Samuel García
Siempre se ha dicho que el análisis político comienza con un examen pormenorizado del presupuesto público bajo la lógica de “hay que seguir al dinero”.
Efectivamente una cuidadosa revisión del balance del dinero público no solo advierte sobre los verdaderos intereses que mueven a los gobernantes y políticos, sino también desnuda la realidad de unas finanzas públicas endebles.
Pues bien. El lunes pasado la secretaría de Hacienda dio a conocer su informe sobre las finanzas públicas al primer trimestre del año y, de entrada, el documento presenta un dato que a cualquier ciudadano responsable y sin más conocimiento financiero que el propio manejo de su dinero, le llamaría la atención: Los gastos totales del sector público se incrementaron 12.5% en términos reales y anuales, sumando casi 912 mil millones de pesos. Y para mayores datos el gasto programable se incrementó 13.7%.
Como todos sabemos, los incrementos en el gasto no deben ser un problema siempre y cuando los ingresos también se incrementen por lo menos en la misma medida y, en el mejor de los casos, cuando este incremento es mayor que el gasto realizado. Pero en el caso de las finanzas públicas esto no ha sido así.
Los ingresos presupuestarios al primer trimestre del año se incrementaron solo 7.2% en términos reales comparado con el año pasado, es decir, a un menor ritmo que el incremento observado en el gasto.
Hasta aquí lo que tenemos es la confirmación de una peligrosa tendencia que ya hemos visto desde hace varios años: Un acelerado incremento anual en el gasto público que no corresponde al incremento anual en los ingresos.
Pero el problema mayor no estriba solo en un potencial desequilibrio de la relación gasto-ingreso, sino en la calidad de los componentes de ese gasto y del ingreso que estamos apuntando.
En este primer trimestre del año el incremento de 7.2% en los ingresos presupuestarios se debió a los fuertes ingresos petroleros (18.8%) derivados de mayores precios del petróleo en el mundo. Tan solo por derechos y aprovechamientos el gobierno federal ingresó en este primer trimestre casi 30% más que el año pasado (para ser exactos: 63,893 millones de pesos más que en 2011). Lamentablemente nadie puede garantizar que estos ingresos continúen creciendo a ese ritmo, o siquiera creciendo; por lo que el crecimiento de este ingreso es temporal en esencia.
En cambio el grueso de los ingresos públicos que tienen una base y ritmo de mayor consistencia –los ingresos por impuestos- apenas crecieron 1.3% en el primer trimestre.
Sin embargo –y es la otra cara de la moneda- el gasto total creció 12.5%. Los gastos denominados ‘de desarrollo económico’ se incrementaron 22.6% a tasa real anual, las aportaciones federales y transferencias a estados y municipios crecieron 13.1% y los recursos destinados al pago de pensiones y jubilaciones crecieron 14.4% real anual en el primer trimestre del año.
Con estas cifras, y la de años anteriores, es obvia la tendencia al deterioro en la calidad del balance público. Mientras que los ingresos petroleros sigan a la alza no habrá incentivo posible para que los políticos se embarquen en una reforma hacendaria en serio.
Y una cosa más: por esta ruta las finanzas públicas ‘no van en caballo de hacienda’ como se nos ha dicho.
Siempre se ha dicho que el análisis político comienza con un examen pormenorizado del presupuesto público bajo la lógica de “hay que seguir al dinero”.
Efectivamente una cuidadosa revisión del balance del dinero público no solo advierte sobre los verdaderos intereses que mueven a los gobernantes y políticos, sino también desnuda la realidad de unas finanzas públicas endebles.
Pues bien. El lunes pasado la secretaría de Hacienda dio a conocer su informe sobre las finanzas públicas al primer trimestre del año y, de entrada, el documento presenta un dato que a cualquier ciudadano responsable y sin más conocimiento financiero que el propio manejo de su dinero, le llamaría la atención: Los gastos totales del sector público se incrementaron 12.5% en términos reales y anuales, sumando casi 912 mil millones de pesos. Y para mayores datos el gasto programable se incrementó 13.7%.
Como todos sabemos, los incrementos en el gasto no deben ser un problema siempre y cuando los ingresos también se incrementen por lo menos en la misma medida y, en el mejor de los casos, cuando este incremento es mayor que el gasto realizado. Pero en el caso de las finanzas públicas esto no ha sido así.
Los ingresos presupuestarios al primer trimestre del año se incrementaron solo 7.2% en términos reales comparado con el año pasado, es decir, a un menor ritmo que el incremento observado en el gasto.
Hasta aquí lo que tenemos es la confirmación de una peligrosa tendencia que ya hemos visto desde hace varios años: Un acelerado incremento anual en el gasto público que no corresponde al incremento anual en los ingresos.
Pero el problema mayor no estriba solo en un potencial desequilibrio de la relación gasto-ingreso, sino en la calidad de los componentes de ese gasto y del ingreso que estamos apuntando.
En este primer trimestre del año el incremento de 7.2% en los ingresos presupuestarios se debió a los fuertes ingresos petroleros (18.8%) derivados de mayores precios del petróleo en el mundo. Tan solo por derechos y aprovechamientos el gobierno federal ingresó en este primer trimestre casi 30% más que el año pasado (para ser exactos: 63,893 millones de pesos más que en 2011). Lamentablemente nadie puede garantizar que estos ingresos continúen creciendo a ese ritmo, o siquiera creciendo; por lo que el crecimiento de este ingreso es temporal en esencia.
En cambio el grueso de los ingresos públicos que tienen una base y ritmo de mayor consistencia –los ingresos por impuestos- apenas crecieron 1.3% en el primer trimestre.
Sin embargo –y es la otra cara de la moneda- el gasto total creció 12.5%. Los gastos denominados ‘de desarrollo económico’ se incrementaron 22.6% a tasa real anual, las aportaciones federales y transferencias a estados y municipios crecieron 13.1% y los recursos destinados al pago de pensiones y jubilaciones crecieron 14.4% real anual en el primer trimestre del año.
Con estas cifras, y la de años anteriores, es obvia la tendencia al deterioro en la calidad del balance público. Mientras que los ingresos petroleros sigan a la alza no habrá incentivo posible para que los políticos se embarquen en una reforma hacendaria en serio.
Y una cosa más: por esta ruta las finanzas públicas ‘no van en caballo de hacienda’ como se nos ha dicho.
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