Jorge Diaz
Las protestas han sido estruendosas por parte de quienes han recogido el agravio por parte de las dos televisoras que decidieron; una, no transmitir el debate del próximo domingo y la otra, enviar la transmisión del debate presidencial a un canal de menor audiencia mientras continúa con su programación habitual en el canal y con el show de más rating entre sus programas a la misma hora del debate.
Un tema, entre otros, es ver qué tan madura, consciente y preocupada está la ciudadanía para no morder el anzuelo. Pero otro gran tema es el de la posible actuación de los candidatos que están en desventaja y que son quienes precisamente se quejan más por la inesperada jugada de las televisoras.
Se han dado cantidad de razones para poner en evidencia la falta de respeto a la sociedad por parte de las empresas de televisión y el daño a nuestra débil democracia. No obstante, la reacción también responde a una (quizás la única) apuesta de los candidatos López Obrador, Vázquez Mota y Quadri, para propinarle dos o tres ganchos a Peña Nieto y con ello, arrebatarle puntos en las encuestas y posicionarse mejor en la recta final de esta elección presidencial.
No es para menos, sumados los simpatizantes de PAN, PRD y PANAL, son muchos los mexicanos que quieren disminuir a la locomotora priista y exigen de sus candidatos la concentración necesaria para que esto ocurra. No había de otra, tenían que reaccionar como lo están haciendo, pero automáticamente le han puesto un techo muy alto a las expectativas sobre su participación en el debate y ahora tendrán que cumplir.
Aunque sea obvio lo tengo que decir, los candidatos en desventaja fincaban todas, o casi todas sus esperanzas en la capacidad que tienen para ganarle a Peña Nieto en el ejercicio de los contrastes y las ideas frente a la mayor cantidad de espectadores posible, y probablemente estén en lo correcto. Pero ¿qué tal si no?
Si bien están obligados a exigir una mayor difusión y pedir a los empresarios (concesionarios de un bien público) que se comporten a la altura del momento histórico que se vive, también están obligados a hacer de la noche del debate, el mejor papel de sus vidas.
Sale sobrando a estas alturas si se va o no a transmitir en cadena nacional, el nivel de la protestas exige un altísimo nivel en la participación de los candidatos frente a la audiencia que sea y que no decepcionen. Que demuestren por qué el episodio de cólera. Que sus palabras, su capacidad y resultados esa noche, les den la razón.
Después de tanta alharaca, si sus actuaciones no mueven al puntero de su sitio, quedarán peor y se les volteará el chirrión por el palito. Hago votos para que así como han reclamado, propongan, contrasten, sorprendan, cautiven, convenzan y motiven a al mexicano adormilado. Que no sean sólo gritos y sombrerazos, que demuestren por qué estaban esperando esta oportunidad, que lo reflejen las encuestas una semana después o que se resignen a la burla pública.
Las protestas han sido estruendosas por parte de quienes han recogido el agravio por parte de las dos televisoras que decidieron; una, no transmitir el debate del próximo domingo y la otra, enviar la transmisión del debate presidencial a un canal de menor audiencia mientras continúa con su programación habitual en el canal y con el show de más rating entre sus programas a la misma hora del debate.
Un tema, entre otros, es ver qué tan madura, consciente y preocupada está la ciudadanía para no morder el anzuelo. Pero otro gran tema es el de la posible actuación de los candidatos que están en desventaja y que son quienes precisamente se quejan más por la inesperada jugada de las televisoras.
Se han dado cantidad de razones para poner en evidencia la falta de respeto a la sociedad por parte de las empresas de televisión y el daño a nuestra débil democracia. No obstante, la reacción también responde a una (quizás la única) apuesta de los candidatos López Obrador, Vázquez Mota y Quadri, para propinarle dos o tres ganchos a Peña Nieto y con ello, arrebatarle puntos en las encuestas y posicionarse mejor en la recta final de esta elección presidencial.
No es para menos, sumados los simpatizantes de PAN, PRD y PANAL, son muchos los mexicanos que quieren disminuir a la locomotora priista y exigen de sus candidatos la concentración necesaria para que esto ocurra. No había de otra, tenían que reaccionar como lo están haciendo, pero automáticamente le han puesto un techo muy alto a las expectativas sobre su participación en el debate y ahora tendrán que cumplir.
Aunque sea obvio lo tengo que decir, los candidatos en desventaja fincaban todas, o casi todas sus esperanzas en la capacidad que tienen para ganarle a Peña Nieto en el ejercicio de los contrastes y las ideas frente a la mayor cantidad de espectadores posible, y probablemente estén en lo correcto. Pero ¿qué tal si no?
Si bien están obligados a exigir una mayor difusión y pedir a los empresarios (concesionarios de un bien público) que se comporten a la altura del momento histórico que se vive, también están obligados a hacer de la noche del debate, el mejor papel de sus vidas.
Sale sobrando a estas alturas si se va o no a transmitir en cadena nacional, el nivel de la protestas exige un altísimo nivel en la participación de los candidatos frente a la audiencia que sea y que no decepcionen. Que demuestren por qué el episodio de cólera. Que sus palabras, su capacidad y resultados esa noche, les den la razón.
Después de tanta alharaca, si sus actuaciones no mueven al puntero de su sitio, quedarán peor y se les volteará el chirrión por el palito. Hago votos para que así como han reclamado, propongan, contrasten, sorprendan, cautiven, convenzan y motiven a al mexicano adormilado. Que no sean sólo gritos y sombrerazos, que demuestren por qué estaban esperando esta oportunidad, que lo reflejen las encuestas una semana después o que se resignen a la burla pública.
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