Gerardo Fernández Casanova
“Que el fraude electoral jamás se olvide”
Quien dijo que en México no pasa nada tuvo razón pero ya no. La ola mundial de agitación está teniendo eco aquí, donde la propaganda oficial dice que todo está bajo control y en franco crecimiento; donde el visionario gerente de la república nos asegura que estamos a salvo de sufrir la crisis que está asolando a la Europa Comunitaria y que el estado recupera el dominio del territorio ocupado por los maleantes. Ya ni sus correligionarios y sus favoritos le creen; la sociedad ya no le cree y lleva la duda hasta las otrora irrebatibles aseveraciones de los comentaristas a sueldo de la televisión y la prensa. El proceso electoral está sirviendo de caldo para el desarrollo de una actitud crítica de la gente ante la realidad apabullante y el cambio anunciado se anticipa y aparece como verdadero.
Una golondrina no hace verano, pero cuando son muchas y por todos los lados quiere decir que el verano ya llegó. La juventud, que hasta hace pocas semanas suponíamos dormida y dominada por el escepticismo, ya despertó y se manifiesta con la energía propia de su estatus: finalmente irrumpe en el escenario para hacer política, para reclamar y exigir respuestas claras, para rechazar el engaño exacerbado de las campañas mediáticas que al elector lo colocan en condición de simple comprador de chucherías. Las universidades vuelven a ser sitios de excelencia para el debate y la confrontación de los discursos y las trayectorias personales. Excelente noticia: la transformación de la realidad no puede concebirse sin la participación activa y exigente de los jóvenes y ya llegó.
En la superficie los representantes del México de siempre siguen jugando su papel desmovilizador, el del que postula cambiar todo para que todo siga igual. Compiten entre sí con dos siglas distintas y personajes diferentes pero con la misma cantaleta neoliberal. Al más puro estilo del bipartidismo gringo, sólo difieren en la presunción de eficacia para cumplir el designio de desmantelar al país y llevarlo a la más ignominiosa dependencia respecto del vecino poderoso y a la consolidación de los privilegios de sus patrones verdaderos. Ahí en la superficie aparecen las caras maquilladas y los mensajes vacuos, los compromisos firmados para hacer cosas propias de alcaldes, pero que ni remotamente atienden a la real problemática nacional. Ahí es donde se pone a subasta la dignidad del pueblo mediante la vil compra de las conciencias y las lealtades; donde una tarjeta llamada La Efectiva se ofrece a la gente que escoja a qué programa de apoyo social quiere afiliarse y recibir sus beneficios en efectivo: becas, apoyos alimentarios para adultos mayores, madres solteras y discapacitados, etc. Como quien dice compran fiado a pagar si se ganan las elecciones, sin demérito de otras dádivas en especie que van desde materiales de construcción, pies de cría pecuarios, incluso dinero en efectivo.
Pero el otro México, el que no aparece en las pantallas mediáticas y que por ello “no existe”, se mueve cada día con mayor fuerza. No sólo el amplio sector de la población en condición de pobreza, sino el también ignorado sector de la gente pensante e instruida, la juventud desatendida a la que se le cancelan las expectativas de progreso, constituyen ese otro México ignorado por los mercadólogos de la política. Ese es el México de nuevo despierto que va a producir el cambio necesario a como dé lugar, sea con un gobierno progresista al que exigirá congruencia, o con uno tradicional al que hará imposible continuar su labor de destrucción nacional. Hoy rechazan a Peña Nieto y su oferta de más de lo mismo y, en esa medida, favorecen la alternativa progresista de López Obrador y lo harán presidente, pero sin ceder en la exigencia de cambio verdadero: se lo demandarán pronto y siempre.
Hoy, ante esta nueva realidad, los artífices de las elecciones trucadas y las encuestas engañosas tendrán que pensar muy seriamente en su pretensión de imponer al próximo presidente: el incendio del país deja de ser un riesgo para convertirse en una certeza. De ahí el imperativo: vamos a cuidar el proceso y las casillas. El México verdadero ya despertó y va a ganar.
“Que el fraude electoral jamás se olvide”
Quien dijo que en México no pasa nada tuvo razón pero ya no. La ola mundial de agitación está teniendo eco aquí, donde la propaganda oficial dice que todo está bajo control y en franco crecimiento; donde el visionario gerente de la república nos asegura que estamos a salvo de sufrir la crisis que está asolando a la Europa Comunitaria y que el estado recupera el dominio del territorio ocupado por los maleantes. Ya ni sus correligionarios y sus favoritos le creen; la sociedad ya no le cree y lleva la duda hasta las otrora irrebatibles aseveraciones de los comentaristas a sueldo de la televisión y la prensa. El proceso electoral está sirviendo de caldo para el desarrollo de una actitud crítica de la gente ante la realidad apabullante y el cambio anunciado se anticipa y aparece como verdadero.
Una golondrina no hace verano, pero cuando son muchas y por todos los lados quiere decir que el verano ya llegó. La juventud, que hasta hace pocas semanas suponíamos dormida y dominada por el escepticismo, ya despertó y se manifiesta con la energía propia de su estatus: finalmente irrumpe en el escenario para hacer política, para reclamar y exigir respuestas claras, para rechazar el engaño exacerbado de las campañas mediáticas que al elector lo colocan en condición de simple comprador de chucherías. Las universidades vuelven a ser sitios de excelencia para el debate y la confrontación de los discursos y las trayectorias personales. Excelente noticia: la transformación de la realidad no puede concebirse sin la participación activa y exigente de los jóvenes y ya llegó.
En la superficie los representantes del México de siempre siguen jugando su papel desmovilizador, el del que postula cambiar todo para que todo siga igual. Compiten entre sí con dos siglas distintas y personajes diferentes pero con la misma cantaleta neoliberal. Al más puro estilo del bipartidismo gringo, sólo difieren en la presunción de eficacia para cumplir el designio de desmantelar al país y llevarlo a la más ignominiosa dependencia respecto del vecino poderoso y a la consolidación de los privilegios de sus patrones verdaderos. Ahí en la superficie aparecen las caras maquilladas y los mensajes vacuos, los compromisos firmados para hacer cosas propias de alcaldes, pero que ni remotamente atienden a la real problemática nacional. Ahí es donde se pone a subasta la dignidad del pueblo mediante la vil compra de las conciencias y las lealtades; donde una tarjeta llamada La Efectiva se ofrece a la gente que escoja a qué programa de apoyo social quiere afiliarse y recibir sus beneficios en efectivo: becas, apoyos alimentarios para adultos mayores, madres solteras y discapacitados, etc. Como quien dice compran fiado a pagar si se ganan las elecciones, sin demérito de otras dádivas en especie que van desde materiales de construcción, pies de cría pecuarios, incluso dinero en efectivo.
Pero el otro México, el que no aparece en las pantallas mediáticas y que por ello “no existe”, se mueve cada día con mayor fuerza. No sólo el amplio sector de la población en condición de pobreza, sino el también ignorado sector de la gente pensante e instruida, la juventud desatendida a la que se le cancelan las expectativas de progreso, constituyen ese otro México ignorado por los mercadólogos de la política. Ese es el México de nuevo despierto que va a producir el cambio necesario a como dé lugar, sea con un gobierno progresista al que exigirá congruencia, o con uno tradicional al que hará imposible continuar su labor de destrucción nacional. Hoy rechazan a Peña Nieto y su oferta de más de lo mismo y, en esa medida, favorecen la alternativa progresista de López Obrador y lo harán presidente, pero sin ceder en la exigencia de cambio verdadero: se lo demandarán pronto y siempre.
Hoy, ante esta nueva realidad, los artífices de las elecciones trucadas y las encuestas engañosas tendrán que pensar muy seriamente en su pretensión de imponer al próximo presidente: el incendio del país deja de ser un riesgo para convertirse en una certeza. De ahí el imperativo: vamos a cuidar el proceso y las casillas. El México verdadero ya despertó y va a ganar.
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