José Cárdenas
La rechifla contra Enrique Peña Nieto en la Ibero prueba dos cosas: la enorme vulnerabilidad de las campañas políticas —ésta en especial—, cuyo éxito o fracaso depende, a veces, no de los miles de votos seguros o indecisos, sino de la fragilidad de la imagen.
Y si fracasa la imagen puede fracasar todo lo demás.
Hace algunas semanas se hablaba de la estrategia de Peña Nieto para llegar al debate del 6 de mayo en las mejores condiciones posibles. Lo hizo mediante un sistema de control de todas sus actividades. Ambientes seguros y protegidos, se les llama en el catálogo de la estrategia electoral.
Sin embargo, los votos no están en los ambientes protegidos ni controlados. Los votos están en la calle y corresponde a los aspirantes seducir a los electores… persuadirlos, convencerlos y comprometerlos.
Los entusiastas de Peña Nieto presumían hasta hace unos días el recubrimiento de teflón que le brinda ser puntero… pero eso de nada valió en la Ibero.
Poco importa si los pretextos de la repulsa son ciertos o inventados. De nada sirve echarle la culpa a los provocadores… con ellos está empedrado el camino del infierno. Los provocadores provocan… y los reventadores revientan.
En este caso, cuya dimensión apenas comienza a comprenderse cabalmente, incidió el olvido de la estrategia de seguridad del candidato. No de la seguridad para evitar ataques físicos o atentados, no. La seguridad de los ambientes probados, comprobados, confirmados y reconfirmados como seguros.
El cambio del mitin cerrado en espacios asépticos a la aventura de transitar por terrenos minados sobre advertencia puede resultar a veces heroico y valeroso, pero no siempre se traduce en aumento de puntos o ganancia en las preferencias electorales.
Si la decisión de acudir el pasado viernes negro, primero con Carmen Aristegui a recibir una reprimenda radiofónica —con evidente guión amoroso— ya era un riesgo, presentarse en el auditorio José Sánchez Villaseñor de la Iberoamericana, resultaba al menos una temeridad. El repudio había sido anunciado… las consecuencias se sabían de antemano.
Cuando ocurren estas cosas, los equipos despliegan una estrategia llamada “control de daños”, la cual puede resultar exitosa o no, pero de ninguna manera evita un hecho: sólo se controlan los daños cuando ha ocurrido algo dañino.
Si Peña Nieto logra exhibirse como una víctima de la intolerancia y la anarquía, si convierte a los “chavos” de la Ibero en barbajanes manipulados por sus opositores, logrará convertir un hecho negativo en un aumento, así sea mínimo, de su capital reflejado en las encuestas.
Pero este paso en falso dificulta la marcha y genera desconfianza. El debate de Guadalajara está a la vuelta de la esquina y no faltará (si los escotes lo permiten) quien aluda al asunto. Josefina no podría hablar, pues se expone al recordatorio de su estadio vacío. Pero Andrés Manuel no tendrá mayor objeción: en todas partes lo han recibido y no lo han echado de ninguna escuela.
MONJE LOCO: Cuando López Obrador dice: no le deseo mal a nadie, y se refiere, sarcástico, al viernes negro de Peña Nieto en la Ibero, no puede esconder un brillo malévolo en sus expresivos ojitos tropicales. ¿De veras nadie de los suyos metió la mano? Nadar entre tiburones es peligroso para cualquiera… menos para los tiburones. Ya se sabe, se supo…
La rechifla contra Enrique Peña Nieto en la Ibero prueba dos cosas: la enorme vulnerabilidad de las campañas políticas —ésta en especial—, cuyo éxito o fracaso depende, a veces, no de los miles de votos seguros o indecisos, sino de la fragilidad de la imagen.
Y si fracasa la imagen puede fracasar todo lo demás.
Hace algunas semanas se hablaba de la estrategia de Peña Nieto para llegar al debate del 6 de mayo en las mejores condiciones posibles. Lo hizo mediante un sistema de control de todas sus actividades. Ambientes seguros y protegidos, se les llama en el catálogo de la estrategia electoral.
Sin embargo, los votos no están en los ambientes protegidos ni controlados. Los votos están en la calle y corresponde a los aspirantes seducir a los electores… persuadirlos, convencerlos y comprometerlos.
Los entusiastas de Peña Nieto presumían hasta hace unos días el recubrimiento de teflón que le brinda ser puntero… pero eso de nada valió en la Ibero.
Poco importa si los pretextos de la repulsa son ciertos o inventados. De nada sirve echarle la culpa a los provocadores… con ellos está empedrado el camino del infierno. Los provocadores provocan… y los reventadores revientan.
En este caso, cuya dimensión apenas comienza a comprenderse cabalmente, incidió el olvido de la estrategia de seguridad del candidato. No de la seguridad para evitar ataques físicos o atentados, no. La seguridad de los ambientes probados, comprobados, confirmados y reconfirmados como seguros.
El cambio del mitin cerrado en espacios asépticos a la aventura de transitar por terrenos minados sobre advertencia puede resultar a veces heroico y valeroso, pero no siempre se traduce en aumento de puntos o ganancia en las preferencias electorales.
Si la decisión de acudir el pasado viernes negro, primero con Carmen Aristegui a recibir una reprimenda radiofónica —con evidente guión amoroso— ya era un riesgo, presentarse en el auditorio José Sánchez Villaseñor de la Iberoamericana, resultaba al menos una temeridad. El repudio había sido anunciado… las consecuencias se sabían de antemano.
Cuando ocurren estas cosas, los equipos despliegan una estrategia llamada “control de daños”, la cual puede resultar exitosa o no, pero de ninguna manera evita un hecho: sólo se controlan los daños cuando ha ocurrido algo dañino.
Si Peña Nieto logra exhibirse como una víctima de la intolerancia y la anarquía, si convierte a los “chavos” de la Ibero en barbajanes manipulados por sus opositores, logrará convertir un hecho negativo en un aumento, así sea mínimo, de su capital reflejado en las encuestas.
Pero este paso en falso dificulta la marcha y genera desconfianza. El debate de Guadalajara está a la vuelta de la esquina y no faltará (si los escotes lo permiten) quien aluda al asunto. Josefina no podría hablar, pues se expone al recordatorio de su estadio vacío. Pero Andrés Manuel no tendrá mayor objeción: en todas partes lo han recibido y no lo han echado de ninguna escuela.
MONJE LOCO: Cuando López Obrador dice: no le deseo mal a nadie, y se refiere, sarcástico, al viernes negro de Peña Nieto en la Ibero, no puede esconder un brillo malévolo en sus expresivos ojitos tropicales. ¿De veras nadie de los suyos metió la mano? Nadar entre tiburones es peligroso para cualquiera… menos para los tiburones. Ya se sabe, se supo…
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