Orlando Delgado Selley
Con inusitada dureza altos funcionarios del sector hacendario, dirigentes de los banqueros privados y el ex secretario de Hacienda en el gobierno foxista, Francisco Gil, actualmente presidente de Telefónica para México y consejero independiente de Bancomer, han atacado la posición de Guillermo Ortiz, ex gobernador del Banco de México (BdeM), ex secretario de Estado en el gobierno zedillista y subsecretario de Hacienda y responsable de la privatización de los bancos estatales en el sexenio salinista. El planteamiento de Ortiz de hace dos meses, publicado primero por el New York Times y luego por La Jornada fue sorprendente.
Sostuvo que en las circunstancias críticas que vive la economía europea, particularmente la española, las filiales de bancos europeos establecidas en América Latina han enviado a sus matrices las utilidades generadas. Esto resulta, en la opinión de Ortiz, que ahora preside el Consejo de Administración de Banorte, inconveniente. Estamos en un mundo al revés que debe detenerse. Propuso, repitiendo uno de sus insistentes planteamientos de cuando fue gobernador del BdeM, que los bancos extranjeros fueran obligados por la autoridad a poner a la venta en el mercado accionario mexicano partes importantes de su capital.
Esta medida permitiría que una parte de las utilidades, en forma de dividendos, se quedara en México, pero además les obligaría a hacer públicos sus resultados financieros. De esta manera se limitaría con criterios de mercado el monto de las utilidades remitidas al extranjero. Ubicó esta propuesta en términos de la crisis actual, señalando que en este momento es importante contar con estos recursos para el desarrollo nacional. Su planteamiento es, en consecuencia, circunstancial. No se opone a que haya bancos extranjeros, ni a que remitan utilidades, presionando el mercado de divisas. Lo que sugirió fue simplemente la conveniencia de establecer límites.
Aunque ha respondido toda la lista de autoridades hacendarias y de la propia Asociación de Bancos, el tono del artículo de Gil Díaz (Reforma 21/5/12, Negocios, p. 8) hace pensar que el planteamiento de Ortiz ha calado hondo y pudiera convertirse en política en el próximo sexenio. Gil dice que el planteamiento de Ortiz, a quien despectivamente llama varias veces simplemente doctor, es erróneo, miope, populista, equívoco, provinciano, parcial, incompleto y amnésico. Gil se propone explícitamente evitar “reformas equívocas que van más allá de lo que requiere un sistema financiero más seguro o que enfatizan excesivamente lo nacional al tiempo que se despreocupan de las ramificaciones globales…”
Gil sostiene, como lo hacen los republicanos estadunidenses, que la crisis se originó por el mal funcionamiento gubernamental: fallas de supervisión, políticas públicas equivocadas, bancos centrales y secretarios de Hacienda permisivos, estímulos artificiales a la vivienda y expansiones crediticias impresionantes de entidades públicas y cuasi públicas. Sobre el funcionamiento de los bancos y de la banca en la sombra, Gil no dice nada. Para él, los directivos de esas empresas no tienen responsabilidad. Por eso no le parece conveniente regular a los bancos.
Gil nos dice que los banqueros extranjeros estuvieron dispuestos a invertir, confiando en las perspectivas de México, ayudándonos a limpiar la cartera vencida y recuperando la confianza en el sistema financiero. Habría que recordarle que esta inversión ha sido extraordinariamente rentable, en niveles superiores incluso a lo que lograron las matrices, incluso en sus buenos tiempos. De modo que lo que hay que discutir, como lo ha hecho Ortiz, es lo que requiere el desarrollo de México. Y, de algún modo, estamos precisamente en eso.
El proceso electoral nos está planteando la posibilidad de decidir quá hará México en los próximos años. La vehemencia de Gil indica que su opción política carece totalmente del respaldo ciudadano necesario para seguir gobernando luego de 12 años. Quedan las otras dos. Son claramente diferentes, pero pudieran coincidir en la necesidad de regular a los bancos extranjeros que controlan el sistema bancario mexicano. Esto que le preocupa a Gil, a muchos en el país nos tiene muy tranquilos.
Con inusitada dureza altos funcionarios del sector hacendario, dirigentes de los banqueros privados y el ex secretario de Hacienda en el gobierno foxista, Francisco Gil, actualmente presidente de Telefónica para México y consejero independiente de Bancomer, han atacado la posición de Guillermo Ortiz, ex gobernador del Banco de México (BdeM), ex secretario de Estado en el gobierno zedillista y subsecretario de Hacienda y responsable de la privatización de los bancos estatales en el sexenio salinista. El planteamiento de Ortiz de hace dos meses, publicado primero por el New York Times y luego por La Jornada fue sorprendente.
Sostuvo que en las circunstancias críticas que vive la economía europea, particularmente la española, las filiales de bancos europeos establecidas en América Latina han enviado a sus matrices las utilidades generadas. Esto resulta, en la opinión de Ortiz, que ahora preside el Consejo de Administración de Banorte, inconveniente. Estamos en un mundo al revés que debe detenerse. Propuso, repitiendo uno de sus insistentes planteamientos de cuando fue gobernador del BdeM, que los bancos extranjeros fueran obligados por la autoridad a poner a la venta en el mercado accionario mexicano partes importantes de su capital.
Esta medida permitiría que una parte de las utilidades, en forma de dividendos, se quedara en México, pero además les obligaría a hacer públicos sus resultados financieros. De esta manera se limitaría con criterios de mercado el monto de las utilidades remitidas al extranjero. Ubicó esta propuesta en términos de la crisis actual, señalando que en este momento es importante contar con estos recursos para el desarrollo nacional. Su planteamiento es, en consecuencia, circunstancial. No se opone a que haya bancos extranjeros, ni a que remitan utilidades, presionando el mercado de divisas. Lo que sugirió fue simplemente la conveniencia de establecer límites.
Aunque ha respondido toda la lista de autoridades hacendarias y de la propia Asociación de Bancos, el tono del artículo de Gil Díaz (Reforma 21/5/12, Negocios, p. 8) hace pensar que el planteamiento de Ortiz ha calado hondo y pudiera convertirse en política en el próximo sexenio. Gil dice que el planteamiento de Ortiz, a quien despectivamente llama varias veces simplemente doctor, es erróneo, miope, populista, equívoco, provinciano, parcial, incompleto y amnésico. Gil se propone explícitamente evitar “reformas equívocas que van más allá de lo que requiere un sistema financiero más seguro o que enfatizan excesivamente lo nacional al tiempo que se despreocupan de las ramificaciones globales…”
Gil sostiene, como lo hacen los republicanos estadunidenses, que la crisis se originó por el mal funcionamiento gubernamental: fallas de supervisión, políticas públicas equivocadas, bancos centrales y secretarios de Hacienda permisivos, estímulos artificiales a la vivienda y expansiones crediticias impresionantes de entidades públicas y cuasi públicas. Sobre el funcionamiento de los bancos y de la banca en la sombra, Gil no dice nada. Para él, los directivos de esas empresas no tienen responsabilidad. Por eso no le parece conveniente regular a los bancos.
Gil nos dice que los banqueros extranjeros estuvieron dispuestos a invertir, confiando en las perspectivas de México, ayudándonos a limpiar la cartera vencida y recuperando la confianza en el sistema financiero. Habría que recordarle que esta inversión ha sido extraordinariamente rentable, en niveles superiores incluso a lo que lograron las matrices, incluso en sus buenos tiempos. De modo que lo que hay que discutir, como lo ha hecho Ortiz, es lo que requiere el desarrollo de México. Y, de algún modo, estamos precisamente en eso.
El proceso electoral nos está planteando la posibilidad de decidir quá hará México en los próximos años. La vehemencia de Gil indica que su opción política carece totalmente del respaldo ciudadano necesario para seguir gobernando luego de 12 años. Quedan las otras dos. Son claramente diferentes, pero pudieran coincidir en la necesidad de regular a los bancos extranjeros que controlan el sistema bancario mexicano. Esto que le preocupa a Gil, a muchos en el país nos tiene muy tranquilos.
Comentarios