La imaginación al Poder

David Colmenares

Hace algunas semanas, revisando revistas y libros guardados, reencontré algunos publicados a fines de los sesentas. Mismos que representaron mi primer conocimiento del boom de la literatura latinoamericana. Por ello siendo un chavo de 16 años me inscribí a un taller de redacción en la UNAM, que impartía en Rectoría Alberto Dallal, taller que nutría de materiales a la revista Punto de Partida. La motivación me la dio la lectura de un ensayo publicado en la Revista de la UNAM escrito por Mario Vargas Llosa sobre el “boom latinoamericano”, un grupo de jóvenes escritores que aparecen los sesenta: García Márquez, Julio Cortazar, José Donoso, el propio Vargas Llosa y por supuesto Carlos Fuentes. Recuperé un ejemplar de la primera edición de “Rayuela” (1963) de Julio Cortazar y otro de “París, la Revolución de Mayo” de Carlos Fuentes una estupenda edición, con fotos del Movimiento Estudiantil de Francia de 1968. Como curiosidad un ejemplar de una historieta, “Fantómas contra los Vampiros Multinacionales” del gran Julio Cortazar, editada por el Excelsior de Don Julio Scherer.

Recuerdo algunos lemas de los jóvenes franceses en bardas o carteles: “la Imaginación al Poder”, “seamos realistas, exijamos lo imposible”, “prohibido, prohibir” y muchas más, así como la fotografía de una joven francesa ondeando una bandera en una manifestación. Por esos años, siendo estudiante en la Preparatoria de San Ildefonso, asistí a una Conferencia de Octavio Paz y Carlos Fuentes en el Colegio Nacional que estaba a un costado de la SEP, donde este último hablaba del tránsito del México de Quetzacoatl al de Pepsicoatl, texto que se publicaría después en “Tiempo Mexicano” en 1971. Por cierto ese día Octavio Paz firmó mi cuaderno con el logo de la UNAM. Fuentes estudió en la UNAM.

Años después, ya siendo economista egresado de la UNAM, leí “La Cabeza de la Hidra”, que empieza con un desayuno “político” en el Sanborns de Madero, también conocido como de Los Azulejos, en pleno Centro Histórico de la Ciudad de México, desayunos que eran “pequeñas masonerías matutinas que son, sobre todo, origen de la información que de otra manera nunca se sabría”.

Este libro se publicó en 1979, año en que nace mi hijo David Horacio, quien hoy está en la Universidad de Columbia, habiendo estudiado antes en las universidades de Barcelona, Lovaina y una temporada en Brown, en Rhode Island, donde Carlos Fuentes era profesor visitante.

A mi generación, la del 68, y a las nuevas generaciones, por supuesto que estos grandes escritores como Fuentes nos han impactado. Nos han enseñado que tenemos una identidad propia. Al respecto en un estupendo número de la Revista de la Universidad de México (2008), dedicado a los ochenta años del escritor, se incluye un texto del Dr. De la Fuente y una breve pero sustantiva presentación del Dr. José Narro, quien respecto de la importancia de su obra en la cultura nacional y en la literatura universal escribió que, “es simplemente extraordinaria. ¿Serían igual las letras y las artes, el cine y el teatro, el ensayo y el relato, o el propio análisis sociopolítico sin las aportaciones de Fuentes?. ¡No, no serían las mismas, habría una profunda orfandad, estética e intelectual, analítica y descriptiva, emotiva y reflexiva”.

Como han dicho muchos de quienes estos días escriben sobre el autor de la “La Región más Transparente”, la “Muerte de Artemio Cruz”, “Diana, la Cazadora Solitaria”, etcétera, la mejor manera de darle las gracias por haber existido, es leyendo o releyendo su obra, conociéndolo. Julio Ortega escribió en El País con certitud que “las novelas de Carlos Fuentes son, en cierta medida, la biografía de la historia colectiva. En ellas México recobra su geografía simbólica”.

Sin embargo no está muerto, estoy cierto que como el mismo escribe en 2004, en un homenaje a Julio Cortazar,“Ahora queremos que el Gran Cronopio compruebe, como lo dijo entonces Gabo, que su muerte era una invención increíble de los periódicos y que el escritor que nos enseñó a ver nuestra civilización, a decirla y a vivirla, está aquí hoy, invisible sólo para los que no tienen fe en los Cronopios”.

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