Jorge Diaz
Mucho se habló en los días anteriores al debate sobre el objetivo real de los contendientes: los indecisos. Para ganar definitivamente los necesitan convencer, pero la realidad dista mucho de que alguno de ellos lo haya logrado en el debate de ayer, por lo menos lo suficiente como para meterse a la pelea en el caso de Vázquez Mota y AMLO, o para asegurar la victoria en el caso de Peña Nieto.
Probablemente Gabriel Quadri asegure a su partido, el PANAL, el registro tan anhelado para esos grupos políticos como el que él representa, que sólo se alimentan del presupuesto sin aportar nada más y por lo tanto, se podría mostrar satisfecho.
Pero lejos de la frivolidad del registro del PANAL, lo que realmente interesaba era ver a los otros tres en una actitud de gran capacidad e inteligencia para brillar. Distinguirse tanto en la defensa como en el ataque y en las propuestas de avanzada que conquistaran al elector. Sin embargo, todo se les fue en ir tomando la temperatura del otro, a medida que ellos creían que subía el tono en las palabras del contrincante, ellos soltaban otro poquito más para no quedarse atrás.
Fue precisamente ese cálculo el que los hizo verse tibios, descafeinados. El miedo a la palabra mal dicha, a dejarse ver de cuerpo entero, a arriesgar para sorprender al rival, los acabó. Si Vázquez Mota pretendía irse al cuello de Peña Nieto, debió haber articulado bien lo que quería transmitir para dejar un impacto en la audiencia, pero lo que logró fue un aislamiento entre ella y el público y todo se convirtió en un diálogo entre ellos dos, por lo que no creo que nadie haya comprado los argumentos de la niña Paulette y de los compromisos no cumplidos.
AMLO sonó a viejo y aunque tiene bien memorizado su discurso, se lo hemos escuchado hasta el cansancio y ya no logra lo que en otras ocasiones. Le faltó modernidad en todos sentidos. El indeciso lo conoce bien y lo siguió viendo tal cual.
Peña Nieto no tuvo otra más que responder como era lógico, pero alarma la actitud de quejarse todo el tiempo de estar en condiciones de desventaja. En esta ocasión fue el tiempo para hablar ¿cuál será el pretexto si llega a ser presidente? Es precisamente en las condiciones adversas en donde se ve el temple de los estadistas y empezar a quejarse porque le dan unos minutos menos que a los otros, no deja ver nada bueno.
En fin, que la tragedia del debate fue para los indecisos. Si las encuestas se mueven en favor de cualquiera de los cuatro candidatos será por resignación; o bien, la idea de la anulación del voto o la abstención dominará las próximas semanas, mientras llega el otro debate.
Mucho se habló en los días anteriores al debate sobre el objetivo real de los contendientes: los indecisos. Para ganar definitivamente los necesitan convencer, pero la realidad dista mucho de que alguno de ellos lo haya logrado en el debate de ayer, por lo menos lo suficiente como para meterse a la pelea en el caso de Vázquez Mota y AMLO, o para asegurar la victoria en el caso de Peña Nieto.
Probablemente Gabriel Quadri asegure a su partido, el PANAL, el registro tan anhelado para esos grupos políticos como el que él representa, que sólo se alimentan del presupuesto sin aportar nada más y por lo tanto, se podría mostrar satisfecho.
Pero lejos de la frivolidad del registro del PANAL, lo que realmente interesaba era ver a los otros tres en una actitud de gran capacidad e inteligencia para brillar. Distinguirse tanto en la defensa como en el ataque y en las propuestas de avanzada que conquistaran al elector. Sin embargo, todo se les fue en ir tomando la temperatura del otro, a medida que ellos creían que subía el tono en las palabras del contrincante, ellos soltaban otro poquito más para no quedarse atrás.
Fue precisamente ese cálculo el que los hizo verse tibios, descafeinados. El miedo a la palabra mal dicha, a dejarse ver de cuerpo entero, a arriesgar para sorprender al rival, los acabó. Si Vázquez Mota pretendía irse al cuello de Peña Nieto, debió haber articulado bien lo que quería transmitir para dejar un impacto en la audiencia, pero lo que logró fue un aislamiento entre ella y el público y todo se convirtió en un diálogo entre ellos dos, por lo que no creo que nadie haya comprado los argumentos de la niña Paulette y de los compromisos no cumplidos.
AMLO sonó a viejo y aunque tiene bien memorizado su discurso, se lo hemos escuchado hasta el cansancio y ya no logra lo que en otras ocasiones. Le faltó modernidad en todos sentidos. El indeciso lo conoce bien y lo siguió viendo tal cual.
Peña Nieto no tuvo otra más que responder como era lógico, pero alarma la actitud de quejarse todo el tiempo de estar en condiciones de desventaja. En esta ocasión fue el tiempo para hablar ¿cuál será el pretexto si llega a ser presidente? Es precisamente en las condiciones adversas en donde se ve el temple de los estadistas y empezar a quejarse porque le dan unos minutos menos que a los otros, no deja ver nada bueno.
En fin, que la tragedia del debate fue para los indecisos. Si las encuestas se mueven en favor de cualquiera de los cuatro candidatos será por resignación; o bien, la idea de la anulación del voto o la abstención dominará las próximas semanas, mientras llega el otro debate.
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