Jorge Diaz
Durante mucho tiempo se generó mucha expectativa por parte de los adversarios políticos del candidato priista, Peña Nieto, sobre su incapacidad para articular mensaje alguno. Todo indicaba que el primer debate sería la tragedia del mexiquense y que su caída sería estrepitosa. Todos los contrarios al PRI se frotaban las manos.
Llegó el tan esperado evento y haciendo a un lado la promesa de misiles contra el tricolor (que nunca llegaron), la candidata Vázquez Mota y el candidato López Obrador no fueron capaces de darle a los suyos el gusto. En todo caso, tendríamos que hablar de la incapacidad de todos.
El candidato del PRI no sólo se defendió con un ataque bien pensado, sino que contra todos los pronósticos, se vio mejor preparado para esa noche que los que se suponía tenían la urgencia de bajarlo del estrellato.
Sin fanatismos, lo que debe alarmar a quienes estamos preocupados por decidir quién va a liderar el país, es que quienes acusan de incapaz a uno, evidencian una incapacidad que asusta.
Ahora bien, si no se quiere hablar de capacidad, pues hablemos de interés y fueron precisamente los de abajo en las preferencias los que demostraron no tener interés alguno en ganar esa batalla, con el argumento simple de la poca preparación con la que llegaron.
No se trata de decir que Peña Nieto es un brillante estadista, pero los que señalaban su incapacidad quedaron peor que él, por no despeinarle ni un pelo. Acusaciones hubo y fueron fuertes, pero la forma en que fueron planteadas carecieron de una estrategia efectiva para causar el impacto deseado.
Yo me pregunto qué estarán pensando los incondicionales en su intimidad, sobre sus líderes que llegaron ya sea, derrotados o cansados o resignados o valiéndoles un pepino.
Durante mucho tiempo se generó mucha expectativa por parte de los adversarios políticos del candidato priista, Peña Nieto, sobre su incapacidad para articular mensaje alguno. Todo indicaba que el primer debate sería la tragedia del mexiquense y que su caída sería estrepitosa. Todos los contrarios al PRI se frotaban las manos.
Llegó el tan esperado evento y haciendo a un lado la promesa de misiles contra el tricolor (que nunca llegaron), la candidata Vázquez Mota y el candidato López Obrador no fueron capaces de darle a los suyos el gusto. En todo caso, tendríamos que hablar de la incapacidad de todos.
El candidato del PRI no sólo se defendió con un ataque bien pensado, sino que contra todos los pronósticos, se vio mejor preparado para esa noche que los que se suponía tenían la urgencia de bajarlo del estrellato.
Sin fanatismos, lo que debe alarmar a quienes estamos preocupados por decidir quién va a liderar el país, es que quienes acusan de incapaz a uno, evidencian una incapacidad que asusta.
Ahora bien, si no se quiere hablar de capacidad, pues hablemos de interés y fueron precisamente los de abajo en las preferencias los que demostraron no tener interés alguno en ganar esa batalla, con el argumento simple de la poca preparación con la que llegaron.
No se trata de decir que Peña Nieto es un brillante estadista, pero los que señalaban su incapacidad quedaron peor que él, por no despeinarle ni un pelo. Acusaciones hubo y fueron fuertes, pero la forma en que fueron planteadas carecieron de una estrategia efectiva para causar el impacto deseado.
Yo me pregunto qué estarán pensando los incondicionales en su intimidad, sobre sus líderes que llegaron ya sea, derrotados o cansados o resignados o valiéndoles un pepino.
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