Francisco Rodriguez / Índice Político
Señores consejeros del Instituto Federal Electoral: Reciban a través de ésta un saludo más o menos cordial, dado que no me da mucho gusto extenderles la diestra a personajes tan medrosos que, con sus actitudes timoratas, ya ponen en riesgo el llevar a buen puerto el proceso comicial en el que estamos embarcados. Y es que, a lo mejor, eso que ustedes padecen puede ser contagioso.
Les escribo, en fin, en aras de ayudarles a salir de uno de sus mayores problemas que es, precisamente, el de la pérdida de su eficiencia, pero sobre todo de su credibilidad.
Y es que a estas alturas ya prácticamente medio México –el que no vio anoche el encuentro Monarcas Vs. Tigres– se percató de que eso de los debates que ustedes dizque organizan ¡no’más no se les da!
Mala, pésima suerte para ustedes, para los candidatos presidenciales y –peor, todavía– para los asesores y caros y exquisitos mercadólogos el que un debate “de a deveras” se haya celebrado en Francia en los días previos al de anoche. En aquél nada se veía ensayado. En ese en el que participaron Sarkozy y Hollande, su retador, sólo para empezar, no les entregaron a los debatientes las preguntas por adelantado.
No. En serio que a ustedes, señores consejeros, los debates no se les dan, de plano.
Y por eso cada vez más son menos quienes creen en ustedes, independientemente de que los critican por los altos salarios y prestaciones que ustedes se asignan a sí mismos.
¿Para eso les pagamos tanto los contribuyentes al erario? ¿Para que, en las vísperas, nos salgan con un “domingo siete”?
¿Por qué, mejor, no se “fusilan” otro formato para “contrastar” a los candidatos a puestos de elección popular, sobremanera a quienes aspiran a conducir –dirían los clásicos– “los destinos de la Nación”
¿Qué les parece –propongo– un formato como del aquí nada choteado concurso musical American Idol que causa furor semana a semana en los Estados Unidos.
En tal competencia, los participantes se presentan en un casting y deberán tener entre 15 y 28 años de edad (esta etapa puede ser aquí la de la precampaña y cubriendo los requisitos que marca el 82 constitucional). No deberán tener contrato o grabación con anterioridad y deberán ser residentes legalmente de Estados Unidos, o para el caso que nos ocupa de nuestro México lindo y querido.
En Americal Idol no hay academia –esto es, aquí no habría seguimiento de sus actos con “acarreados”, ni la prensa recogería a diario sus frases ñoñas, ni sus compromisos que difícilmente llegarán a cumplir–, no hay resúmenes diarios y no hay profesores: los concursantes son libres, no están encerrados en ningún recinto y su vida no se controla las 24 horas del día con cámaras. Sólo cantan y el público intenta valorar quién lo hace mejor.
Son presentaciones cortas y bien realizadas. El formato American Idol condensa cuatro horas de televisión en una y media: una hora para escuchar las interpretaciones de los concursantes –se emite generalmente los martes, cuando no hay transmisión de partidos de futbol– y media hora, los miércoles, para conocer quién abandona la contienda. Los shows tienen una realización muy cuidada, e intentan mantener al espectador pegado al televisor.
Lo que se observa, entonces, son concursantes carismáticos con libertad de acción. Los finalistas de American Idol tienen estilos variados e intentan cautivar a un sector de la audiencia. Además, son los propios concursantes los que eligen la canción a interpretar –por supuesto, no requieren de ningún grupo de “inteletuales” que musicalicen sus boleros, rancheras y corridos con medio centenar de preguntas a modo de sólo uno de ellos–, crean las coreografías, eligen su vestuario, etc.
Tienen jueces carismáticos. Como Randy Jackson, Paula Abdul y Simon Cowell, quienes se convirtieron en algunos de los personajes más populares de la TV estadounidense. Son los jueces los únicos en evaluar semana a semana a los concursantes (aunque es la audiencia quien decide) e incluso llegan a confrontarse entre ellos –lo que, por cierto, no es raro entre ustedes, señores consejeros del IFE.
Aunque American Idol prescinde de la convivencia entre concursantes, éstos se convierten en los jóvenes más populares de EU. El fenómeno fan crece con rapidez y pronto se investiga el pasado de los concursantes, algo a lo que en nuestro país ya estamos acostumbrados por las campañas políticas donde campea la “guerra sucia”. En ediciones anteriores, los productores ejecutivos ya se vieron obligados a expulsar a varios concursantes por hablar con la prensa mientras seguían en Idol, otros abandonaron el concurso por ocultar a la organización antecedentes penales… lo que, claro, no sucedería en el Mexican Idol que ustedes organizarían.
¿Qué les parece, señores consejeros? ¿Aceptan mi propuesta? En aras de su credibilidad, claro está.
Y es que, además, parece que ahora mismo buena parte de los mexicanos no está a la búsqueda de un estadista, sino de un personaje que, amén de prestancia y galanura, “sepa cantar las rancheras”, ¿no creen ustedes?
Índice Flamígero: Más importante que un debate es el post-debate, afirman los mercadólogos. Y en tal tenor, desde ya veremos inundado el país de spots, carteles y, claro, comentarios de los “analistas” alineados a favor de ustedes ya saben quién. + + + Todo esto podría cambiar dentro de 208 días, cuando llegue a su término el actual sexenio.
Señores consejeros del Instituto Federal Electoral: Reciban a través de ésta un saludo más o menos cordial, dado que no me da mucho gusto extenderles la diestra a personajes tan medrosos que, con sus actitudes timoratas, ya ponen en riesgo el llevar a buen puerto el proceso comicial en el que estamos embarcados. Y es que, a lo mejor, eso que ustedes padecen puede ser contagioso.
Les escribo, en fin, en aras de ayudarles a salir de uno de sus mayores problemas que es, precisamente, el de la pérdida de su eficiencia, pero sobre todo de su credibilidad.
Y es que a estas alturas ya prácticamente medio México –el que no vio anoche el encuentro Monarcas Vs. Tigres– se percató de que eso de los debates que ustedes dizque organizan ¡no’más no se les da!
Mala, pésima suerte para ustedes, para los candidatos presidenciales y –peor, todavía– para los asesores y caros y exquisitos mercadólogos el que un debate “de a deveras” se haya celebrado en Francia en los días previos al de anoche. En aquél nada se veía ensayado. En ese en el que participaron Sarkozy y Hollande, su retador, sólo para empezar, no les entregaron a los debatientes las preguntas por adelantado.
No. En serio que a ustedes, señores consejeros, los debates no se les dan, de plano.
Y por eso cada vez más son menos quienes creen en ustedes, independientemente de que los critican por los altos salarios y prestaciones que ustedes se asignan a sí mismos.
¿Para eso les pagamos tanto los contribuyentes al erario? ¿Para que, en las vísperas, nos salgan con un “domingo siete”?
¿Por qué, mejor, no se “fusilan” otro formato para “contrastar” a los candidatos a puestos de elección popular, sobremanera a quienes aspiran a conducir –dirían los clásicos– “los destinos de la Nación”
¿Qué les parece –propongo– un formato como del aquí nada choteado concurso musical American Idol que causa furor semana a semana en los Estados Unidos.
En tal competencia, los participantes se presentan en un casting y deberán tener entre 15 y 28 años de edad (esta etapa puede ser aquí la de la precampaña y cubriendo los requisitos que marca el 82 constitucional). No deberán tener contrato o grabación con anterioridad y deberán ser residentes legalmente de Estados Unidos, o para el caso que nos ocupa de nuestro México lindo y querido.
En Americal Idol no hay academia –esto es, aquí no habría seguimiento de sus actos con “acarreados”, ni la prensa recogería a diario sus frases ñoñas, ni sus compromisos que difícilmente llegarán a cumplir–, no hay resúmenes diarios y no hay profesores: los concursantes son libres, no están encerrados en ningún recinto y su vida no se controla las 24 horas del día con cámaras. Sólo cantan y el público intenta valorar quién lo hace mejor.
Son presentaciones cortas y bien realizadas. El formato American Idol condensa cuatro horas de televisión en una y media: una hora para escuchar las interpretaciones de los concursantes –se emite generalmente los martes, cuando no hay transmisión de partidos de futbol– y media hora, los miércoles, para conocer quién abandona la contienda. Los shows tienen una realización muy cuidada, e intentan mantener al espectador pegado al televisor.
Lo que se observa, entonces, son concursantes carismáticos con libertad de acción. Los finalistas de American Idol tienen estilos variados e intentan cautivar a un sector de la audiencia. Además, son los propios concursantes los que eligen la canción a interpretar –por supuesto, no requieren de ningún grupo de “inteletuales” que musicalicen sus boleros, rancheras y corridos con medio centenar de preguntas a modo de sólo uno de ellos–, crean las coreografías, eligen su vestuario, etc.
Tienen jueces carismáticos. Como Randy Jackson, Paula Abdul y Simon Cowell, quienes se convirtieron en algunos de los personajes más populares de la TV estadounidense. Son los jueces los únicos en evaluar semana a semana a los concursantes (aunque es la audiencia quien decide) e incluso llegan a confrontarse entre ellos –lo que, por cierto, no es raro entre ustedes, señores consejeros del IFE.
Aunque American Idol prescinde de la convivencia entre concursantes, éstos se convierten en los jóvenes más populares de EU. El fenómeno fan crece con rapidez y pronto se investiga el pasado de los concursantes, algo a lo que en nuestro país ya estamos acostumbrados por las campañas políticas donde campea la “guerra sucia”. En ediciones anteriores, los productores ejecutivos ya se vieron obligados a expulsar a varios concursantes por hablar con la prensa mientras seguían en Idol, otros abandonaron el concurso por ocultar a la organización antecedentes penales… lo que, claro, no sucedería en el Mexican Idol que ustedes organizarían.
¿Qué les parece, señores consejeros? ¿Aceptan mi propuesta? En aras de su credibilidad, claro está.
Y es que, además, parece que ahora mismo buena parte de los mexicanos no está a la búsqueda de un estadista, sino de un personaje que, amén de prestancia y galanura, “sepa cantar las rancheras”, ¿no creen ustedes?
Índice Flamígero: Más importante que un debate es el post-debate, afirman los mercadólogos. Y en tal tenor, desde ya veremos inundado el país de spots, carteles y, claro, comentarios de los “analistas” alineados a favor de ustedes ya saben quién. + + + Todo esto podría cambiar dentro de 208 días, cuando llegue a su término el actual sexenio.
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