Alejandra Cullen Benítez
Es espectacular la campaña de Enrique Peña Nieto. La calidad de los spots, el cuidado de su imagen y, la expedita capacidad de respuesta de su equipo ante la adversidad sorprende. En un spot, pueden transformar una infernal reunión con estudiantes en la Ibero, en una conferencia pacífica, propositiva y llena de apoyo juvenil incondicional para su candidato. Lo llevan de salir correteado por universitarios a ser apapachado en Coahuila sin padecer el costo político de los abusos locales del PRI.
Peña es un producto perfecto. Su mercadotecnia política es prueba de su eficacia, pero en su calidad omite la visión de estado.
La lógica de venta de su mensaje es impecable: la eficacia y la aspiración. Nos ofrece la esperanza de construir un México rosa. Pero, en su telenovela abusan. Sus estrategas olvidan apegarse aunque sea un poco a la realidad. Por ejemplo, en Coahuila hundida entra el sobreendeudamiento y la violencia, Peña se comprometió, ante notario, a construir un periférico para resolver el tráfico en Saltillo.
Para el día de las madres, asistió a un evento en el Distrito Federal, hizo un spot que hace llorar por su contenido emotivo. Sin embargo no osó mencionar (ya no digamos atender) a las madres de los desaparecidos que marcharon en esta ciudad. Ni siquiera uno de sus abrazos sonrientes les pudo dedicar. El candidato puntero evade la realidad.
El PRI introdujo ya la palabra Paz en sus discursos pero poco o nada hablan de las causas o consecuencias de su ausencia. Crecen los reportajes sobre el impacto económico y el daño psicológico que genera la violencia. Se acerca la elección y el crimen organizado se ensaña. Las bandas compiten por presentar el mayor número de cadáveres o pedazos de los mismos en distintos estados de la República. El candidato hace caso omiso. Habla poco de inseguridad. La vende como un producto de la incompetencia panista. Mantienen el discurso polarizado de los buenos contra los malos. Se limita a ofrecer la presencia de las fuerzas federales en los estados y a capacitar policías. Nada nuevo.
Promete una nueva policía que llamará gendarmería. Olvida que, una policía federal con más de 36,000 elementos, será prácticamente el único cambio institucional concreto que herede la presente administración y ni así logró la paz. Pensará hacer de la estrategia de seguridad de Calderón lo que el PAN hizo con la política social priista en el 2000: cambiarle el nombre y mantenerla intacta, como cuando Progresa se convirtió en Oportunidades. Mientras, omite hacer propuestas para cubrir los inmensos vacíos existentes en materia de procuración de justicia, violación de derechos humanos, el desastre carcelario, la intacta tasa de impunidad nacional, o el desconsuelo de las víctimas.
Peña tiene una campaña impecable que hace caso omiso de la realidad nacional. Su página de Internet está llena de compromisos dignos de un alcalde o gobernador. Los de orden federal son tan generales que nadie puede refutarlos.
El candidato tricolor asegura estar en contacto estrecho con la sociedad. Se compromete a asumir las funciones de alcaldes y gobernadores en vez de plantear un nuevo modelo de coordinación intergubernamental. Necesita entender que va por la presidencia, no por la gobernatura. Vender imágenes, silenciar protestas, o terminar el centro de convenciones de Aguascalientes o ampliar el tren de Guadalajara no bastan para reconstruir la paz. Deben incorporar algo de realidad a su telenovela, antes que los indecisos se revelen en su contra.
Es espectacular la campaña de Enrique Peña Nieto. La calidad de los spots, el cuidado de su imagen y, la expedita capacidad de respuesta de su equipo ante la adversidad sorprende. En un spot, pueden transformar una infernal reunión con estudiantes en la Ibero, en una conferencia pacífica, propositiva y llena de apoyo juvenil incondicional para su candidato. Lo llevan de salir correteado por universitarios a ser apapachado en Coahuila sin padecer el costo político de los abusos locales del PRI.
Peña es un producto perfecto. Su mercadotecnia política es prueba de su eficacia, pero en su calidad omite la visión de estado.
La lógica de venta de su mensaje es impecable: la eficacia y la aspiración. Nos ofrece la esperanza de construir un México rosa. Pero, en su telenovela abusan. Sus estrategas olvidan apegarse aunque sea un poco a la realidad. Por ejemplo, en Coahuila hundida entra el sobreendeudamiento y la violencia, Peña se comprometió, ante notario, a construir un periférico para resolver el tráfico en Saltillo.
Para el día de las madres, asistió a un evento en el Distrito Federal, hizo un spot que hace llorar por su contenido emotivo. Sin embargo no osó mencionar (ya no digamos atender) a las madres de los desaparecidos que marcharon en esta ciudad. Ni siquiera uno de sus abrazos sonrientes les pudo dedicar. El candidato puntero evade la realidad.
El PRI introdujo ya la palabra Paz en sus discursos pero poco o nada hablan de las causas o consecuencias de su ausencia. Crecen los reportajes sobre el impacto económico y el daño psicológico que genera la violencia. Se acerca la elección y el crimen organizado se ensaña. Las bandas compiten por presentar el mayor número de cadáveres o pedazos de los mismos en distintos estados de la República. El candidato hace caso omiso. Habla poco de inseguridad. La vende como un producto de la incompetencia panista. Mantienen el discurso polarizado de los buenos contra los malos. Se limita a ofrecer la presencia de las fuerzas federales en los estados y a capacitar policías. Nada nuevo.
Promete una nueva policía que llamará gendarmería. Olvida que, una policía federal con más de 36,000 elementos, será prácticamente el único cambio institucional concreto que herede la presente administración y ni así logró la paz. Pensará hacer de la estrategia de seguridad de Calderón lo que el PAN hizo con la política social priista en el 2000: cambiarle el nombre y mantenerla intacta, como cuando Progresa se convirtió en Oportunidades. Mientras, omite hacer propuestas para cubrir los inmensos vacíos existentes en materia de procuración de justicia, violación de derechos humanos, el desastre carcelario, la intacta tasa de impunidad nacional, o el desconsuelo de las víctimas.
Peña tiene una campaña impecable que hace caso omiso de la realidad nacional. Su página de Internet está llena de compromisos dignos de un alcalde o gobernador. Los de orden federal son tan generales que nadie puede refutarlos.
El candidato tricolor asegura estar en contacto estrecho con la sociedad. Se compromete a asumir las funciones de alcaldes y gobernadores en vez de plantear un nuevo modelo de coordinación intergubernamental. Necesita entender que va por la presidencia, no por la gobernatura. Vender imágenes, silenciar protestas, o terminar el centro de convenciones de Aguascalientes o ampliar el tren de Guadalajara no bastan para reconstruir la paz. Deben incorporar algo de realidad a su telenovela, antes que los indecisos se revelen en su contra.
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