A 6 años del Mayo Rojo
Los Brigadistas-UNAM
Este mayo de 2012, se cumplen 6 años de la brutal represión al pueblo de Atenco. El mayo rojo de 2006, como lo llaman los habitantes de esas dignas tierras.
En medio de las campañas electorales de 2006 (de donde Calderón salió fraudulentamente ganador), más de 2 mil policías federales y estatales asaltaron salvajemente el pueblo de Atenco, con dos objetivos claros: sofocar la ejemplar resistencia de los campesinos de ese municipio; y demostrar a los poderes fácticos (esos que realmente gobiernan tras la careta de uno o de otro partido), que sí podían ponerle un estatequieto a uno de los movimientos más firmes y representativos de los de abajo.
Fueron Vicente Fox y Peña Nieto, los que orquestaron la brutalidad. Semanas después, sin embargo, salió a la luz que el que ordenó directamente el operativo fue el gobernador mexiquense; además, se supo que los policías que atacaron sexualmente a más de 40 mujeres inocentes, eran del Estado de México; organizaciones defensoras de Derechos Humanos, comprobaron que la bala que asesinó a Javier Cortés, joven del pueblo de escasos 14 años, salió de un arma de fuego de los policías de Enrique Peña Nieto. El gobierno federal fue parte activa de la represión, pero los perros de caza que estuvieron en la primera fila, ensangrentando al pueblo, fueron los del Estado de México, bajo las órdenes del hoy candidato presidencial priísta.
Más de 200 personas fueron detenidas en el operativo, y liberadas a cuentagotas en los años posteriores. En la refriega del 3 de mayo, fue herido de muerte el estudiante de Economía de la UNAM, Alexis Benhuméa; la policía le disparó en la cabeza una bomba de gas lacrimógeno, y tras un mes de luchar por su vida, murió el 7 de junio en medio de la indignación de miles de sus compañeros y amigos, que recibieron su cuerpo en el auditorio Ho Chi Minh, en un enorme acto de desagravio y de repudio a la represión.
Fueron ellos, Peña Nieto y el grupo Atlacomulco, los que sostuvieron una saña enfermiza contra el Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra, organización que acuerpa a los habitantes en resistencia de San Salvador Atenco. En los juzgados mexiquenses, controlados por el gobernador, se dictó una sentencia infame, no dada ni a los más grandes narcotraficantes, pero sí a Ignacio del Valle y a Felipe Álvarez, ni más ni menos que por 112 años y 65 años de prisión, respectivamente.
Esa infame sentencia no tuvo que cumplirse. Mucho antes se logró la liberación de los detenidos, sin embargo, el presidio duró 4 duros años, prácticamente todos ellos en el penal de “máxima seguridad” de El Altiplano, en Almoloya de Juárez, sin comunicación con el exterior, con 10 minutos de “derecho” a hablar por teléfono a la semana, que muy a menudo se convertían en cero con pretextos absurdos de los custorios. Veinticuatro horas en un reducido cuarto, muchas veces sin compañía, otras tantas con un sólo compañero de celda, sin ventilación, sin luz natural, y con una cámara de video registrando hasta el menor de los movimientos. ¡Les tenían prohibida la entrada de libros! Un grupo de estudiantes de la Facultad de Ciencias tomó la iniciativa junto con su profesor, de transcribirle a Nacho uno, en hojas blancas, sin dibujos ni tachaduras para que el gobierno no tuviera pretextos para impedir su ingreso. El libro de los abrazos de Eduardo Galeano, entró al penal de máxima seguridad, en cientos de hojas escritas a mano, por estudiantes universitarios. Sólo así pudo Nacho leer un libro. Era un encarcelamiento diseñado para derrotarlos moral y psicológicamente, pero ni así doblegaron la dignidad de los presos políticos de Atenco.
Fieles a su sed de venganza y saña contra Atenco, Peña Nieto mantuvo la crueldad hasta el límite de sus posibilidades. Cuatro años después del asalto al pueblo, cuando la Suprema Corte decidió la inmediata liberación de los últimos tres detenidos, las autoridades mexiquenses movieron todas sus influencias para impedirlo, generando un vergonzozo espectáculo de manipulación que prolongó el encarcelamiento varias horas más, hasta que finalmente gracias a la presión popular y a la exigencia de multitud de artistas, escritores y hasta premios nobel de la paz, la madrugada del 1 de julio de 2010 fueron liberados, y recibidos con algarabía por cientos de personas que habían esperado con ansia, durante mucho tiempo, el día que la libertad tantas veces exigida y añorada, se hiciera real. Tenía ya el pueblo, entre sus brazos, hasta a los últimos de los presos, pero faltaba lograr el regreso de América.
Desde las primeras horas de la toma policiaca de su pueblo, América Del Valle, hija de Nacho, tuvo que enfrentar, siempre con gran entereza y convicción, una infernal persecución política que se prolongó durante más de 4 años. El gobierno privó al movimiento social de su presencia física, pero América siempre encontró la forma de hacerse escuchar, enviando audios a prácticamente todas las movilizaciones; videos a su pueblo, donde la gente se concentraba para mirarla y escucharla atentamente; hasta cuentos y canciones para que los más pequeñitos de Atenco rieran, cantaran y bailaran con ella, aun en medio de los día más aciagos.
En los días donde la Suprema Corte decidía si liberaba a los campesinos o prolongaba la injusticia, la entonces estudiante de la Universidad Pedagógica Nacional, después de años de persecución política, decidió jugar su última carta, y entró a la embajada de la República Bolivariana de Venezuela en México. En narraciones de la prensa, se puede leer que entró con maletín en mano, aparentando ser una estudiante de maestría que trabajaba un proyecto de investigación sobre la integración latinoamericana; una vez dentro, anunció lo que en realidad ocurría, que era una perseguida política que pedía formalmente a la embajada venezolana asilo político en el país hermano, hasta que terminara la persecución en su contra. La acción de América provocó revuelo, y se sumó al empuje que miles de personas, en México y más de 20 países, presionaron por la inmediata liberación de los presos y perseguidos políticos. Muchas de estas nobles voluntades, se agruparon en la Campaña Libertad y Justicia para Atenco, que incluía más de 11 premios nobel de la paz, así como un sin número de intelectuales, artistas, escritores, estudiantes, organizaciones sociales y defensoras de Derechos Humanos, que ya había generado un cierre de filas por no alargar más la infamia contra Atenco.
El resultado está a la vista: Vicente Fox se largó con la cola entre las patas, sin aeropuerto ni las tierras que había ordenado expropiar; y Peña Nieto terminó su gobierno, muy a su pesar, con Ignacio Del Valle y todos sus compañeros libres y de regreso en su comunidad.
Ahora que las mafias de poder, con Televisa a la cabeza, intentan imponer al ex-gobernador priísta, junto con todo el Grupo Atlacomulco en Los Pinos, debemos tener claro que la clave para detenerlos, es luchar, como lo hizo Atenco, con firmeza, con valentía.
El camino es la rebeldía. Gracias compañeros de Atenco, por brindarnos a los estudiantes y a todo nuestro pueblo, ese gran ejemplo de entereza y dignidad.
Los Brigadistas-UNAM
Este mayo de 2012, se cumplen 6 años de la brutal represión al pueblo de Atenco. El mayo rojo de 2006, como lo llaman los habitantes de esas dignas tierras.
En medio de las campañas electorales de 2006 (de donde Calderón salió fraudulentamente ganador), más de 2 mil policías federales y estatales asaltaron salvajemente el pueblo de Atenco, con dos objetivos claros: sofocar la ejemplar resistencia de los campesinos de ese municipio; y demostrar a los poderes fácticos (esos que realmente gobiernan tras la careta de uno o de otro partido), que sí podían ponerle un estatequieto a uno de los movimientos más firmes y representativos de los de abajo.
Fueron Vicente Fox y Peña Nieto, los que orquestaron la brutalidad. Semanas después, sin embargo, salió a la luz que el que ordenó directamente el operativo fue el gobernador mexiquense; además, se supo que los policías que atacaron sexualmente a más de 40 mujeres inocentes, eran del Estado de México; organizaciones defensoras de Derechos Humanos, comprobaron que la bala que asesinó a Javier Cortés, joven del pueblo de escasos 14 años, salió de un arma de fuego de los policías de Enrique Peña Nieto. El gobierno federal fue parte activa de la represión, pero los perros de caza que estuvieron en la primera fila, ensangrentando al pueblo, fueron los del Estado de México, bajo las órdenes del hoy candidato presidencial priísta.
Más de 200 personas fueron detenidas en el operativo, y liberadas a cuentagotas en los años posteriores. En la refriega del 3 de mayo, fue herido de muerte el estudiante de Economía de la UNAM, Alexis Benhuméa; la policía le disparó en la cabeza una bomba de gas lacrimógeno, y tras un mes de luchar por su vida, murió el 7 de junio en medio de la indignación de miles de sus compañeros y amigos, que recibieron su cuerpo en el auditorio Ho Chi Minh, en un enorme acto de desagravio y de repudio a la represión.
Fueron ellos, Peña Nieto y el grupo Atlacomulco, los que sostuvieron una saña enfermiza contra el Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra, organización que acuerpa a los habitantes en resistencia de San Salvador Atenco. En los juzgados mexiquenses, controlados por el gobernador, se dictó una sentencia infame, no dada ni a los más grandes narcotraficantes, pero sí a Ignacio del Valle y a Felipe Álvarez, ni más ni menos que por 112 años y 65 años de prisión, respectivamente.
Esa infame sentencia no tuvo que cumplirse. Mucho antes se logró la liberación de los detenidos, sin embargo, el presidio duró 4 duros años, prácticamente todos ellos en el penal de “máxima seguridad” de El Altiplano, en Almoloya de Juárez, sin comunicación con el exterior, con 10 minutos de “derecho” a hablar por teléfono a la semana, que muy a menudo se convertían en cero con pretextos absurdos de los custorios. Veinticuatro horas en un reducido cuarto, muchas veces sin compañía, otras tantas con un sólo compañero de celda, sin ventilación, sin luz natural, y con una cámara de video registrando hasta el menor de los movimientos. ¡Les tenían prohibida la entrada de libros! Un grupo de estudiantes de la Facultad de Ciencias tomó la iniciativa junto con su profesor, de transcribirle a Nacho uno, en hojas blancas, sin dibujos ni tachaduras para que el gobierno no tuviera pretextos para impedir su ingreso. El libro de los abrazos de Eduardo Galeano, entró al penal de máxima seguridad, en cientos de hojas escritas a mano, por estudiantes universitarios. Sólo así pudo Nacho leer un libro. Era un encarcelamiento diseñado para derrotarlos moral y psicológicamente, pero ni así doblegaron la dignidad de los presos políticos de Atenco.
Fieles a su sed de venganza y saña contra Atenco, Peña Nieto mantuvo la crueldad hasta el límite de sus posibilidades. Cuatro años después del asalto al pueblo, cuando la Suprema Corte decidió la inmediata liberación de los últimos tres detenidos, las autoridades mexiquenses movieron todas sus influencias para impedirlo, generando un vergonzozo espectáculo de manipulación que prolongó el encarcelamiento varias horas más, hasta que finalmente gracias a la presión popular y a la exigencia de multitud de artistas, escritores y hasta premios nobel de la paz, la madrugada del 1 de julio de 2010 fueron liberados, y recibidos con algarabía por cientos de personas que habían esperado con ansia, durante mucho tiempo, el día que la libertad tantas veces exigida y añorada, se hiciera real. Tenía ya el pueblo, entre sus brazos, hasta a los últimos de los presos, pero faltaba lograr el regreso de América.
Desde las primeras horas de la toma policiaca de su pueblo, América Del Valle, hija de Nacho, tuvo que enfrentar, siempre con gran entereza y convicción, una infernal persecución política que se prolongó durante más de 4 años. El gobierno privó al movimiento social de su presencia física, pero América siempre encontró la forma de hacerse escuchar, enviando audios a prácticamente todas las movilizaciones; videos a su pueblo, donde la gente se concentraba para mirarla y escucharla atentamente; hasta cuentos y canciones para que los más pequeñitos de Atenco rieran, cantaran y bailaran con ella, aun en medio de los día más aciagos.
En los días donde la Suprema Corte decidía si liberaba a los campesinos o prolongaba la injusticia, la entonces estudiante de la Universidad Pedagógica Nacional, después de años de persecución política, decidió jugar su última carta, y entró a la embajada de la República Bolivariana de Venezuela en México. En narraciones de la prensa, se puede leer que entró con maletín en mano, aparentando ser una estudiante de maestría que trabajaba un proyecto de investigación sobre la integración latinoamericana; una vez dentro, anunció lo que en realidad ocurría, que era una perseguida política que pedía formalmente a la embajada venezolana asilo político en el país hermano, hasta que terminara la persecución en su contra. La acción de América provocó revuelo, y se sumó al empuje que miles de personas, en México y más de 20 países, presionaron por la inmediata liberación de los presos y perseguidos políticos. Muchas de estas nobles voluntades, se agruparon en la Campaña Libertad y Justicia para Atenco, que incluía más de 11 premios nobel de la paz, así como un sin número de intelectuales, artistas, escritores, estudiantes, organizaciones sociales y defensoras de Derechos Humanos, que ya había generado un cierre de filas por no alargar más la infamia contra Atenco.
El resultado está a la vista: Vicente Fox se largó con la cola entre las patas, sin aeropuerto ni las tierras que había ordenado expropiar; y Peña Nieto terminó su gobierno, muy a su pesar, con Ignacio Del Valle y todos sus compañeros libres y de regreso en su comunidad.
Ahora que las mafias de poder, con Televisa a la cabeza, intentan imponer al ex-gobernador priísta, junto con todo el Grupo Atlacomulco en Los Pinos, debemos tener claro que la clave para detenerlos, es luchar, como lo hizo Atenco, con firmeza, con valentía.
El camino es la rebeldía. Gracias compañeros de Atenco, por brindarnos a los estudiantes y a todo nuestro pueblo, ese gran ejemplo de entereza y dignidad.
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