EPN, la gobernabilidad

Gregorio Ortega Molina / La Costumbre Del Poder

12 años de panato heredarán a EPN un país caótico, sin orden ni concierto, sin unidad ni gobernabilidad. Reconvertir México del modelo político de la Revolución -que no da para más- en un país que debe competir con ciertas ventajas en la globalización, en el libre comercio y dentro del mangoneo que de los gobiernos hacen los mercados de valores anidados en Wall Street, protegidos por la legislación de EEUU, es un desafío mayor que los siete trabajos de Hércules.

Si el próximo presidente de la República y su equipo han hecho las cuentas alegres del carro completo electoral, regresar la respetabilidad a las instituciones públicas y privadas les resultará un poco menos difícil, pero si su supuesto conocimiento de la sociedad y sus diversos estados de ánimo les dan una sorpresa y no logran la mayoría relativa en el Congreso, ya no digamos la absoluta o calificada, la luna de miel entre la sociedad y EPN no obtendrá los mil días que permitieron a John Kennedy establecer el paradigma del Camelot del siglo XX. Gobernar no es hacer milagros.

Desconozco los escenarios que tengan previstos, por lo que mi análisis parte de los hechos: los mexicanos viven en un país cuyo gobierno permitió que dotaran con armas de alto poder a delincuentes y guerrilleros; las cifras de la violencia no son confiables, pues no hay actas ministeriales que las avalen; hay más pobreza alimentaria, lo que fomenta desesperanza y poca o nula confiabilidad en el PAN; no hay empleo; el Estado es débil, por no decir fallido y, lo peor, los mexicanos están confrontados desde que así lo dispuso la estrategia electoral panista durante 2006. Nada se resolverá por ensalmo.

Para restablecer la gobernabilidad, una vez que su triunfo electoral sea público, EPN debe evitar acudir a la embajada de EEUU en México. Si el sucesor de Tony Garza quiere verlo, debe ser en territorio del candidato triunfante. Después, tiene que replantear la relación bilateral con el Imperio, de ella dependerá el éxito o fracaso de su gobierno, el respaldo de la sociedad. No puede entregarse como lo hicieron desde Zedillo hasta Calderón.

En el ámbito partidista las decisiones deben ser contundentes, claras, simples, para demostrar que los priistas no son lo que denuncian el PAN y el PRD. Deben deslindarse de CSG y EZP. No confundir la exigencia de justicia de los mexicanos con las complicidades que aseguran lealtades equívocas, pues la única necesaria para EPN es la de sus electores. A Zedillo debe dejársele responder a la CPI. Convocar a un Asamblea del PRI para actualizar sus documentos básicos y su ideología a los tiempos que corren, y no estén en contradicción con las reformas constitucionales.

Si reordena la relación bilateral con EEUU y dignifica el rostro del PRI, EPN podrá iniciar la transición, reformar el modelo político para facilitar el regreso del Ejército a los cuarteles, dar su dimensión policiaca a la criminalidad, regresar el poder adquisitivo al salario, crear empleos, evitar la doble tributación a los profesionistas, desprenderse de ese sindicalismo que fue útil al corporativismo, pero que hace mucho dejó de ser funcional y sólo chantajea al gobierno, porque es su única manera de supervivencia.

De lo contrario, la violencia se recrudecerá.

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