Ahora será entre tres

Jorge Fernández Menéndez

¿Afecta realmente el resultado electoral lo ocurrido con el movimiento #YoSoy132 o la comparecencia de los candidatos ante el movimiento de Javier Sicilia?, ¿puede modificar dramáticamente el equilibrio electoral el próximo debate del 10 de junio? Todo puede suceder, pero a un mes de las elecciones se ve difícil que pueda haber cambios dramáticos. Si estuviéramos ante unos comicios como los de 2000 o los de 2006, cualquiera de esos elementos, u otros como la detención del ex gobernador Narciso Agúndez o la inminente de Tomás Yarrington, podrían marcar las elecciones. En 2006, en unos comicios que llegaron empatados hasta el final, hubo detalles en las últimas semanas que pudieron cambiar todo: el caso Hildebrando, que presentó López Obrador en el segundo debate, aunque fue lisa y llanamente una mentira descarada, fue tan mal defendido por el PAN que pudo costarle la elección a Felipe Calderón. En 2000, además de los numerosos problemas que se presentaron en la campaña de Francisco Labastida, el mal desempeño del candidato priista en los debates decantó en el último mes una elección que para estas fechas parecía empatada.

En este sentido, como ya hemos dicho, estos comicios se parecen más a los de 1994. Existe un candidato con una ventaja importante, como ocurría con Ernesto Zedillo entonces, que incluso en sus errores (Zedillo perdió en forma evidente el debate ante Diego Fernández de Cevallos) tenía un margen muy considerable para poder operar. Quizá si Diego y el PAN hubieran apretado electoralmente en ese último mes (los comicios fueron entonces en agosto, no en julio) las cosas hubieran podido ser diferentes, pero el hecho es que Zedillo pudo administrar hasta el final la ventaja con que había comenzado la campaña luego del asesinato de Luis Donaldo Colosio. Paradójicamente, en los meses siguientes, los de la transición, vendría el derrumbe, con el asesinato de José Francisco Ruiz Massieu, las profundas desavenencias entre el presidente entrante y el saliente, y el pésimo manejo que derivó en la crisis financiera de diciembre del 94.

En esta ocasión la ventaja de Peña Nieto se ha mantenido relativamente estable, como la de Zedillo en el 94. Según los propios priistas, las movilizaciones y la campaña juvenil luego de los hechos de la Ibero le generaron un costo de dos puntos aproximadamente en las encuestas, mientras que la disputa se ha concentrado en la lucha por el segundo lugar entre Josefina Vázquez Mota y Andrés Manuel López Obrador, que es quien más se ha beneficiado de esos movimientos, aunque también ha registrado un incremento relativamente marginal, por lo menos de cara a la ventaja que le lleva Peña Nieto.

Precisamente la lucha entre Josefina y López Obrador es lo que ha impedido a cualquiera de los contendientes descontar la ventaja que les lleva Peña: no hay una opción clara de voto útil y en todo caso los votos que pierda el candidato priista se dividen entre los aspirantes del PAN y del PRD y en algunos casos terminan beneficiando a un Gabriel Quadri que, con 4%, obviamente no disputará la Presidencia de la República, pero que no están nada mal para quien comenzó hace unos meses literalmente con cero.

Pero precisamente por eso habrá que prepararse para que los candidatos en este tramo final de la campaña se saquen los guantes y comiencen un proselitismo mucho más agresivo, incluido el equipo de Peña Nieto, que hasta ahora se había dedicado a administrar la ventaja: si bien la misma se mantiene, el hecho es que tiende a disminuir y no puede Peña correr el riesgo de que los comicios se cierren y, adicionalmente, se cierre mucho más la otra lucha, que está más solapada, pero que es clave para el futuro, respecto a los equilibrios en el Congreso, donde el PRI, con sus aliados, lo que busca es tener una mayoría propia. En este último mes la campaña de Peña comenzará a mostrarse mucho más a la ofensiva contra el PRD y el PAN que en el pasado.

En el caso de Andrés Manuel López Obrador, ya ha visto que la estrategia de abandonar el amor y la paz le ha dado resultados y ha regresado a un discurso mucho más duro, muy antiPeña, que se coloca en el horizonte de los grupos juveniles que, de una u otra forma, terminan apoyándolo.

Josefina Vázquez Mota tiene que abocarse a una doble batalla: su foco ya no puede ser sólo Peña Nieto, tiene que ser también López Obrador. En el debate pasado, Josefina desperdició la oportunidad de ser mucho más dura con Peña, pero también de marcar con claridad sus diferencias con Andrés Manuel, y ahora debe hacerlo: la lógica de presentar un frente común contra Peña al que beneficia es al perredista, por lo menos así lo han mostrado hasta ahora las encuestas.

Junio será un mes de candidatos sin guantes ni navegantes de muertito.

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