Respuesta a la ceguera de políticos
El no a la imposición mediática
Miguel Ángel Velázquez / Ciudad Perdida
Durante cinco días continuos, los zapatos tenis de miles de muchachos dejaron sus huellas sobre las calles de la ciudad de México. Las expresiones en contra del poder que amenaza, del poder fáctico que busca la imposición, se lanzaron día tras días y no se movieron las encuestas.
Esa respuesta ciega se ha convertido en la mayor provocación para esos muchachos que, hasta donde se nos dice, han iniciado, en diferentes frentes, formas novedosas de organización que permitan un aliento más prolongado a su protesta, y señalen, sin ambages, el horizonte de país que ellos prefieren.
Está claro que las organizaciones políticas actuales, sin excepción, no responden a las inquietudes de la gente joven de México. Desde hace mucho tiempo esta verdad asomaba como el tsunami que venía, pero aunque todos lo veían, aunque todos lo reconocían, nadie hacía nada.
Ahora las consecuencias irrumpieron con toda su fuerza en el ámbito político del país, y queda claro que no están dispuestos a transitar por la misma ruta que les propone la opción que sólo les oferta el modelo de gobierno que ahora les agobia y angustia, y por ello entienden que, más allá de las redes sociales y de la calle, debe estar su organización para impedir que lo que rechazan se convierta en gobierno.
Como ya está claro, como es evidente, no requieren de ningún partido ni de ninguno de los actuales líderes para, dentro de la diversidad de sus pensamientos políticos, respetarse y hallar el vértice de su interés común, que, como ellos mismos han expresado, es, nada más, justicia en todos sus niveles.
En la ciudad de México los jóvenes, es decir, los que ocupan el nivel poblacional que va de 18 a 35 años, significan más o menos 30 por ciento de los votantes en esta ciudad, y todos los días de su vida los han pasado bajo el síndrome de la crisis, ahora agravado por la violencia y el aumento sustancial de la corrupción.
Por eso ahora han escogido la “estafa de luz“ para hacer explícito su desacuerdo con la corrupción, con la imposición, con el cinismo que se encaja frente a la pasividad de una sociedad que parecía rebasada, pero que los chavos se han sacudido.
En las escuelas de educación media superior del Distrito Federal también se han iniciado movimientos de alumnos que, si bien muchos no podrán votar en esta elección, debido a su edad, sienten la urgencia de solidarizarse con los que tratan de cambiar un destino que parecía inamovible.
Las formas aún no están decididas, las propuestas han surgido por todas partes, y seguramente ellos, los muchachos, serán quienes encuentren su mejor camino. Los diques que construyó la arquitectura mediática, y la corrupción política, mismos que impedían que permeara la grave situación del país hacia toda la población, están rotos, y aunque el cauce no se ha definido, el tsunami ya está aquí.
Por lo pronto, el modelo que adoptó Movimiento Regeneración Nacional (Morena) para ir avanzando en los cambios que requiere la política en el país se está estudiando, muy en serio, entre algunos de los grupos estudiantiles, para tomar de allí algunas bases que les permitan ponerle a la protesta el sello de su organización genuina. Por ahí van.
De pasadita
Aunque no se quiera creer, es muy probable que en la delegación Benito Juárez, el bastión más importante del PAN en el DF, se produzca una sorpresa que por eso mismo no estaba considerada en las cuentas de los azules. La posibilidad de que los éstos pierdan la delegación es, cuando menos en estas fechas, muy alta. Todo parece indicar que allí podría ganar Leticia Varela, quien empezó con menos cero preferencias electorales y ahora ha logrado ganarse al electorado con la bandera de las izquierdas.
El factor más importante en este cambio, sin menospreciar el trabajo de Varela, es que el PAN se echó a dormir, confiado en que sin muchas preocupaciones y con cualquier candidato podría retener la jefatura delegacional. La prepotencia, tan panista, podría hacerlos perder, y eso, digan lo que digan los panistas, sí duele, y mucho.
El no a la imposición mediática
Miguel Ángel Velázquez / Ciudad Perdida
Durante cinco días continuos, los zapatos tenis de miles de muchachos dejaron sus huellas sobre las calles de la ciudad de México. Las expresiones en contra del poder que amenaza, del poder fáctico que busca la imposición, se lanzaron día tras días y no se movieron las encuestas.
Esa respuesta ciega se ha convertido en la mayor provocación para esos muchachos que, hasta donde se nos dice, han iniciado, en diferentes frentes, formas novedosas de organización que permitan un aliento más prolongado a su protesta, y señalen, sin ambages, el horizonte de país que ellos prefieren.
Está claro que las organizaciones políticas actuales, sin excepción, no responden a las inquietudes de la gente joven de México. Desde hace mucho tiempo esta verdad asomaba como el tsunami que venía, pero aunque todos lo veían, aunque todos lo reconocían, nadie hacía nada.
Ahora las consecuencias irrumpieron con toda su fuerza en el ámbito político del país, y queda claro que no están dispuestos a transitar por la misma ruta que les propone la opción que sólo les oferta el modelo de gobierno que ahora les agobia y angustia, y por ello entienden que, más allá de las redes sociales y de la calle, debe estar su organización para impedir que lo que rechazan se convierta en gobierno.
Como ya está claro, como es evidente, no requieren de ningún partido ni de ninguno de los actuales líderes para, dentro de la diversidad de sus pensamientos políticos, respetarse y hallar el vértice de su interés común, que, como ellos mismos han expresado, es, nada más, justicia en todos sus niveles.
En la ciudad de México los jóvenes, es decir, los que ocupan el nivel poblacional que va de 18 a 35 años, significan más o menos 30 por ciento de los votantes en esta ciudad, y todos los días de su vida los han pasado bajo el síndrome de la crisis, ahora agravado por la violencia y el aumento sustancial de la corrupción.
Por eso ahora han escogido la “estafa de luz“ para hacer explícito su desacuerdo con la corrupción, con la imposición, con el cinismo que se encaja frente a la pasividad de una sociedad que parecía rebasada, pero que los chavos se han sacudido.
En las escuelas de educación media superior del Distrito Federal también se han iniciado movimientos de alumnos que, si bien muchos no podrán votar en esta elección, debido a su edad, sienten la urgencia de solidarizarse con los que tratan de cambiar un destino que parecía inamovible.
Las formas aún no están decididas, las propuestas han surgido por todas partes, y seguramente ellos, los muchachos, serán quienes encuentren su mejor camino. Los diques que construyó la arquitectura mediática, y la corrupción política, mismos que impedían que permeara la grave situación del país hacia toda la población, están rotos, y aunque el cauce no se ha definido, el tsunami ya está aquí.
Por lo pronto, el modelo que adoptó Movimiento Regeneración Nacional (Morena) para ir avanzando en los cambios que requiere la política en el país se está estudiando, muy en serio, entre algunos de los grupos estudiantiles, para tomar de allí algunas bases que les permitan ponerle a la protesta el sello de su organización genuina. Por ahí van.
De pasadita
Aunque no se quiera creer, es muy probable que en la delegación Benito Juárez, el bastión más importante del PAN en el DF, se produzca una sorpresa que por eso mismo no estaba considerada en las cuentas de los azules. La posibilidad de que los éstos pierdan la delegación es, cuando menos en estas fechas, muy alta. Todo parece indicar que allí podría ganar Leticia Varela, quien empezó con menos cero preferencias electorales y ahora ha logrado ganarse al electorado con la bandera de las izquierdas.
El factor más importante en este cambio, sin menospreciar el trabajo de Varela, es que el PAN se echó a dormir, confiado en que sin muchas preocupaciones y con cualquier candidato podría retener la jefatura delegacional. La prepotencia, tan panista, podría hacerlos perder, y eso, digan lo que digan los panistas, sí duele, y mucho.
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