45 días y 500 noches

Jorge Fernández Menéndez

Dice Joaquín Sabina que para olvidar un amor necesitó 19 días y 500 noches. Para las elecciones faltan 45 días, que pueden ser muy cortos, insuficientes, y sus 500 noches, porque para muchos, el llegar a esa jornada se hará larguísimo. A 45 días de los comicios del primero de julio, todo parece indicar que, salvo que ocurra algo demasiado extraño, lo que está realmente en disputa en este momento son dos cosas: por una parte, si el PRI tendrá o no mayoría propia, junto con sus aliados del Verde, en la Cámara de Diputados (todo indica que en la de Senadores la tiene asegurada) y, además, quién quedará en el segundo lugar: Josefina Vázquez Mota o Andrés Manuel López Obrador. Incluso una tercera duda, si alcanzaría el registro o no Nueva Alianza, parece estar cada día más fuera de la discusión. El partido de Elba Esther, con el buen desempeño que ha mostrado Gabriel Quadri, seguramente alcanzará su objetivo de tener entre tres y cuatro puntos de votación, ya sea en la presidencial o en el Congreso, y con ello conservará el registro.

Todas las recientes encuestas están mostrando un porcentaje de votos de aproximadamente 45% para Peña, contra 26% para Josefina y 23% para Andrés Manuel. El debate no generó movimientos importantes, pero los pocos puntos que se redistribuyeron parecen haber ido al tabasqueño. La explicación es sencilla y deviene también de las expectativas generadas por el debate: mientras en ese encuentro Josefina contestó bien y exhibió parte de sus propuestas, Andrés Manuel apostó al sentimiento antipriista y logró, en ese sentido, colocarse como un opositor más férreo a Peña Nieto, aunque con propuestas que en ocasiones pueden parecer irracionales o manejando rumores como hechos. Lo ocurrido en la Ibero con una fuerte operación de sus simpatizantes dentro y fuera de esa universidad, fortaleció esa percepción. Alguno podrá decir que lo ocurrido en el debate y lo sucedido en la Ibero alejan cada día más a Andrés Manuel de la lógica del “amlove”, pero es obvio que su apuesta en este momento es a tratar de quedar segundo y de recuperar, con ese objetivo, la mayor cantidad posible de los seguidores duros perdidos en los últimos seis años. El cambio de discurso es evidente entre otros temas en la relación de López Obrador con el IFE: ahora resulta que el IFE trabaja para Peña, que se reitera la tesis del grupo conspirador que controla el país y este fin de semana la queja porque el tiempo de campaña es muy corto. Es una pena, pero todo lo relacionado a las reglas y los tiempos de campaña fueron modificaciones que se hicieron para darle gusto a López Obrador en la reforma de 2007.

En el caso de Josefina, tiene que venir una nueva etapa en la cual se endurezca su discurso contra Peña, pero ya no puede, tampoco, ignorar a López Obrador, como ocurrió en el debate. No creo que a la hora de votar esté tan cerca Andrés Manuel de la candidata panista; creo que el PAN tiene aún recursos para impulsar a su aspirante en varios estados de la República, pero el discurso, la imagen y la organización se tienen que fortalecer para no terminar generando una percepción de empate con López Obrador que finalmente se termine convirtiendo en realidad.

En el caso de Peña Nieto no habrá novedades: seguirá apostando a conservar la ventaja en un equipo que funciona muy adecuadamente. Los hechos de la Ibero difícilmente le quitarán puntos y, por la forma en que se dieron las cosas, al contrario, podrían fortalecerlo, por lo menos en dos aspectos: en el sentido de que se presentó ante un auditorio manifiestamente hostil, y de que no terminó en ridículo, sino agredido. Ser víctima y no verdugo en muchas ocasiones es muy útil en la vida y en la política.

El objetivo de Peña, en todo caso, es pelear por la mayoría en el Congreso. Tanto el candidato como sus principales operadores lo tienen claro desde hace meses y no se han separado un centímetro de esa aspiración. Saben que de llegar al poder será completamente diferente comenzar su gestión con un gobierno dividido a hacerlo con mayoría legislativa propia. Eso no implicaría que no fueran necesarios acuerdos con sus opositores: la diferencia es cuánto se dilatan o encarecen esos acuerdos según la correlación de fuerzas en el Congreso. Van por 42.5% de la votación, lo cual, más las posiciones del Verde (e incluso hipotéticamente las de Nueva Alianza en algunos temas) si se mantienen las actuales tendencias electorales, sería un objetivo muy alcanzable.

Faltan 45 días y todo puede ocurrir, pero salvo que se den cambios extraordinarios, las peleas del primero de julio, y por lo tanto las estrategias de campaña a futuro, ya están más que definidas. Las 500 noches, si se quiere revertir la situación, serán mucho más largas.

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