Isabel en el papel de López

Jorge Fernández Menéndez

¿Cambió algo el debate de los candidatos al Gobierno del DF? Probablemente muy poco en términos electorales, aunque hay varios apuntes que son muy significativos. Sobre todo el comprobar que, si hacemos un símil con el reciente debate presidencial, en muchos sentidos, Miguel Mancera jugó como si hubiera sido Enrique Peña Nieto; Beatriz Paredes jugó el papel de Josefina; Isabel Miranda ganó porque actuó como López Obrador y Rosario Guerra estuvo muy lejos de suscitar el interés que generó Gabriel Quadri.

Miguel Mancera navegó sin conflictos, convencido de que no tenía oposición real, pero se topó con una Isabel Miranda de Wallace que fue la única que se enfrentó al candidato perredista en forma directa, abordando los temas que deberían ser evidentes en un debate de estas características: la corrupción, las calles ocupadas por marchas y bloqueos, el agua contaminada de Iztapalapa, la deuda del GDF, y que para los demás participantes quedaron en el aire. Atacó, quizás con poco orden, Isabel Miranda, pero fue la única que intentó colocar el debate capitalino en esos términos: en un auténtico debate. Me pareció increíble que los demás no decidieran afrontar este encuentro de esa forma.

Mancera optó por no contestar casi ninguno de esos temas, salvo el de la deuda del DF y, luego de la contrarréplica de Isabel, ya no abordó el punto, y me parece que perdió la oportunidad de mostrarse como un candidato con un proyecto propio, que tengo entendido que lo tiene, y que vaya más allá de lo que ha hecho el PRD en los 15 años que lleva gobernando la ciudad. Se presentó afable, sin corbata, risueño, pero estuvo como en un largo spot, un poco ajeno a lo que sucedía alrededor. Beatriz Paredes se notaba incómoda, sobre todo al principio, y tampoco nunca confrontó directamente al candidato ni a la experiencia de gobierno del perredismo en la capital. Incluso cuando recibió un ataque, muy injustificado por cierto, de Rosario Guerra, decidió no contestar más que con una extraña metáfora que pocos entendieron. Por lo demás, la producción fue algo así como desastrosa, todos los participantes se sentían nerviosos e improvisados, incluso la experimentadísima Adriana Pérez Cañedo, quizás por contagio. Y para colmo no hubo edecán.

Lo cierto es que, si hacemos una evaluación general, la única que sacó provecho del debate sería Isabel Miranda. Mancera no creo que haya perdido votos, porque simplemente no dio margen para ello, aunque perdió la oportunidad de mostrarle a la gente mucho más quién es él mismo, qué se propone, qué tanto puede ser un gobernante capitalino diferente. Beatriz estuvo lejos de ser la mujer con experiencia y peso político propio que conocemos, con un lenguaje demasiado antiguo para el electorado capitalino, y Rosario Guerra, francamente estuvo mal, titubeante, sin claridad y sin dar la pelea.

Que a Isabel Miranda de Wallace le haya ido bien en este debate es una buena noticia para el PAN en unos días de percepciones bajas y en los que en varias encuestas comienza a aparecer López Obrador empatado o por encima de Josefina Vázquez Mota. Dicen en la campaña de la candidata blanquiazul que en realidad en los estados está mucho mejor que López Obrador y que la percepción del tercer lugar es demasiado capitalina. Pero yo no confiaría sobre lo que pueda ocurrir en los estados ni desestimaría las encuestas. La campaña de Josefina debe dar más y debe definirse con mucha más claridad: algunos días lo hace y otros no, algunos días tiene un tono conciliador y otros de enfrentamiento. Pero, por sobre todas las cosas, la campaña de Josefina debe lograr algo de lo que logró en este debate Isabel Miranda (que se percibía también tercera en la campaña del DF): generar la percepción de que es una opción al candidato que va arriba en las encuestas, en el caso de Josefina, con Peña Nieto, en el de Isabel, con Mancera.

Hoy no lo han terminado de lograr, ni siquiera en una coyuntura en la cual el PRI está pasando un mal momento con los movimientos estudiantiles y con el caso Yarrington y cuando el PRD y sus aliados tienen ante sí la detención del ex gobernador Narciso Agúndez. Y queda menos de un mes de campaña.

Por cierto, en el caso Agúndez falta una pieza fundamental: la detención de Teodoro García Simental, El Teo, el ex jefe de sicarios de los Arellano Félix en toda la península, que rompió con los Arellano y se quedó encargado de la misma pero a las órdenes del cártel de Joaquín El Chapo Guzmán. La captura de El Teo en enero de 2010 exhibió el grado de penetración y de la protección de las autoridades locales del narcotráfico en la entidad. Del operativo que detuvo a El Teo, el entonces gobernador Agúndez ni se enteró hasta que ya había concluido. Nadie le tenía confianza.

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