Enfrentar guerrillas

Francisco Rodriguez / Índice Político

No importa la veda que le imponen las leyes electorales. En plena campaña de los candidatos a terminar su ocupación de Los Pinos, el señor Felipe Calderón saltó a escena para sostener que no hay estrategia alguna de combate al crimen organizado que sea más viable que la que mantiene su fallida Administración.

Reunido con los industriales agrupados en la Confederación de Cámaras Industriales (Concamin), en su 94 Asamblea General Ordinaria, el michoacano censuró a los críticos de su estrategia anticrimen por rechazarla, primero, e insinuar, después, que debe ser reforzada.

“Se ha criticado mucho, se han dicho muchas cosas, algunas de ellas, por cierto, falsas, pero es muy claro, en honor a la verdad, que a la fecha no hay en el debate público, ninguna alternativa verdaderamente distinta, viable y clara a lo que se está haciendo hoy; al contrario, lo que hemos escuchado son voces que señalan que hay que reforzar lo que se ha venido haciendo”, planteó con cierta dosis de arrogancia.

La realidad, empero, desmiente a Calderón y, claro, le baja los humos.

Porque, de acuerdo a conocedores consultados por este escribidor, el crimen organizado ya ha devenido en guerrilla urbana. El escenario regiomontano es ejemplificativo: ahí, en Monterrey, tiene ya rato que se protagoniza una guerra de guerrillas. Comandos urbanos enfrentados a las fuerzas federales, con la ciudadanía indefensa en medio de ambas fuerzas.
Alto ahí, podría decir cualquiera. La violencia desatada en la capital de Nuevo León, como en muchas otras ciudades de la República, no puede conceptuarse como “guerra de guerrillas”, habida cuenta de que la lucha entre los dos bandos es por motivos económico-comerciales, tal como el predominio de determinado grupo para traficar, extorsionar, secuestrar, asesinar. Tendrán parcialmente la razón.
Porque la guerra de guerrillas, de acuerdo también a conocedores del tema, se puede catalogar no sólo como forma de lucha ideológica, también como modus operandi. Y como guerrilla urbana, reitero, es que actúan los criminales lo mismo en Monterrey, que en Ciudad Juárez o en Culiacán y Acapulco.
Pero ha sido precisamente en Monterrey donde los grupos delincuenciales en disputa por el territorio han recurrido en varias ocasiones a una de las características más señaladas por las guerrillas: han buscado, y conseguido, el apoyo de la sociedad civil por ejemplo en los llamados “narco-bloqueos” –cierre de calles y avenidas para facilitar la huida de los delincuentes–, lo mismo que en manifestaciones callejeras.
En no pocos de sus enfrentamientos con las fuerzas federales, además, los delincuentes guión “guerrilleros” han resultado triunfantes, lo cual ha servido para mantener elevada la moral de los sicarios de este o aquél cartel.
Estos grupos, además, afrontan no pocos problemas de disciplina interna. De ahí surgen las riñas, los desafíos a los contrincantes, pero también los abusos y crímenes que afectan a la sociedad civil.
¿Críticas a la fallida guerra de Calderón en contra de (casi) toda la delincuencia? Sí, en efecto, son muchas y muy variadas. Provienen tanto de expertos como de legos –este escribidor, uno de ellos, pero por tal es que recurre a quienes sí saben–; de contrincantes políticos, claro, pero también de quienes son correligionarios de Calderón y no están atados a las nóminas del erario público…
¿Propuestas alternativas? Las ha habido. Y muchas. Desde aquellas que proponen hacer énfasis en la reconstrucción del tejido social, empezando desde prácticamente desde cero, hasta aquellas que demandan menos recursos para comprar armas y equipar a la frustránea policía federal y más para promocionar el empleo, la educación, la salud de los mexicanos.
Pero hay una que encontré revisando documentos relativos a la Batalla de Puebla que en un par de días cumplirá 150 años. La propuso don Benito Juárez en un decreto firmado por él veinte días antes del 5 de mayo: precisamente el 12 de abril de 1862:
“Se autoriza a los gobernadores de los Estados para que expidan patentes para el levantamiento de guerrillas, discrecionalmente y según las circunstancias; pero las guerrillas que se encontraren en lugares distantes diez leguas del punto donde haya enemigos, serán castigadas como cuadrilla de ladrones.
“4. Se autoriza igualmente a los gobernadores de los Estados para que dispongan, siempre que el caso lo exija, de todas las rentas públicas, y para que se proporcionen los recursos que necesiten de la manera menos onerosa posible…”
Esto es, hay que des-federalizar a la policía. Exactamente lo contrario de lo que, fallidamente para no variar, han pretendido Calderón y su secuaz Genaro García Luna.
Encomendar a las autoridades locales la lucha en contra de la delincuencia organizada, ya que la Federación ha fracasado rotundamente. ¿Cómo lo ve usted?

Índice Flamígero: Sospecha el gobernador michoacano Fausto Vallejo que, tras las algaradas estudiantiles del fin de semana anterior está la mano del EPR. + + + Por cierto que a su paisano Calderón ya nada más le quedan 212 días para seguir presumiendo logros que sólo él ve.

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