Samuel García
En poco menos de una semana la prensa nacional ha dado cuenta del fastuoso estilo de vida que presumen dos de los dirigentes sindicales más poderosos del país.
En realidad no es ninguna novedad. Cíclicamente, cada cierto tiempo, aparecen publicadas las fortunas y excentricidades de los llamados ‘líderes’ que encabezan las organizaciones de trabajadores de México.
El pasado 15 de mayo, con motivo del día del maestro, más allá del discurso político y de lo que ya parece un eterno juego de vencidas entre el gobierno en turno y Elba Esther Gordillo, la prensa retomó lo que ya es familiar para cualquier mexicano: la opulencia con la que vive la lideresa de los maestros. Sus casas, sus joyas, sus viajes, sus coches, su extenso y lujoso guardarropa, son la envidia de cualquier estrella de la televisión y la burla de cualquier maestro de enseñanza básica del país.
Ese día la revista de espectáculos Quién se dio a la tarea de tasar el valor de las prendas de vestir de un solo día de la lideresa magisterial en más de 100 mil pesos, cantidad que puede ser el salario de un año de cualquiera de los maestros que dice representar.
Unos días después, la historia de opulencia de Elba Esther se repitió cuando Reforma dio a conocer una serie de fotografías publicadas en la red social Facebook por Paulina, la hija de Carlos Romero Deschamps, el dirigente de los petroleros del país.
Como si fueran trofeos a la abundancia la joven presume de viajar en jets privados, de hospedarse en hoteles de lujo alrededor del mundo, de vestir prendas costosas y de visitar restaurantes y centros de diversión exclusivos al que la gran mayoría de los trabajadores que su papá representa, simplemente no pueden acceder. Incluso extravagancias dignas de cualquier jeque árabe como viajar en yate u hospedarse en hoteles de cinco estrellas con sus tres perros bulldogs ingleses, se muestran en aquellas fotografías que ya fueron quitadas de la red.
Para cualquier observador político es evidente que estas muestras del estilo de vida de dos de los dirigentes sindicales más poderosos del país tienen un claro interés electoral. ¡De eso se trata! Pero ello no quita la lacerante realidad de corrupción pública entre gobiernos y líderes sindicales que solo la impunidad ha podido sostener a pesar de la exhibición pública de la prensa.
La pregunta de sentido común es obvia: ¿De dónde sale el dinero para crear estas verdaderas fortunas personales que se acrecientan día a día y que se exhiben con total desparpajo por todo el mundo como muestra de la corrupción que impera en México? ¿Acaso estos y otros dirigentes sindicales no son los que en sus nóminas dicen ganar sueldos modestos acorde con los ingresos de los trabajadores que lideran?
¿Dónde están los reportes al respecto de la Auditoría Superior de la Federación y de la secretaría de la Función Pública, órganos de vigilancia, supervisión y control del uso del dinero público y de sus responsables?
¿Dónde está el Servicio de Administración Tributaria, SAT, para investigar el origen de estos recursos y, en todo caso, el puntual pago de los impuestos de unos ingresos personales, a todas luces, millonarios?
Mientras que casos como éstos –y muchos otros- se reproduzcan y exhiban con la desfachatez e impunidad con la que se hacen, será difícil creer en el Estado de Leyes que prometen los candidatos presidenciales, comenzando por Enrique Peña Nieto y Josefina Vásquez Mota.
En poco menos de una semana la prensa nacional ha dado cuenta del fastuoso estilo de vida que presumen dos de los dirigentes sindicales más poderosos del país.
En realidad no es ninguna novedad. Cíclicamente, cada cierto tiempo, aparecen publicadas las fortunas y excentricidades de los llamados ‘líderes’ que encabezan las organizaciones de trabajadores de México.
El pasado 15 de mayo, con motivo del día del maestro, más allá del discurso político y de lo que ya parece un eterno juego de vencidas entre el gobierno en turno y Elba Esther Gordillo, la prensa retomó lo que ya es familiar para cualquier mexicano: la opulencia con la que vive la lideresa de los maestros. Sus casas, sus joyas, sus viajes, sus coches, su extenso y lujoso guardarropa, son la envidia de cualquier estrella de la televisión y la burla de cualquier maestro de enseñanza básica del país.
Ese día la revista de espectáculos Quién se dio a la tarea de tasar el valor de las prendas de vestir de un solo día de la lideresa magisterial en más de 100 mil pesos, cantidad que puede ser el salario de un año de cualquiera de los maestros que dice representar.
Unos días después, la historia de opulencia de Elba Esther se repitió cuando Reforma dio a conocer una serie de fotografías publicadas en la red social Facebook por Paulina, la hija de Carlos Romero Deschamps, el dirigente de los petroleros del país.
Como si fueran trofeos a la abundancia la joven presume de viajar en jets privados, de hospedarse en hoteles de lujo alrededor del mundo, de vestir prendas costosas y de visitar restaurantes y centros de diversión exclusivos al que la gran mayoría de los trabajadores que su papá representa, simplemente no pueden acceder. Incluso extravagancias dignas de cualquier jeque árabe como viajar en yate u hospedarse en hoteles de cinco estrellas con sus tres perros bulldogs ingleses, se muestran en aquellas fotografías que ya fueron quitadas de la red.
Para cualquier observador político es evidente que estas muestras del estilo de vida de dos de los dirigentes sindicales más poderosos del país tienen un claro interés electoral. ¡De eso se trata! Pero ello no quita la lacerante realidad de corrupción pública entre gobiernos y líderes sindicales que solo la impunidad ha podido sostener a pesar de la exhibición pública de la prensa.
La pregunta de sentido común es obvia: ¿De dónde sale el dinero para crear estas verdaderas fortunas personales que se acrecientan día a día y que se exhiben con total desparpajo por todo el mundo como muestra de la corrupción que impera en México? ¿Acaso estos y otros dirigentes sindicales no son los que en sus nóminas dicen ganar sueldos modestos acorde con los ingresos de los trabajadores que lideran?
¿Dónde están los reportes al respecto de la Auditoría Superior de la Federación y de la secretaría de la Función Pública, órganos de vigilancia, supervisión y control del uso del dinero público y de sus responsables?
¿Dónde está el Servicio de Administración Tributaria, SAT, para investigar el origen de estos recursos y, en todo caso, el puntual pago de los impuestos de unos ingresos personales, a todas luces, millonarios?
Mientras que casos como éstos –y muchos otros- se reproduzcan y exhiban con la desfachatez e impunidad con la que se hacen, será difícil creer en el Estado de Leyes que prometen los candidatos presidenciales, comenzando por Enrique Peña Nieto y Josefina Vásquez Mota.
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