El futuro pasa por los jóvenes

Por una democracia sin demagogia
El horizonte poselectoral

Miguel Ángel Velázquez / Ciudad Perdida


Para un grupo de jóvenes con los que hemos podido hablar en los días recientes, que se hallan involucrados en el movimiento por cambiar el destino que algunos tratan de imponer al país, está más que claro que este último fin sólo se lograría borrando del mapa electoral a buena parte de la población, es decir, castrando la voluntad política del sector mayoritario de la población.

El instrumento para cumplir tal acción también lo tienen claro, y por ello se manifiestan a sus puertas, con la exigencia, casi imposible de cumplir, de hacer de las televisoras medios de información imparcial que permitan la reflexión de quienes acuden a ellas para saber qué acontece.

Y es que fue un exceso, comentan. Fue más de un año, tal vez más, dicen. Todos los días a todas horas la misma imagen, la misma cara, el comentario aplaudidor, la consigna que advertía que ellos, los mejores de México, ya tenían candidato, que ya habían elegido y que los demás debían seguir, sin reclamo, sin pensar, lo predestinado.

La respuesta fue directa: Yo sí pienso, parecían decir los chavos que mostraban sin miedos su rechazo a la imposición. Así empezó, ahora van por más, tal vez por construir la democracia que hoy está envuelta en demagogia y que sirve para, en su nombre, cometer cualquier tipo de atrocidades.

Decidir el camino cuesta mucho trabajo, más cuando de lo que se trata es de llegar a un acuerdo que sostenga una lucha contra lo que les daña, pero siempre guardando el respeto que se debe a cada una de las expresiones políticas que convergen en el movimiento.

Aun así, poco a poco se han logrado los primeros acuerdos y se camina con firmeza a escenarios sorprendentes, si se tiene en cuenta que los jóvenes no significaban en el espectro electoral sino un grupo al que se podía manipular desde las pantallas que monopolizan los concesionarios de las televisoras.

Y aunque el tema Peña Nieto pesa en las conversaciones, porque a fin de cuentas para ellos esa candidatura marca el inicio del movimiento, lo más importante está por venir, porque se ha propuesto mirar al futuro, más allá incluso del día de la elección, más allá de la pugna poselectoral a la que desde muchos frentes, los mismos que ellos atacan, empiezan a construir como amenaza a la democracia.

Es decir, desde ya hay voces que pugnan por un pacto de silencio entre candidatos para evitar, dicen, algo parecido a lo que sucedió en 2006, pero más bien la lectura que se levanta en torno a esa convocatoria es que el fraude se empieza a cocinar, y que un haiga sido como haiga sido debe contar con el aval ciego de los candidatos.

Contra eso es por lo que los jóvenes están luchando, no nada más contra un candidato, al que ya tienen bien identificado, sino contra la segunda fase del accionar del poder, y el fraude no se puede descartar, de ninguna manera. Por eso, porque el país no puede seguir naufragando en la impunidad, es que los chavos se organizan para evitarlo.

Así las cosas, los estudiantes siguen adelante en su propósito de limpiar no sólo la elección próxima, sino la política en México, que, desde luego, requiere de esas manos, de esas voces, para evitar la continuidad del fracaso. Y que bien que en la tranquilidad del Distrito Federal puedan ejercer, con toda libertad, sin temores de represión, el derecho a decidir su futuro. Así sea.

De pasadita

Ya es hora de que las autoridades de tránsito pongan en orden a las compañías refresqueras y cerveceras. Y es que quienes manejan los camiones estacionan sus vehículos donde mejor les place, así obstruyan lo que obstruyan, sin que ningún policía, ninguna grúa, de esas que son implacables con los autos particulares, hagan algo por impedir las constantes violaciones al reglamento de tránsito. ¿Hasta cuándo les van a permitir hacer lo que se les pegue la gana? ¿Ttan poderosos son los dueños de esas marcas que no se les toca ni con una advertencia pública? ¿Qué pasa con la autoridad?

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