Guillermo Fabela
Los candidatos a la Presidencia de la República coinciden en hablar de cambios en el país, sin especificar en qué consistirían tales cambios. El único que lo ha dicho, sin entrar aún en detalles, es Andrés Manuel López Obrador, quien de manera reiterada se ha referido al imperativo de modificar el modelo económico vigente, pues sin duda es el principal causante de la inseguridad y su secuela de violencia extrema. La cuestión central en este momento es saber si los abanderados del PRI y del PAN están dispuestos a cambiarlo. Con toda certeza podemos asegurar que no lo harían, por sus compromisos con los grupos oligárquicos que se han beneficiado de manera extraordinaria con su aplicación, en detrimento de las condiciones de vida de las clases mayoritarias.
El hecho de que no tengan ni siquiera la libertad de nombrar a su gabinete, demuestra lo atado de manos que están para modificar las reglas impuestas a México por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. Podrían argumentar algunos que ni López Obrador lo haría, debido a que el país es el que está literalmente hipotecado y no hay posibilidad de que el abanderado de la izquierda tome decisiones de manera unilateral, sin el consentimiento de nuestros principales acreedores. Sería una apreciación equivocada, pues no se trata de pedir permiso, sino de voluntad política para actuar en defensa de intereses prioritarios del país, quieran o no quienes se benefician de la situación prevaleciente en México.
Es así porque ya no es posible contemporizar con grupos trasnacionales, so pena de liquidar una mínima posibilidad de progreso para los mexicanos. O se actúa plenamente en defensa de los intereses nacionales, o se pierde de manera definitiva la oportunidad de cambiar el modelo económico en beneficio de la nación. Se rebasaron las condiciones que permitían negociar un poco de oxígeno para la economía nacional. Ya no existen, porque México es el país de América Latina más afectado por seguir un modelo económico que frenó miserablemente el desarrollo desde hace tres décadas. Como muestra basten algunos botones:
El propio Inegi calculó que para 2010 estaban en la informalidad 12.8 millones d personas en ese sector, y como la informalidad tiene como característica fundamental la imposibilidad de tener acceso a las instituciones de salud, la cifra asciende en realidad a 28.8 millones de personas, en lo que coincide el Centro de Análisis Multidisciplinario (CAM) de la Facultad de Economía de la UNAM. El problema se agrava porque quienes tienen la fortuna de tener trabajo, cada día su salario se reduce porque así lo determina el modelo económico. La propia Oficina de Estadísticas del Trabajo del gobierno estadounidense, en su informe de marzo de 2011 referido a salarios del sector de manufacturas, señala que en cinco años los salarios en China aumentaron 119 por ciento, mientras que en México lo hicieron 22 por ciento.
Entre 2003 y 2008, el salario en el sector manufacturero en el país asiático pasó de 0.62 dólares la hora a 1.36, equivalente a un incremento de 17 por ciento; mientras que en México se movió de 2.59 dólares la hora a 3.16, o sea un aumento de 4.1 por ciento anual. El plan de aumentos salariales en China de aquí hasta 2015 es de 13 por ciento anual, mientras que aquí apenas se rebasa el tope de 4 por ciento, lo que coloca a los trabajadores mexicanos entre los peor remunerados del mundo, en daño no sólo de su economía, sino del mercado interno al reducirse anualmente el consumo de los asalariados.
De acuerdo con datos de la Cepal, México pasará muy pronto a ser el país de América Latina con los salarios más bajos, pues Bolivia, el que está en peor situación que nuestro país en lo que se refiere a salarios mínimos, al ser de 119 dólares mensuales, mientras que el mínimo mexicano es de 128 dólares, los aumentos que tiene programados el gobierno boliviano son superiores a 20 por ciento, del año pasado en adelante, mientras que aquí son de 4.1 por ciento anual. En cambio, en Argentina el salario mínimo es de 545 dólares mensuales, con 25 por ciento de incremento a los mínimos.
Lo anterior ha dado por resultado que los trabajadores mexicanos consuman cada vez menos alimentos y vean reducidas sustancialmente sus condiciones de vida. Así lo demuestra la comparación siguiente: si un trabajador obtuviera un aumento de 740.2 por ciento (el indispensable para compensar la pérdida que ha tenido de 1983 a diciembre de 2011), no le alcanzaría más que para adquirir una Canasta Básica Indispensable (CBI), no para otros satisfactores, como salud, vivienda, transporte, educación, como lo establece la Carta Magna.
Sin embargo, Felipe Calderón afirma que en su “administración” creció el poder adquisitivo de los salarios mínimos “como nunca antes”, que la economía crece (“más que la de Estados Unidos”) y genera empleos. Entonces, ¿por qué hay más de siete millones de jóvenes que ni estudian ni trabajan, además de 600 mil que han sido reclutados por el crimen organizado, como afirma José Luis Calva, investigador del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM?
Los candidatos a la Presidencia de la República coinciden en hablar de cambios en el país, sin especificar en qué consistirían tales cambios. El único que lo ha dicho, sin entrar aún en detalles, es Andrés Manuel López Obrador, quien de manera reiterada se ha referido al imperativo de modificar el modelo económico vigente, pues sin duda es el principal causante de la inseguridad y su secuela de violencia extrema. La cuestión central en este momento es saber si los abanderados del PRI y del PAN están dispuestos a cambiarlo. Con toda certeza podemos asegurar que no lo harían, por sus compromisos con los grupos oligárquicos que se han beneficiado de manera extraordinaria con su aplicación, en detrimento de las condiciones de vida de las clases mayoritarias.
El hecho de que no tengan ni siquiera la libertad de nombrar a su gabinete, demuestra lo atado de manos que están para modificar las reglas impuestas a México por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. Podrían argumentar algunos que ni López Obrador lo haría, debido a que el país es el que está literalmente hipotecado y no hay posibilidad de que el abanderado de la izquierda tome decisiones de manera unilateral, sin el consentimiento de nuestros principales acreedores. Sería una apreciación equivocada, pues no se trata de pedir permiso, sino de voluntad política para actuar en defensa de intereses prioritarios del país, quieran o no quienes se benefician de la situación prevaleciente en México.
Es así porque ya no es posible contemporizar con grupos trasnacionales, so pena de liquidar una mínima posibilidad de progreso para los mexicanos. O se actúa plenamente en defensa de los intereses nacionales, o se pierde de manera definitiva la oportunidad de cambiar el modelo económico en beneficio de la nación. Se rebasaron las condiciones que permitían negociar un poco de oxígeno para la economía nacional. Ya no existen, porque México es el país de América Latina más afectado por seguir un modelo económico que frenó miserablemente el desarrollo desde hace tres décadas. Como muestra basten algunos botones:
El propio Inegi calculó que para 2010 estaban en la informalidad 12.8 millones d personas en ese sector, y como la informalidad tiene como característica fundamental la imposibilidad de tener acceso a las instituciones de salud, la cifra asciende en realidad a 28.8 millones de personas, en lo que coincide el Centro de Análisis Multidisciplinario (CAM) de la Facultad de Economía de la UNAM. El problema se agrava porque quienes tienen la fortuna de tener trabajo, cada día su salario se reduce porque así lo determina el modelo económico. La propia Oficina de Estadísticas del Trabajo del gobierno estadounidense, en su informe de marzo de 2011 referido a salarios del sector de manufacturas, señala que en cinco años los salarios en China aumentaron 119 por ciento, mientras que en México lo hicieron 22 por ciento.
Entre 2003 y 2008, el salario en el sector manufacturero en el país asiático pasó de 0.62 dólares la hora a 1.36, equivalente a un incremento de 17 por ciento; mientras que en México se movió de 2.59 dólares la hora a 3.16, o sea un aumento de 4.1 por ciento anual. El plan de aumentos salariales en China de aquí hasta 2015 es de 13 por ciento anual, mientras que aquí apenas se rebasa el tope de 4 por ciento, lo que coloca a los trabajadores mexicanos entre los peor remunerados del mundo, en daño no sólo de su economía, sino del mercado interno al reducirse anualmente el consumo de los asalariados.
De acuerdo con datos de la Cepal, México pasará muy pronto a ser el país de América Latina con los salarios más bajos, pues Bolivia, el que está en peor situación que nuestro país en lo que se refiere a salarios mínimos, al ser de 119 dólares mensuales, mientras que el mínimo mexicano es de 128 dólares, los aumentos que tiene programados el gobierno boliviano son superiores a 20 por ciento, del año pasado en adelante, mientras que aquí son de 4.1 por ciento anual. En cambio, en Argentina el salario mínimo es de 545 dólares mensuales, con 25 por ciento de incremento a los mínimos.
Lo anterior ha dado por resultado que los trabajadores mexicanos consuman cada vez menos alimentos y vean reducidas sustancialmente sus condiciones de vida. Así lo demuestra la comparación siguiente: si un trabajador obtuviera un aumento de 740.2 por ciento (el indispensable para compensar la pérdida que ha tenido de 1983 a diciembre de 2011), no le alcanzaría más que para adquirir una Canasta Básica Indispensable (CBI), no para otros satisfactores, como salud, vivienda, transporte, educación, como lo establece la Carta Magna.
Sin embargo, Felipe Calderón afirma que en su “administración” creció el poder adquisitivo de los salarios mínimos “como nunca antes”, que la economía crece (“más que la de Estados Unidos”) y genera empleos. Entonces, ¿por qué hay más de siete millones de jóvenes que ni estudian ni trabajan, además de 600 mil que han sido reclutados por el crimen organizado, como afirma José Luis Calva, investigador del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM?
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