Ricardo Alemán
¿Se debe o no suspender un juego de futbol para no quitar atención al debate de los presidenciables? ¿Se debe o no trasmitir el debate por canales estelares de las televisoras de señal abierta?
Ese es el debate público, previo al debate presidencial.
Y por increíble que parezca, resulta abrumadora la opinión de los que —escudados en un paternalismo trasnochado— apelan a que se imponga el autoritarismo más rancio para —con ello— cuidar la conciencia democrática de ciudadanos y potenciales electores; evitar que los distraiga un vulgar espectáculo como el futbol que —según los paternalistas demócratas— poco o nada vale frente al tesoro supremo de la democracia electoral.
¡Y ay de aquel que se atreva a distraer la atención del “respetable” —del debate presidencial—, porque entonces será un traidor a la patria!
¿Qué significa que tanto el IFE como los prohombres de la dizque izquierda y uno que otro “intelectual trasnochado” pretendan imponer a los ciudadanos un espectáculo político electoral que, de suyo, parece destinado al fracaso?
En el fondo —les guste o no a los dizque demócratas mexicanos— asistimos a uno de los actos más brutales contra la democracia electoral mexicana; contra libertades fundamentales, como el libre albedrío en la oferta televisiva; la libertad de decidir si los ciudadanos vemos o no tal canal de televisión, tal o cual espectáculo, tal o cual programa, juego de futbol o debate presidencial.
Y lo peor del caso es que el mismísimo árbitro electoral, los mismísimos partidos de la dizque izquierda y la derecha —y sus respectivos candidatos—, los mismísimos dizque demócratas, promueven una brutal censura dizque para proteger la democracia electoral.
Por eso la pregunta. ¿De verdad los electores mexicanos necesitamos que “manos generosas” limpien el espectro mediático para lograr —con ello— fijar nuestra atención en el debate presidencial? Suponer que requerimos ese paternalismo es reconocer el fracaso de la democracia electoral, el fracaso de los partidos, los políticos y la política en general. En el fondo, asistimos al fracaso de la democracia y de costosas instituciones como el IFE.
Y, claro, se confirma que los partidos, los políticos, los árbitros, la dizque izquierda y la dizque intelectualidad, consideran a los ciudadanos verdaderos idiotas, que prefieren la vulgaridad del espectáculo del futbol antes que el enriquecedor —y profundamente aburrido— debate presidencial.
Lo cierto es que los ciudadanos no están interesados en un debate, gracias a la mediocridad de los políticos, sus partidos y candidatos. No les interesa el debate, por la mediocridad de sus propuestas. Y es que, además de mediocres, los políticos y sus partidos —junto con el árbitro electoral— han regresado al más grosero autoritarismo, propio de los tiempos del más rancio PRI. Y por pura casualidad, el PRI de Peña Nieto ni pío dice.
El escándalo se inició, como todos saben, cuando en medios, en redes sociales y —sobre todo— entre la clase política “se armó la gorda” al conocerse la noticia de que los empresarios del futbol mexicano y, en especial, el propietario de Televisión Azteca, cometieron el sacrilegio de “lesa democracia” al negarse a cancelar un juego programado a las 20:00 horas del domingo próximo.
En los días previos, el IFE y equipos de candidatos presidenciales —como las izquierdas— apelaron a “la sensibilidad” de los empresarios del también llamado “balompié”, para modificar el horario de trasmisión del futbol, programado para el domingo a las 20:00 horas, mismo horario del primer debate de los presidenciales.
La escandalera creció cuando Ricardo Salinas —propietario de Televisión Azteca— se burló de quienes pretenden dar prioridad al debate por sobre el espectáculo deportivo de millones.
Desde su cuenta de Twitter, Salinas escribió: “Si quieren debate, véanlo por Televisa, si no, vean el futbol por Azteca. Yo les paso los ratings el día siguiente”. El mensaje alteró las buenas conciencias de muchos “demócratas” que lanzaron toda clase de improperios y expresiones de censura al intocable dueño de Azteca y socio de la industria del futbol.
Sin embargo, por indeseable que pudiera resultar el señor Salinas, tiene toda la razón. Y es que los ciudadanos y potenciales electores lo menos que requieren es otra censura a sus libertades básicas. ¿Qué tal la democracia y los demócratas mexicanos? Lo más cuestionable es que esa censura la promueven las izquierdas y la derecha, que consideran idiotas a los electores.
¿Se debe o no suspender un juego de futbol para no quitar atención al debate de los presidenciables? ¿Se debe o no trasmitir el debate por canales estelares de las televisoras de señal abierta?
Ese es el debate público, previo al debate presidencial.
Y por increíble que parezca, resulta abrumadora la opinión de los que —escudados en un paternalismo trasnochado— apelan a que se imponga el autoritarismo más rancio para —con ello— cuidar la conciencia democrática de ciudadanos y potenciales electores; evitar que los distraiga un vulgar espectáculo como el futbol que —según los paternalistas demócratas— poco o nada vale frente al tesoro supremo de la democracia electoral.
¡Y ay de aquel que se atreva a distraer la atención del “respetable” —del debate presidencial—, porque entonces será un traidor a la patria!
¿Qué significa que tanto el IFE como los prohombres de la dizque izquierda y uno que otro “intelectual trasnochado” pretendan imponer a los ciudadanos un espectáculo político electoral que, de suyo, parece destinado al fracaso?
En el fondo —les guste o no a los dizque demócratas mexicanos— asistimos a uno de los actos más brutales contra la democracia electoral mexicana; contra libertades fundamentales, como el libre albedrío en la oferta televisiva; la libertad de decidir si los ciudadanos vemos o no tal canal de televisión, tal o cual espectáculo, tal o cual programa, juego de futbol o debate presidencial.
Y lo peor del caso es que el mismísimo árbitro electoral, los mismísimos partidos de la dizque izquierda y la derecha —y sus respectivos candidatos—, los mismísimos dizque demócratas, promueven una brutal censura dizque para proteger la democracia electoral.
Por eso la pregunta. ¿De verdad los electores mexicanos necesitamos que “manos generosas” limpien el espectro mediático para lograr —con ello— fijar nuestra atención en el debate presidencial? Suponer que requerimos ese paternalismo es reconocer el fracaso de la democracia electoral, el fracaso de los partidos, los políticos y la política en general. En el fondo, asistimos al fracaso de la democracia y de costosas instituciones como el IFE.
Y, claro, se confirma que los partidos, los políticos, los árbitros, la dizque izquierda y la dizque intelectualidad, consideran a los ciudadanos verdaderos idiotas, que prefieren la vulgaridad del espectáculo del futbol antes que el enriquecedor —y profundamente aburrido— debate presidencial.
Lo cierto es que los ciudadanos no están interesados en un debate, gracias a la mediocridad de los políticos, sus partidos y candidatos. No les interesa el debate, por la mediocridad de sus propuestas. Y es que, además de mediocres, los políticos y sus partidos —junto con el árbitro electoral— han regresado al más grosero autoritarismo, propio de los tiempos del más rancio PRI. Y por pura casualidad, el PRI de Peña Nieto ni pío dice.
El escándalo se inició, como todos saben, cuando en medios, en redes sociales y —sobre todo— entre la clase política “se armó la gorda” al conocerse la noticia de que los empresarios del futbol mexicano y, en especial, el propietario de Televisión Azteca, cometieron el sacrilegio de “lesa democracia” al negarse a cancelar un juego programado a las 20:00 horas del domingo próximo.
En los días previos, el IFE y equipos de candidatos presidenciales —como las izquierdas— apelaron a “la sensibilidad” de los empresarios del también llamado “balompié”, para modificar el horario de trasmisión del futbol, programado para el domingo a las 20:00 horas, mismo horario del primer debate de los presidenciales.
La escandalera creció cuando Ricardo Salinas —propietario de Televisión Azteca— se burló de quienes pretenden dar prioridad al debate por sobre el espectáculo deportivo de millones.
Desde su cuenta de Twitter, Salinas escribió: “Si quieren debate, véanlo por Televisa, si no, vean el futbol por Azteca. Yo les paso los ratings el día siguiente”. El mensaje alteró las buenas conciencias de muchos “demócratas” que lanzaron toda clase de improperios y expresiones de censura al intocable dueño de Azteca y socio de la industria del futbol.
Sin embargo, por indeseable que pudiera resultar el señor Salinas, tiene toda la razón. Y es que los ciudadanos y potenciales electores lo menos que requieren es otra censura a sus libertades básicas. ¿Qué tal la democracia y los demócratas mexicanos? Lo más cuestionable es que esa censura la promueven las izquierdas y la derecha, que consideran idiotas a los electores.
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