Alejandra Cullen Benítez
Las #marchasoyel132, la cumbre ciudadana de las organizaciones de la sociedad civil (osc´s) y ahora las víctimas reunidas en el movimiento por la paz, la justicia y la dignidad (MPJyD) han alterado la agenda de los candidatos presidenciales.
La cumbre ciudadana fue muy estructurada. Logró el consenso de más de 300 OSC´s para generar una agenda común. El MPJyD mantiene una postura clara entorno a las víctimas de la guerra y de un sistema político viejo, sordo y soberbio. A estos movimientos se sumó la repentina espontaneidad del #yosoy132. Los jóvenes no controlan a sus miembros pero han logrado acuerdos internos y provocado ya reacciones institucionales. Hartos de sesgos mediáticos, exigen información equilibrada y certera. Los tres movimientos, carecen de un liderazgo puntual. Son movimientos colectivos que reflejan el malestar social de la impunidad y el silencio institucional ante su dolor. No importa quien gane, buscan una interacción distinta con la autoridad.
Los candidatos se tienen que sentar a escuchar. Los sacan de su zona de confort y de sus típicas ofertas de crecimiento, empleos y policías. Los confrontan con temas incómodos: impunidad, víctimas, corrupción institucional. Ellos, con distintas estrategias, tratan de ser empáticos, pero, algo pasa, sus discursos no permean.
En el Castillo de Chapultepec, Peña se vistió de hombre de estado. Se concentró en las propuestas formales, y olvidó el lado humano. Sicilia le reclamó “no oí su corazón; su discurso frío me aterroriza”. A la inversa, Josefina, la mujer sensible, le ganó la emoción y olvidó la visión de estado. Aún así, le reclamaron apoyos prometidos a víctimas que no atendió. AMLO, acusado de mesiánico dijo ser diferente, pero su exposición parecía más una defensa personal que una postura integral ante el conflicto.
Lo mismo pasa con los estudiantes. Piden cosas, y obtienen algunas: el PRI se disculpó públicamente, Televisa transmitirá el debate por canal 2, pero el malestar persiste. El problema es sistémico, las respuestas coyunturales están muy vistas. Se perdió la credibilidad, por eso los nadie sale ileso. El sistema político dio de sí.
La respuesta de Televisa es idéntica a la del 2000. Se disfraza de demócrata y para después acomodarse. Peña ofrece un decálogo por la democracia, revolucionario pero poco creíble: contradice su estrategia de trabajo y la de su partido de los últimos seis años. Josefina, mantiene una relación ambigua con la administración de Calderón y con su guerra. Ni rompe, ni garantiza continuidad o evolución. No equilibra la razón y el corazón. AMLO genera sospechas en la clase media, gana terreno pero el miedo subsiste. En el Panal, la sombra de la maestra opaca la gracia de Quadri.
La desconfianza también se da a la inversa. Hay criticas a la #marchayosoy132 por miedo al desbordamiento de ánimos, la provocación a “militantes” y la infiltración de grupos radicales. Analistas descalifican a los movimientos por su espontaneidad e idealismo; subestiman a las OSC´s por ser numerosas.
Hay demasiado miedo al cambio, lo que reducirá el impacto electoral de los movimientos. Sin embargo, los encuentros entre políticos y estudiantes, víctimas, OSC´s se dan. Son diálogos cada vez más abiertos, francos y duros. Nadie se calla nada ante candidatos o autoridades. La sociedad se empoderó y los confrontó y ese ánimo, aunque lo subestimen algunos, se contagia. Es una gran noticia. No importa quien gane la elección, las relación sociedad-estado nunca será la misma.
Las #marchasoyel132, la cumbre ciudadana de las organizaciones de la sociedad civil (osc´s) y ahora las víctimas reunidas en el movimiento por la paz, la justicia y la dignidad (MPJyD) han alterado la agenda de los candidatos presidenciales.
La cumbre ciudadana fue muy estructurada. Logró el consenso de más de 300 OSC´s para generar una agenda común. El MPJyD mantiene una postura clara entorno a las víctimas de la guerra y de un sistema político viejo, sordo y soberbio. A estos movimientos se sumó la repentina espontaneidad del #yosoy132. Los jóvenes no controlan a sus miembros pero han logrado acuerdos internos y provocado ya reacciones institucionales. Hartos de sesgos mediáticos, exigen información equilibrada y certera. Los tres movimientos, carecen de un liderazgo puntual. Son movimientos colectivos que reflejan el malestar social de la impunidad y el silencio institucional ante su dolor. No importa quien gane, buscan una interacción distinta con la autoridad.
Los candidatos se tienen que sentar a escuchar. Los sacan de su zona de confort y de sus típicas ofertas de crecimiento, empleos y policías. Los confrontan con temas incómodos: impunidad, víctimas, corrupción institucional. Ellos, con distintas estrategias, tratan de ser empáticos, pero, algo pasa, sus discursos no permean.
En el Castillo de Chapultepec, Peña se vistió de hombre de estado. Se concentró en las propuestas formales, y olvidó el lado humano. Sicilia le reclamó “no oí su corazón; su discurso frío me aterroriza”. A la inversa, Josefina, la mujer sensible, le ganó la emoción y olvidó la visión de estado. Aún así, le reclamaron apoyos prometidos a víctimas que no atendió. AMLO, acusado de mesiánico dijo ser diferente, pero su exposición parecía más una defensa personal que una postura integral ante el conflicto.
Lo mismo pasa con los estudiantes. Piden cosas, y obtienen algunas: el PRI se disculpó públicamente, Televisa transmitirá el debate por canal 2, pero el malestar persiste. El problema es sistémico, las respuestas coyunturales están muy vistas. Se perdió la credibilidad, por eso los nadie sale ileso. El sistema político dio de sí.
La respuesta de Televisa es idéntica a la del 2000. Se disfraza de demócrata y para después acomodarse. Peña ofrece un decálogo por la democracia, revolucionario pero poco creíble: contradice su estrategia de trabajo y la de su partido de los últimos seis años. Josefina, mantiene una relación ambigua con la administración de Calderón y con su guerra. Ni rompe, ni garantiza continuidad o evolución. No equilibra la razón y el corazón. AMLO genera sospechas en la clase media, gana terreno pero el miedo subsiste. En el Panal, la sombra de la maestra opaca la gracia de Quadri.
La desconfianza también se da a la inversa. Hay criticas a la #marchayosoy132 por miedo al desbordamiento de ánimos, la provocación a “militantes” y la infiltración de grupos radicales. Analistas descalifican a los movimientos por su espontaneidad e idealismo; subestiman a las OSC´s por ser numerosas.
Hay demasiado miedo al cambio, lo que reducirá el impacto electoral de los movimientos. Sin embargo, los encuentros entre políticos y estudiantes, víctimas, OSC´s se dan. Son diálogos cada vez más abiertos, francos y duros. Nadie se calla nada ante candidatos o autoridades. La sociedad se empoderó y los confrontó y ese ánimo, aunque lo subestimen algunos, se contagia. Es una gran noticia. No importa quien gane la elección, las relación sociedad-estado nunca será la misma.
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