EPN, de GDO a LEA
Felipe patalea
Empate anunciado
Julio Hernández López / Astillero
El escenario lo decía todo. La Plaza de las Tres Culturas colmada de jóvenes estudiantes en rebeldía contra el sistema, pero también de ciudadanos de todas las edades que, unos, han sostenido desde seis años atrás la bandera del cambio electoral o que, otros, recién iban llegando e incorporándose a esta nueva amalgama política en la que, por ejemplo, arrancaba aplausos y solidaridad la intervención de un representante de la Ibero, la universidad privada que abrió el camino a otras de similar clasificación y que ayer convergían con las tradicionalmente combativas instituciones públicas, con el Poli y la UNAM por delante.
De las paredes de los edificios habitacionales que rodean la plaza histórica colgaban mantas con proclamas y leyendas reivindicatorias y en lo alto asomó algún helicóptero ruidoso, pero nadie se estremeció mientras esperaba el arribo del candidato presidencial de las izquierdas, entre música y proclamas, citas culturales y algarabía. A fin de cuentas era el encuentro de varias generaciones en lucha por transformar su realidad. Los fantasmas del 68 a los que Paco Ignacio Taibo se refirió para situarlos como presencia acompañante de las luchas de hoy. Las Mañanitas y las continuas felicitaciones por sus ochenta años a Elena Poniatowska, la querida escritora que dio permanencia y contexto a las voces de aquella noche de Tlatelolco. El propio López Obrador y sus contemporáneos en esta segunda batalla. Y los jóvenes a cuya vista el tabasqueño se declara feliz al entender que allí está el relevo.
En otro escenario, el mismo personaje que en la Universidad Iberoamericana se caracterizó como una especie de Gustavo Diaz Ordaz ahora consideró adecuado asumir el rol de Luis Echeverría Álvarez. Su propio Tlatelolco, denominado Atenco, con las actualizaciones de campaña escenificadas en Saltillo, Córdoba y Colima (con grupos de choque enviados a golpear opositores a su campaña presidencial), fue convertido por Enrique Peña Nieto en un remedo de la apertura democrática del echeverrismo, con guiños a intelectuales y comentaristas predispuestos a montarse en camiones o aviones de redilas para apoyar las buenas intenciones correctivas a largo y eventualmente inalcanzable plazo del bondadoso y visionario candidato que primero monta las represiones y luego lanza decálogos expiatorios sin siquiera darles como sostén la repulsa inequívoca al parapriísmo golpeador de opositores.
Tan empequeñecido y olvidado se siente el actual ocupante de Los Pinos que salta a la arena con una provocación tragicómica, al celebrar que en México no se proteste contra el presidente (así se autodenomina él desde 2006), sino contra otros actores políticos. Felipe Calderón se ganó un lugar deplorable en la historia al hacerse del poder mediante fraude electoral pero esa no ha sido su peor medalla oscura, sino el baño de sangre al que ha sometido a México durante años de guerra contra el narcotráfico. Incesante ha sido el repudio en su contra, pero hoy ya ni siquiera es tácticamente necesario distraer la crítica hacia sus tierras anegadas en rojo.
Una damnificada del calderonismo es la candidata presidencial panista que lucha con denuedo por aparentar que sigue en la competencia cuando es evidente que está quedando rezagada, ya sea por sus propias limitaciones o porque su presunta fuente de poder, que sería el panismo felipista, estuviera sacrificándola en aras de arreglos con Peña Nieto. En esa caída inocultable se multiplican las especulaciones y los llamados en relación con una posible declinación de la panista en favor de López Obrador, con lo que Josefina Vázquez Mota rompería con el calderonismo que nunca la ha aceptado ni apoyado de verdad.
Pasando a otro tema, ha de recordarse que el pasado 16 de abril se mencionó aquí que una casa encuestadora de reconocida fama internacional tenía una encuesta que a diferencia de lo que plantea la mayoría de las firmas locales, establece una ruta de empate técnico entre AMLO y EPN. Tal estudio alentaba al tabasqueño a centrarse en la promoción del cambio verdadero y a dejar en segundo plano el tema de la República amorosa (en http://bit.ly/HC33nB puede volverse a leer la columna indicativa del nuevo rumbo que tomaría la campaña lopezobradorista, con todo y la advertencia de que el desenlace electoral de 2012 podría significar una escandalosa demostración de la ineficacia y la reducida confiabilidad de gran parte de las encuestadoras nacionales).
Cinco semanas después, el panorama demoscópico descrito por buena parte de esas encuestadoras mexicanas muestra un ascenso notable de AMLO en la preferencia electoral (siempre según esas mediciones, acusadas de servir al interés del cliente en turno y que no tienen ningún mecanismo de verificación inmediata y creíble de sus formas de trabajo), aunque no del tamaño que parecería sugerir la explosión masiva de apoyo al candidato de eso llamado las izquierdas, sobre todo después de la irrupción de jóvenes y estudiantes en la arena política.
Entrevistado por The Washington Post ( http://wapo.st/Jd5wZK ), López Obrador hizo incluso una referencia breve a sus propias encuestas en las que tendría una posibilidad de triunfo, con una muy pequeña diferencia en relación con Peña. Tal es lo que en un primer planteamiento (el reportado en Astillero el 16 de abril) señalaban los especialistas de la vertiente internacional de Gallup (la casa encuestadora de reconocida fama). No decían que AMLO estuviese empatado o lo fuera a hacer de manera automática, sino que había condiciones absolutamente viables para colocarse en una ruta de empate técnico, con posibilidades de resolver la contienda a su favor, sobre todo si, con un discurso más definido, ganaba el segmento de indecisos. El estudio encargado a Gallup ayudó a recargar baterías en el equipo de AMLO que cinco semanas atrás desconfiaba profundamente de las encuestas tradicionales mexicanas, pero no había buscado una alternativa de información sin tantos intereses locales. ¡Hasta mañana!
Felipe patalea
Empate anunciado
Julio Hernández López / Astillero
El escenario lo decía todo. La Plaza de las Tres Culturas colmada de jóvenes estudiantes en rebeldía contra el sistema, pero también de ciudadanos de todas las edades que, unos, han sostenido desde seis años atrás la bandera del cambio electoral o que, otros, recién iban llegando e incorporándose a esta nueva amalgama política en la que, por ejemplo, arrancaba aplausos y solidaridad la intervención de un representante de la Ibero, la universidad privada que abrió el camino a otras de similar clasificación y que ayer convergían con las tradicionalmente combativas instituciones públicas, con el Poli y la UNAM por delante.
De las paredes de los edificios habitacionales que rodean la plaza histórica colgaban mantas con proclamas y leyendas reivindicatorias y en lo alto asomó algún helicóptero ruidoso, pero nadie se estremeció mientras esperaba el arribo del candidato presidencial de las izquierdas, entre música y proclamas, citas culturales y algarabía. A fin de cuentas era el encuentro de varias generaciones en lucha por transformar su realidad. Los fantasmas del 68 a los que Paco Ignacio Taibo se refirió para situarlos como presencia acompañante de las luchas de hoy. Las Mañanitas y las continuas felicitaciones por sus ochenta años a Elena Poniatowska, la querida escritora que dio permanencia y contexto a las voces de aquella noche de Tlatelolco. El propio López Obrador y sus contemporáneos en esta segunda batalla. Y los jóvenes a cuya vista el tabasqueño se declara feliz al entender que allí está el relevo.
En otro escenario, el mismo personaje que en la Universidad Iberoamericana se caracterizó como una especie de Gustavo Diaz Ordaz ahora consideró adecuado asumir el rol de Luis Echeverría Álvarez. Su propio Tlatelolco, denominado Atenco, con las actualizaciones de campaña escenificadas en Saltillo, Córdoba y Colima (con grupos de choque enviados a golpear opositores a su campaña presidencial), fue convertido por Enrique Peña Nieto en un remedo de la apertura democrática del echeverrismo, con guiños a intelectuales y comentaristas predispuestos a montarse en camiones o aviones de redilas para apoyar las buenas intenciones correctivas a largo y eventualmente inalcanzable plazo del bondadoso y visionario candidato que primero monta las represiones y luego lanza decálogos expiatorios sin siquiera darles como sostén la repulsa inequívoca al parapriísmo golpeador de opositores.
Tan empequeñecido y olvidado se siente el actual ocupante de Los Pinos que salta a la arena con una provocación tragicómica, al celebrar que en México no se proteste contra el presidente (así se autodenomina él desde 2006), sino contra otros actores políticos. Felipe Calderón se ganó un lugar deplorable en la historia al hacerse del poder mediante fraude electoral pero esa no ha sido su peor medalla oscura, sino el baño de sangre al que ha sometido a México durante años de guerra contra el narcotráfico. Incesante ha sido el repudio en su contra, pero hoy ya ni siquiera es tácticamente necesario distraer la crítica hacia sus tierras anegadas en rojo.
Una damnificada del calderonismo es la candidata presidencial panista que lucha con denuedo por aparentar que sigue en la competencia cuando es evidente que está quedando rezagada, ya sea por sus propias limitaciones o porque su presunta fuente de poder, que sería el panismo felipista, estuviera sacrificándola en aras de arreglos con Peña Nieto. En esa caída inocultable se multiplican las especulaciones y los llamados en relación con una posible declinación de la panista en favor de López Obrador, con lo que Josefina Vázquez Mota rompería con el calderonismo que nunca la ha aceptado ni apoyado de verdad.
Pasando a otro tema, ha de recordarse que el pasado 16 de abril se mencionó aquí que una casa encuestadora de reconocida fama internacional tenía una encuesta que a diferencia de lo que plantea la mayoría de las firmas locales, establece una ruta de empate técnico entre AMLO y EPN. Tal estudio alentaba al tabasqueño a centrarse en la promoción del cambio verdadero y a dejar en segundo plano el tema de la República amorosa (en http://bit.ly/HC33nB puede volverse a leer la columna indicativa del nuevo rumbo que tomaría la campaña lopezobradorista, con todo y la advertencia de que el desenlace electoral de 2012 podría significar una escandalosa demostración de la ineficacia y la reducida confiabilidad de gran parte de las encuestadoras nacionales).
Cinco semanas después, el panorama demoscópico descrito por buena parte de esas encuestadoras mexicanas muestra un ascenso notable de AMLO en la preferencia electoral (siempre según esas mediciones, acusadas de servir al interés del cliente en turno y que no tienen ningún mecanismo de verificación inmediata y creíble de sus formas de trabajo), aunque no del tamaño que parecería sugerir la explosión masiva de apoyo al candidato de eso llamado las izquierdas, sobre todo después de la irrupción de jóvenes y estudiantes en la arena política.
Entrevistado por The Washington Post ( http://wapo.st/Jd5wZK ), López Obrador hizo incluso una referencia breve a sus propias encuestas en las que tendría una posibilidad de triunfo, con una muy pequeña diferencia en relación con Peña. Tal es lo que en un primer planteamiento (el reportado en Astillero el 16 de abril) señalaban los especialistas de la vertiente internacional de Gallup (la casa encuestadora de reconocida fama). No decían que AMLO estuviese empatado o lo fuera a hacer de manera automática, sino que había condiciones absolutamente viables para colocarse en una ruta de empate técnico, con posibilidades de resolver la contienda a su favor, sobre todo si, con un discurso más definido, ganaba el segmento de indecisos. El estudio encargado a Gallup ayudó a recargar baterías en el equipo de AMLO que cinco semanas atrás desconfiaba profundamente de las encuestas tradicionales mexicanas, pero no había buscado una alternativa de información sin tantos intereses locales. ¡Hasta mañana!
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