Debate: El discurso del rey

Carlos Ramírez / Indicador Político

Éste es el discurso de introducción al debate por parte de los candidatos que los ciudadanos se quedaron esperando:

Compatriotas:

Comparezco ante ustedes en un debate que no será sino la parodia de sí mismo. No venimos a debatir porque los candidatos no tenemos qué debatir. Venimos a flotar para no perder puntos o atacar para ganar otros. Ésta es la tragedia de México: estamos sumidos en una crisis de modelo de desarrollo que está, desde cuando, haciendo crujir las amarras de la pesada nave del Estado.

Yo no vengo por votos, Vengo a decirles a ustedes la verdad… y sabemos que la verdad pierde elecciones, no las gana. Como cada año, los candidatos presidenciales ofrecen el país de las maravillas y entregan, seis años después, la crisis sexenal acumulada. Por eso hay que decirlo: los candidatos hemos mentido con ofertas irrealizables o con argumentos que sólo buscan ofrecer lo que es imposible de conseguir.

Por eso inició mi presentación con un argumento irrebatible: el país se juega su viabilidad como nación estable, soberana, equilibrada, con igualdad social indispensable y ninguno de nosotros tiene la fórmula mágica para sacarlo del hoyo; repito: nadie de los aquí presentes. Y si alguien lo dice con su mejor sonrisa simplemente está mintiendo. Hay que reconocerlo: la crisis es más grande que nosotros. No quiere decir que la crisis no tenga solución; lo que hemos visto en la campaña es insuficiente para resolver los problemas.

Por eso quiero resumir mi propuesta: si gano las elecciones, como presidente electo declararé la emergencia nacional para convocar a todas las organizaciones sociales, políticas y económicas a formar un comité de rediseño de la República; este grupo redactará los Pactos de Los Pinos, un documento en el que se plasmarán todas las reformas necesarias y en cuya negociación cada sector dirá lo que exige para sí, pero también lo que estaría dispuesto a dar para conseguirlo. Así se lograron los Pactos de la Moncloa que consolidaron la transición de España a la democracia y a la modernidad.

Antes de tomar posesión anunciaré un gobierno de dos años orientado sólo a la consolidación de las reformas nacionales para el nuevo modelo de desarrollo. Como las reformas requerirán un nuevo pacto constitucional, en dos años resolveremos el segundo desafío nacional: rediseñar el pacto constitucional con la legislatura en turno o convocar a un congreso constituyente para definir una nueva Constitución. Mi posición estará también en decisión: no tengo empacho en renunciar a los dos años de gobierno para empezar el nuevo ciclo nacional que debió de haber comenzado en el 2000.

La propuesta de reformas de los Pactos de Los Pinos girará en torno a tres pivotes: un nuevo modelo de desarrollo con la redefinición del Estado como eje, un nuevo sistema político con énfasis en el legislativo y un nuevo pacto constitucional, los tres con su correspondiente referéndum para también responsabilizar a la sociedad de los cambios. Y se trata de una reforma integral para dejar atrás los parches que sólo han trabado el funcionamiento de la República.

El país ya no tiene espacios ni margen de maniobra y, como hemos visto en los últimos años desde la gran crisis de la república priísta en 1976, nadie les ha dicho a los ciudadanos esa verdad; nuestras mentiras como clase política están a la vista: en treinta y seis años el país ha ido de mal en peor, pero eso sí, cada seis años los candidatos de entonces y ahora salimos con la demagogia de siempre, con las propuestas del paraíso recobrado, con el mensaje de que ahora sí las cosas van a cambiar… aunque para que sigan siendo iguales.

Los políticos le hemos fallado a la sociedad; hemos fracasado; hay que decirlo, los hemos engañado. No es posible seguir creyendo que un país sin viabilidad social siga dependiendo cada año de los acarreos de campaña, de las mentiras de los spots, de las promesas que prometen ante notario cumplir lo que es su obligación constitucional y que hay que firmarlos para que la gente crea en los compromisos. El gran fracaso de la alternancia se le debe acreditar a Vicente Fox, quien prometió el cambio y la transición, pero prefirió el goce del poder político… como cualquier priísta. La alternancia fue una transición fugaz y naufragó porque no llevó a la instauración de un nuevo sistema político democrático.

Por eso quiero dejar asentado aquí que este debate --y con él toda la campaña-- es una gran impostura política. Ninguno de nosotros tiene solución para los problemas porque todos estamos atados a nuestros compromisos y a nuestros partidos. El actual sistema político, régimen de gobierno, Constitución general y modelo de desarrollo ya no sirven, pero ninguno de nosotros por sí mismo va a modificarlo y menos a atenuarlo. El país de la república priísta ya no funciona; México requiere de nuevas ideas, mejores compromisos, desafíos de largo plazo, compromisos serios y una élite política comprometida realmente con la sociedad y no sólo con ansias de poder.

Por tanto, este debate es una farsa política. El país real es inexistente y desconocido para los políticos. Si queremos realmente salir de la crisis, entonces pensemos en el futuro, no en el poder de corto plazo. Ésta podría ser la última oportunidad; México necesita revisar su siglo XIX para identificar desafíos y construir opciones. El Estado-nación está en peligro por el crimen organizado, la corrupción, la crisis, la pobreza y… los políticos demagogos.

Hay que cambiar en serio. Si no, nos veremos dentro de seis años en otro debate que conducirá sólo a satisfacer pasiones, pero con un país aún más desigual y con mayor crisis. Muchas gracias.

(Todos los lunes en Canal 40, programa de TV “La política incómoda”, conducido por Carlos Ramírez a las 10 de la noche. No se lo pierda.).

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