Y me sentí candidato

Francisco Rodriguez / Índice Político

¿Sabe usted qué es el nadaísmo? Debo admitir que, hasta ayer, yo ni siquiera estaba enterado del término. Así que “navegué” al moderno tumbaburros que es la Wikipedia y descubrí que “es un movimiento literario colombiano que se desarrolló durante el período 1958-1964 en la ciudad de Medellín… (que) expresó una protesta contra las instituciones tradicionales de la sociedad y la cultura, protesta que filosóficamente se enmarca en lo nihilista.”

También que “formaron parte del nadaísmo principalmente jóvenes colombianos contestatarios e irreverentes que bajo el lema ‘No dejar una fe intacta ni un ídolo en su sitio’ incursionaron en la práctica poética dotándola de un alto contenido de protesta social.”

Le platico de esto porque, también “navegando”, me encontré con un maravilloso texto del ya fallecido Gonzalo Arango (1931-1976), fundador clave del nadaísmo, que me da gusto compartir hoy con usted.

Se titula La Locura del Poder y dice:
“Esta mañana, sin razón alguna, me sentí candidato a la presidencia de la República.
“El día era bello, soleado, y las flores henchían el aire con un tumulto de perfumes.
“El color de los cerros espejeaba sobre la cuidad, verde-luz-de-esperanza.
“Era, para decirlo simplemente, uno de esos días amables en que todo puede suceder: desde ganarse una lotería sin comprarla, hasta ser candidato presidencial.
“Los astros me eran propicios.
“Aunque me sentía feliz no pude soportar el tremendo peso que la vida descarga sobre la espalda de los elegidos:
“¡La responsabilidad del Poder!
“Fui al baño con el fin de mirarme al espejo a ver qué tal me sentaba la gloria.
“Debo reconocer, humildemente, que me luce.
“Pasé una hora, o tal vez dos, ensayando gestos frente al espejo, actitudes trascendentales de esas que llaman ‘históricas’.
“Pasaba con enorme elasticidad de la depresión al éxtasis, del júbilo al abatimiento, de la pose despreocupada a la de pensador profundo.
“Tomé la cosa tan en serio que olvidé completamente el espejo, el baño, y quién era yo.
“Entonces asumí mi papel de candidato ante los ejércitos de partidarios que en ese momento desfilaban ante la tribuna jurando fidelidad hasta la victoria o hasta la muerte, ¡oh embriaguez del Poder!
“Aquello fabuloso evocaba el heroísmo homérico, la apoteosis de un Dios, el tributo que rinden los pueblos a sus inmortales.
“Transportado a las alturas del hombre endiosado por el mito, levanté la mano como hacen las reinas de belleza, y formando con dos dedos una invencible V de victoria, juré ante las masas pan y paraíso, glorioso emblema del partido.
“El júbilo de corazones hambrientos estalló atronador y ascendió al cielo eclipsando el azul.
“Faltaron nubes al infinito para cabalgar sobre los ecos de la Revolución, plegarias del pueblo a los dioses crueles del Poder.
“Pero el poder es un honor que cuesta, y sobre todo fatiga. Me sentía al borde de mis fuerzas.
“Para cerrar con broche de bronce la epopeya de mi ascenso al solio, cerré el puño en furioso ademán de líder y lo agité violentamente en el aire electrizado de protestas…
“Entonces sucedió algo extraordinario, sublime:
“Mi rostro presidencial, completamente ensangrentado, se hizo astillas en el espejo.
“Mis compatriotas aterrorizados ante el drama histórico que se desarrollaba en ese momento me metieron apresuradamente en una ambulancia y me llevaron al manicomio, donde escribo esta fábula.”
Y ahora y aquí, ¿a quién cree usted que le caería como anillo al dedo este maravilloso escrito?
Se reciben comentarios.

Índice Flamígero: ¿A qué fue Felipe Calderón a EU? ¿A entrevistarse con la alcaldesa de Houston, Texas? ¿Ese es su nivel? Lo mejor de todo es que a esta autodisminuida y, claro, fallida Administración cada vez le quedan menos días. ¡Ya nada más 219! Demos gracias ¿a la Providencia?

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