Gregorio Ortega Molina / La Costumbre Del Poder
En materia de intromisión política en asuntos de México, en cumplimiento de lo considerado por el Departamento de Estado la observancia obligatoria de un deber en las relaciones bilaterales, es costumbre que desde la Casa Blanca se proceda a la imposición de los cánones diplomáticos y no escritos que lo convirtieron en el Imperio.
Cuatro son los casos de altísima corrupción de autoridades mexicanas denunciadas por medios estadounidenses: el cohecho gustosamente aceptado por Néstor Moreno, para el disfrute de un Ferrari y un yate; el tráfico de armas para abastecer a los barones de la droga, que cuenta con la complicidad de las aduanas mexicanas y nada han hecho para evitarlo; las mega mordidas entregadas por Bizjet a personal del entorno del Estado Mayor Presidencial, y el asunto de la corrupción propiciada por Walmart para engrasar las manos de autoridades mexicanas, aparentemente de los tres niveles de gobierno.
El que dichos casos se destapen por la prensa estadounidense sólo tiene una explicación: que en su momento las autoridades de esa nación dieron aviso a las mexicanas sobre los distintos hechos, pero acá prefirieron hacer mutis, comportarse como si nada supieran y conducirse como si la Virgen les hablara, porque para corrupción de altos vuelos, como hoy se constata, los gobiernos del PAN, cuyos integrantes no están dispuestos a hacerle el feo a ningún estímulo que mejore las cuentas personales de quienes reciben el cohecho y, además, distribuyen la lana para que llegue donde tiene que llegar.
Allá, para cubrirse y darle un aire de legalidad, lo llaman cabildeo, está permitido, normado y legislado. En estas tierras es conocido como mordida y nadie quiere reconocer su funcionalidad, porque ese procedimiento es el primer paso de la única y verdadera reforma administrativa: la simplificación. Basta con dejar unos cuantos o unos muchos billetes en el lugar adecuado, en el momento adecuado, para que lo engorroso de la tramitología desaparezca, se convierta en un procedimiento sencillo y legal.
Pero hay diferencias. Allá respetan lo acordado, mientras que acá las cuotas son variables y el cumplimiento de los acuerdos es influenciado por el estado de ánimo de la autoridad, que lo determina de acuerdo al riesgo que conlleva aceptar, o no, un billete.
Cuentan, los enterados, que en los gobiernos perredistas y panistas se exige la entrega por adelantado de la “ayuda” que se ha establecido como cuota mínima para un trámite, y no siempre se cumple.
De allí las denuncias de los hechos publicadas en la prensa estadounidense, porque las corruptas autoridades mexicanas incumplen y, además, no se hacen corresponsables del éxito o el fracaso de lo acordado; como acá nada está legislado en la materia, la única manera de obligar a los incumplidos es con la denuncia oportuna a las autoridades, que nada escuchan porque la Virgen les habla, o la Providencia, que allí los puso, en la mesa de la manteca, donde son sometidas a prueba la templanza y la temperancia.
En materia de intromisión política en asuntos de México, en cumplimiento de lo considerado por el Departamento de Estado la observancia obligatoria de un deber en las relaciones bilaterales, es costumbre que desde la Casa Blanca se proceda a la imposición de los cánones diplomáticos y no escritos que lo convirtieron en el Imperio.
Cuatro son los casos de altísima corrupción de autoridades mexicanas denunciadas por medios estadounidenses: el cohecho gustosamente aceptado por Néstor Moreno, para el disfrute de un Ferrari y un yate; el tráfico de armas para abastecer a los barones de la droga, que cuenta con la complicidad de las aduanas mexicanas y nada han hecho para evitarlo; las mega mordidas entregadas por Bizjet a personal del entorno del Estado Mayor Presidencial, y el asunto de la corrupción propiciada por Walmart para engrasar las manos de autoridades mexicanas, aparentemente de los tres niveles de gobierno.
El que dichos casos se destapen por la prensa estadounidense sólo tiene una explicación: que en su momento las autoridades de esa nación dieron aviso a las mexicanas sobre los distintos hechos, pero acá prefirieron hacer mutis, comportarse como si nada supieran y conducirse como si la Virgen les hablara, porque para corrupción de altos vuelos, como hoy se constata, los gobiernos del PAN, cuyos integrantes no están dispuestos a hacerle el feo a ningún estímulo que mejore las cuentas personales de quienes reciben el cohecho y, además, distribuyen la lana para que llegue donde tiene que llegar.
Allá, para cubrirse y darle un aire de legalidad, lo llaman cabildeo, está permitido, normado y legislado. En estas tierras es conocido como mordida y nadie quiere reconocer su funcionalidad, porque ese procedimiento es el primer paso de la única y verdadera reforma administrativa: la simplificación. Basta con dejar unos cuantos o unos muchos billetes en el lugar adecuado, en el momento adecuado, para que lo engorroso de la tramitología desaparezca, se convierta en un procedimiento sencillo y legal.
Pero hay diferencias. Allá respetan lo acordado, mientras que acá las cuotas son variables y el cumplimiento de los acuerdos es influenciado por el estado de ánimo de la autoridad, que lo determina de acuerdo al riesgo que conlleva aceptar, o no, un billete.
Cuentan, los enterados, que en los gobiernos perredistas y panistas se exige la entrega por adelantado de la “ayuda” que se ha establecido como cuota mínima para un trámite, y no siempre se cumple.
De allí las denuncias de los hechos publicadas en la prensa estadounidense, porque las corruptas autoridades mexicanas incumplen y, además, no se hacen corresponsables del éxito o el fracaso de lo acordado; como acá nada está legislado en la materia, la única manera de obligar a los incumplidos es con la denuncia oportuna a las autoridades, que nada escuchan porque la Virgen les habla, o la Providencia, que allí los puso, en la mesa de la manteca, donde son sometidas a prueba la templanza y la temperancia.
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