Agentes secretos y el sexo

Lydia Cacho

Una joven venezolana traída a México por una red de tratantes de Monterrey logró escapar de sus explotadores. Cuando se le ofreció pedir ayuda a Interpol, dada la protección que los tratantes tenían del ex gobernador de Nuevo León, la joven no aceptó. Narró frente a la Ministerio Público de SIEDO cómo durante la convención de Interpol llevada a cabo en Cancún (en la que el tema principal era el combate a la trata de personas transfronteriza) ella fue llevada por su tratante con un grupo de jóvenes a un hotel 5 estrellas de Cancún para una fiesta privada con los directivos de la Interpol de diversos países.

En abril pasado un grupo de 12 agentes secretos y militares fue enviado a El Salvador y a Cartagena, Colombia, como avanzada de seguridad para la visita del presidente Obama en la VI Cumbre de las Américas. Los agentes, hospedados en el hotel Caribe, fueron a un bar en donde bebieron mucho y contrataron prostitutas. Una de ellas, Dania Lordoño, de 25 años, acordó con uno de los agentes que le pagaría 800 dólares por sexo. Aceptó y la llevó a su hotel, otros agentes hicieron lo mismo con jóvenes de la boyante industria del sexo. Si el agente, demasiado borracho para predecir el escándalo que causaría, le hubiese pagado a Lordoño los 800 dólares y no los 28 dólares que le escatimó, no nos hubiéramos enterado del asunto. Ella acudió a la policía, lo demás es historia.

Nueve agentes secretos (ahora nada secretos) fueron despedidos del servicio por haberles comprobado requerir los servicios sexuales a individuas y empresas. Los voceros de Obama se persignaron horrorizados, actuando de la misma manera en que lo hicieron cuando se descubrió que en la Zona Verde, los cuarteles Green Zone en Irak, los soldados y personal del Pentágono tenían su propio servicio de prostitutas a domicilio que, por razones de seguridad, eran reclutadas por tratantes para proteger a los soldados y personal de Washington apostado en Bagdad. La hipocresía y la doble moral no podía ser mayor. Las avanzadas de Hillary Clinton en sus viajes por el mundo denunciando la trata de mujeres, particularmente la esclavitud sexual, también alimentan la industria de sexo comercial, que en un alto porcentaje gana millones por esclavizar a mujeres y jóvenes y niñas en todos los países, incluyendo a Estados Unidos.

En el debate postescándalo de abril pasado los medios se enfocaron en el discurso oficial moralino, propio del protestantismo norteamericano, que se horroriza no porque contraten mujeres que no se saben si están o no esclavizadas, sino porque han sido descubiertos los supuestos líderes morales policiacos del mundo. Ed Donovan, portavoz del Servicio Secreto aseguró que estos eran “actos censurables” y se negó a hablar de la posible comisión del delito de trata por parte de sus agentes y militares, que hicieron lo mismo en El Salvador, en Cartagena y antes en Rusia.

Esta noticia, como muchas otras sobre el mismo tema, se desvió hacia la vida de Lordoño, la mujer a la que fustigan con frases moralinas y califican de “tener una doble vida” y quien ante el asedio mediático ha dicho que se retira de la prostitución. Ella que iba por la libre sí se puede retirar, otras cientos de miles, atrapadas en bares y prostíbulos no pueden, ni hablar ni denunciar ni huir, y ese es el tema que se debería de discutir. Son aquellos policías, militares que deberían de asegurar el orden y la seguridad, quienes alimentan el negocio que el propio Obama ha dicho es el tercer negocio criminal más rentable del mundo.

Otro escándalo en el que los medios son cómplices de la simplificación de un asunto por demás trascendental.

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