El regreso de Humpty Dumpty

Raymundo Riva Palacio

Iniciada la siguiente fase de la campaña tras el debate presidencial, Andrés Manuel López Obrador, como lo hizo en 2006, se volvió a encerrar en Humpty Dumpty, esa figura en forma de huevo, personaje de Lewis Carroll en Alicia en el país de las maravillas, que es la metáfora de su instinto político.

Este poderoso candidato, parafraseando a la historiadora Bárbara Tuchman, suele olvidar que la política debe ser política de un grupo y no de un individuo, lo que lo puede llevar al fracaso una vez más.

López Obrador hizo una campaña sectaria en 2006 encerrado con sus incondicionales, con los que creó un aparato electoral alterno al PRD. Se aferró a decisiones personales –ausentarse al primer debate o preferir el plantón que una huelga de hambre-, y tácticas –decirle al presidente de Cemex, Lorenzo Zambrano, que lo buscaba para apoyarlo, que lo recibiría después de ganar la Presidencia-.

En su libro La marcha de la locura, Tuchman recuerda a Luis XIV como uno de los líderes paradigmáticos del actuar en contra del interés propio, que suena muy familiar en el trópico.López Obrador hizo una autocrítica el año pasado donde reconoció esos errores, que es un ejercicio indispensable para evitar caer una vez más en lo mismo.

Sin embargo, ha vuelto a ser lo que siempre fue, un político que actúa más empírico que profesional, más por instinto que disciplinado al trabajo de equipo. El pasado no fue prólogo sino anécdota, a decir por lo que ha venido sucedido últimamente en su equipo estratégico.

Su forma unipersonal de liderazgo aceleró conflictos internos –naturales por cierto- en su equipo cercano, que salvó las deserciones pero quitó energía colectiva al proyecto.

Más adelante se dio el choque entre el coordinador de la campaña, Ricardo Monreal, con el equipo de imagen y propaganda, que encabezan el cineasta Luis Mandoki, y un estratega uruguayo. Monreal sufre por falta de apoyo –la auditoría a la propaganda exterior de Enrique Peña Nieto lo hizo sin respaldo de López Obrador-, y Mandoki sufre porque el candidato no se atiene a la estrategia –pese al éxito de la República Amorosa que le frenó los negativos-para buscar el voto de los indecisos.

Se vio en el debate, donde beligerante y recurrente en temas, habló a su vieja clientela, vis-a-vis el nuevo spot de su campaña , donde no toca ninguno de esos temas y ni siquiera aparece él, donde apela a ese gran mercado clasemediero donde están los votos que necesita para entrar en competencia real.

El caso del monarca Luis XIV es, en efecto, paradigmático. Provocó el desplome de Francia al agotar sus recursos humanos y económicos, mediante medidas que su corte, lejos de cuestionar, aplaudieron. Incluso Madame de Pompadeur, amante de su sucesor, diría con soberbia: “Después de nosotros, el diluvio”.

Como planteó Tuchman, persistir en la insensatez es una forma de locura.El Humpty Dumpty que tiene López Obrador en su corazón lo llevó en 2006 por ese camino. La política no se mide por actos de fe, sino por resultados. Y en ese contexto, fracasó.

Hoy en día, el camino equivocado de hace seis años lo tienen muy por debajo del candidato que fue entonces, pero su discurso y lenguaje sigue siendo como el del personaje de Alicia en el país de las maravillas, cuando le dice con ironía: “Cuando uso una palabra significa exactamente lo que he elegido que signifique; ni más, ni menos”.

La dicotomía en su propio mensaje, o entre sus frases y sus spots, provoca que la palabra de López Obrador signifique muchas cosas para muchos públicos. En 2006, su retórica no le alcanzó ni en las urnas, como dijeron las instituciones, ni en las percepciones, que le habrían alimentado y fortalecido su lucha post electoral. Volvió en 2012 en un segundo esfuerzo por la Presidencia, pero evocando al Ricardo III de Shakespeare -a quien se presume estuvo atrás de los acertijos de Humpty Dumpty-, al final de todo no le basten todos los hombres y los caballos del Rey para volverlo a poner en lo alto del muro en que estaba, tras haber destruido todo lo que había logrado.

Falta la mitad de la campaña presidencial y López Obrador va mejor de lo que se había anticipado, inclusive a pesar de él. Si ahora coopera con su equipo, como no lo hizo en 2006, se ayudará, ayudará a la izquierda y al país, introduciendo el contrapeso y la opción que muchos buscan.

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