumbaburros’”.
Pero los jóvenes, finos en su estrategia, explicarían más tarde que el término también se refiere cuando una persona tiene trastornos de lenguaje que le impiden llamar a las cosas por su nombre.
Otro de ellos preguntó: “¿Cuál considera que es el motivo por el cual las encuestas formales lo ponen arriba y las informales abajo?”
Peña Nieto no respondió claramente, se salió por la tangente al decir que la metodología de las que lo ubican por encima de sus contrincantes “es conocida y está claramente probada”.
Una interrogante más fue por qué se vendía como un producto. Y mientras él evadía las respuestas, afuera del auditorio decenas de jóvenes que seguían la transmisión por una pantalla gigante gritaban:
“¡No queremos producto chatarra!”. No obstante, hasta ese momento los gritos no pasaban de “¡Fuera, fuera, fuera!” o la exhibición de cartulinas, en las que se advertía: “Soy prole pero tengo memoria”.
Más aún, en el interior del auditorio un joven de cabello crespo mostró una cartulina verde en la que se leía “Te odio”.
Y pareciera que esta fue la señal para que las consignas contra Peña Nieto en las afueras del auditorio se hicieran más rudas. En ese momento, mostraron una cartulina que, por su color, se distinguía de las demás, y en ella se leía: “AMLO”, con una m en forma de corazón:
“¡No queremos a un títere!” “¡Atenco no se olvida!” “¡La Ibero no vota EPN!”
A la par, las consignas fueron subiendo de tono: “¡Asesino, asesino!”, mientras otro grupo de jóvenes portaban pequeñas pancartas maquiladas en rojo, en las que se advertía: “Contigo hasta Los Pinos”, al tiempo que coreaban “¡Peña, Peña, Peña!”.
Sin embargo, la fuerza de sus voces era insuficiente ante la potencia de los gritos en contra del exmandatario del Estado de México.
El capitán Gustavo Cuevas, jefe de guardias del priista y que en todo momento se mantiene al lado del candidato, salió del auditorio para hablar con el resto de los guardaespaldas; el equipo comenzó entonces a evaluar la conveniencia o no de salir por el acceso principal del plantel.
En tanto, la diputada y coordinadora nacional de la Relación con la Sociedad Civil, Carolina Viggiano, esposa del gobernador de Coahuila, Rubén Moreira, reclamaba a los estudiantes el trato hacia su candidato.
“Nosotros somos los invitados, lo único que quiero es que lo traten con respeto, y un solo simpatizante no puede venir a imprimir un sello negativo a esta universidad tan prestigiada”, alegó.
El comentario venía a colación porque un estudiante en particular era quien parecía dirigir los gritos de rechazo a Peña Nieto.
Surgida del grupo de activistas de Peña Nieto, una de las jóvenes aseguraba a los reporteros: “Pero si hay mucha gente que no es de la Ibero”. “¿Cómo quiénes?, muéstrelos. Pero no pudo.
Para ese momento los chicos Ibero sacaron una manta blanca, con letras negras y algunas pinceladas de rojo: “Atenco somos todos!”.
En el interior, los jóvenes reclamaban a Peña Nieto el que no estuviera “siendo claro en sus propuestas” o, perdón, pero “esa no fue la pregunta”.
Afuera, los jóvenes empezaron a sacar máscaras de papel con el rostro de Carlos Salinas y se las sobreponían en sus caras; adentro, cuestionaban a Peña Nieto si el modelo económico que impondría, de ganar, sería el mismo que el del expresidente (1988-1994), que inició con 50 millones de pobres extremos. O, por ejemplo, ¿qué se debe hacer con la corrupción en Coahuila?
Y una más, de llegar a la máxima posición de la administración federal, “¿qué garantía nos da de que no dejará un país como en el Edomex, con un primer lugar en delitos, homicidios, feminicidios y dos millones de pobres?”
Hasta aquí, Peña Nieto había podido sortear sin mayores complicaciones los cuestionamientos, sin embargo, cuando respondió que el caso Atenco fue una acción asumida para conservar el orden público, además de asegurar que se consignó a quienes violaron los derechos humanos, provocó una reacción inesperada entre quienes se encontraban fuera del auditorio, que para ese momento colmaban la plaza, escaleras y puentes entre edificio y edifico.
“¡Asesino, asesino, asesino!”, “¡Peña asesino! ¡Peña, asesino!”, fue el grito que se volvió uno solo.
De esta manera el priista concluyó así su participación, sin embargo, decidió no enfrentar a los estudiantes que afuera ya lo esperaban impacientes para gritarle en su cara: “¡La Ibero no te quiere!”.
El candidato presidencial, quien dice que lo mejor es hablar de manera directa con la gente, decidió salirse por una de las puertas laterales del auditorio, utilizada sólo por el rector de la Iberoamericana.
En una maniobra de distracción, varios reporteros que cubren la campaña de Peña Nieto se dirigieron al lado opuesto del auditorio, por lo que fueron seguidos por los estudiantes, bajo la creencia de que ahí encontrarían al priista.
Y las mujeres universitarias parecían las más ofendidas por la respuesta de Peña Nieto sobre el caso Atenco y, por lo mismo, empezaron a gritarle, “¡Cobarde, cobarde!”, “Sólo las ratas se van por las alcantarillas”.
Entonces Peña Nieto apareció en medio de la explanada y los jóvenes, al verlo, se fueron sobre él, por lo que el candidato corrió junto con sus guardaespaldas y el capitán Cuevas, quienes iban protegiéndolo.
El compacto grupo entró al edificio de Arquitectura, tomó el elevador y llegó hasta el departamento de Diseño Ambiental; ahí los guardias metieron al priista en el último cubículo, donde permaneció por unos 20 minutos.
“Luego salió de ahí, yo lo vi, tenía la cara como de espantado. Miró a toda la gente que lo esperaba abajo y en las escaleras; entonces se metió al baño de mujeres, pero uno de los que venía con él lo jaló y le abrió la puerta de hombres.
“Ahí estuvo encerrado como otros 10 minutos y, cuando salió, lo vi y le grite: ‘¡La Ibero no te quiere’!”, narró un joven estudiante de la escuela de Diseño.
En medio de las escaleras, Peña Nieto y todo su equipo de seguridad exclamaron: “No podemos salir, nos vamos a mantener un poco aquí”, narró uno de los estudiantes que cerca del grupo.
En ese momento el equipo de seguridad ideó un plan para escabullirse y evitar a los jóvenes: cerca de seis guardaespaldas corrieron a las escaleras simulando que ahí iba el candidato, se dirigieron hasta el sótano y ello provocó que decenas de estudiantes se fueran tras ellos.
Peña Nieto aprovechó la distracción y se fue del lado opuesto, pasó por el café Capelti, se dio tiempo de saludar brevemente a una guapa joven de vestido amarrillo y sandalias naranja.
La mujer contó después: “¿Cómo ves? Todavía me saludó y me dijo, ‘Adiós señorita’, pero iba con la cara descompuesta”.
Sin embargo, al salir del café, de nueva cuenta el priista se encontró con más estudiantes que no dejaron de seguirlo hasta su camioneta; iba ya literalmente corriendo, al tiempo que los jóvenes le gritaban “¡Cobarde, cobarde! ¡Asesino, asesino!”
Atrás, en el suelo, quedaba una de las improvisadas cartulinas: “No somos militantes, tampoco simpatizantes, somos estudiantes, no comerciales”.
La corretiza a Peña Nieto y el tiempo que invirtió para escabullirse le impidió llegar a su siguiente evento, programado en el club de industriales en la zona de Polanco, y mejor se fue a evaluar su participación en la Ibero, donde llegó engallado y debió al final salir por la puerta de atrás…
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