Fracaso antinarco... y algo más

Jorge Alejandro Medellín

1.- Turbulento y grave cierre de sexenio para las fuerzas armadas mexicanas. Desgastadas por una guerra antidrogas diseñada sobre las rodillas, ejecutada sin planeamiento, sin objetivos ni metas alcanzables en plazos definidos y fiscalizables por legisladores y sociedad civil, ahora enfrentan de nueva cuenta la sombra del narcotráfico infiltrado como un cáncer del que al parecer no fueron tratadas como se debía, al menos desde 1997.

2.- Ajenos a escenarios alternos de combate a la pobreza y apoyo contra el desempleo en zonas de siembra, cosecha y trasiego de drogas, los militares siguieron una guerra sin sentido que dispersó al crimen organizado, lo especializó en otros delitos como el secuestro, la extorsión, el tráfico y trata de personas, el robo de autos y el comercio de productos apócrifos.

3.- La guerra calderonista no solo extendió el poder y la influencia del narco en zonas definidas del norte de México. También empujó su paso a suelo norteamericano para competir de manera directa en el control y distribución de drogas, en la compra y e ingreso de armas y en el flujo de capitales a territorio norteamericano.

4.- Pero la guerra calderonista no solo complicó el fenómeno del narco en México. También desgastó a una fuerza armada que de inicio carecía de elementos jurídicos reales para entrar en combate contra un enemigo de cual el propio presidente y comandante supremo desconocía formas, límites, dimensión y posible capacidad de respuesta y adecuación a la presión policiaco-militar.

5.- Lo peor de todo: la guerra calderonista no pudo detener jamás el poder corruptor del narcotráfico, combinado con las debilidades y ambiciones de algunos militares. Lo terrible es que estos militares no eran tropa (lo cual es ya de por sí delicado y aborrecible), sino mandos del más alto nivel y de la mayor responsabilidad, como el general Tomás Ángeles Dauahare, Subsecretario de la Defensa Nacional entre diciembre de 2006 y el 1° de marzo de 2008, cuando pasó a retiro.

6.- Es cierto, Dauahare y los generales Escorcia y Dawe al igual que el teniente coronel Silvio Isidro de Jesús Soto, están bajo investigación y nada les ha sido comprobado aún de manera fehaciente por la PGR o por la justicia militar. Su consignación podría darse casi a finales de junio, demasiado cerca de las elecciones presidenciales.

7.- Ninguno de ellos ha sido hallado culpable y mucho menos se les ha enjuiciado o sentenciado, pero el calibre de estos personajes, su detención y el contexto en el que se dan constituyen golpes que han cimbrado como pocas veces a la Sedena.

8.- Entre el personal castrense hay indignación, sentimientos de enojo y también miedo por la purga y los reacomodos, las bajas que puedan darse en las camarillas militares que viven su propia efervescencia en el proceso sucesorio para ocupar el cargo del general Guillermo Galván, sobre quien pesa el señalamiento silencioso de la venganza, del ajuste de cuentas como motor primario para echarle el guante a Dauahare.

No se olvidan las historias sobre los trabajos del ex subsecretario en desgracia para sacar de la jugada sucesoria a Galván hace seis años, con versiones propagadas dentro y fuera de la institución acerca de las enfermedades que supuestamente aquejaban al general y que le impedirían ser el titular de la Sedena en el gobierno de Calderón.

9.- Pese a todo, Dauahare integró la famosa terna de mandos de la que iba a salir el nuevo secretario de la Defensa. También en esto Calderón imprimió su muy particular sello al escoger a su DN-01 fuera de esa lista que integraban los generales Salvador Cienfuegos Zepeda, Tomás Ángeles Dauahare y Juan Alfredo Oropeza Garnica.

10.- Este último era el designado, pero minutos antes de anunciar a su gabinete de seguridad Felipe Calderón cambió de opinión y se decidió por Galván. Cuentan los militares que Oropeza ya iba de camino a Los Pinos y de ahí al hotel Camino Real para presentarse ante los medios nacionales y extranjeros en conferencia de prensa.

11.- De la lista de aquel entonces solo queda el general Cienfuegos, hombre muy cercano a Enrique Peña Nieto y los priistas que ansían regresar las cosas a su orden natural.

12.- Así, una acusación, un solo proceso con elementos sólidos, confirmados y contundentes en contra de estos generales, en especial de Dauahare, vendrá a lapidar la amarga estrategia antidrogas del segundo gobierno panista, porque el militar era subsecretario cuando se le comenzó a investigar y cuando las pesquisas sobre la penetración de los Beltrán Leyva avanzaron lo suficiente como para invlucrar a otros dos generales.

Porque manejó información del crimen organizado altamente confidencial cuando fue secretario particular del general Enrique Cervantes Aguirre, porque en dos ocasiones fue agregado militar y aéreo de México en la embajada en Washington, porque desde esa posición aprobó y defendió la integración paulatina de las fuerzas armadas en la estrategia de defensa continental norteamericana de la que luego surgió el Comando Norte, porque era el segundo mando más importante en el Ejército Mexicano y porque fue serio aspirante a convertirse en el secretario de la Defensa Nacional justamente en el sexenio de la guerra al narco.

13.- Hay quienes insisten en la tesis simplona de la venganza de Galván como la explicación de lo sucedido. En los cuarteles, oficinas y zonas habitacionales de la Sedena las palabras venganza y traición son de uso común desde el día de la detención de Dauaharae, Dawe y Escorcia.

14.- ¿Venganza personal o de grupo al costo que está teniendo para la Sedena y para el gobierno federal ante la opinión pública la detención de un subsecretario militar?

¿Ajuste de cuentas desde la palestra de la política para deshacerse de militares priistas y allanar el terreno a mandos blanquiazules como…….?

¿Reajuste para no ceder el control de secretarías clave, como la SSPF, en el próximo sexenio?

¿Torpeza y excesos de Dauahare y sus simpatizantes al tratar de ganar terreno mediante el ejercicio de la política sucia contra Galván y la Sedena?

15.- El precio que está pagando la Sedena -criticada y bajo presión por las violaciones a los derechos humanos cometidas precisamente en el marco de operaciones contra el narcotráfico- es demasiado alto como para que una vendetta personal o los ajustes de grupos dentro y fuera de la milicia expliquen por completo lo que parece perfilarse como la exitosa penetración de los carteles, en especial el de los Beltrán Leyva, en el corazón de las fuerzas armadas mexicanas.

Sea cual sea el resultado de las investigaciones de la PGR, lo cierto es que el tejido al interior de la Sedena está dañado con o sin generales ligados al narco.

Reconstruirlo, sanearlo, limpiarlo con nuevas reglas y condiciones será una más de las tareas del siguiente general tres estrellas que llegue a las selectas oficinas del tercer piso en el edificio central de Lomas de Sotelo.

CENTINELA.-

La detención de los generales y su arraigo enfriaron las candidaturas de los divisionarios Salvador Cienfuegos Zepeda y Carlos Demetrio Gaytán Ochoa.
En tanto, las preferencias hacia el general Luis Arturo Oliver Cen van en aumento, mientras que las adhesiones al general Augusto Moisés García Ochoa, otro de los posibles, brillan por su ausencia.

Esto será un verdadero galimatías ya que el actual Director General de Administración de la Defensa Nacional encabezará la columna del último desfile militar del último presidente panista.

La tradición militar señala que quien encabece la parada militar será el nuevo secretario. Claro, puede haber cambios.

Lo cierto es que en la Sedena, para los generales, son tiempos de guardar.

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