PGR: nadie sabe, nadie supo
Peña Nieto, igual que Salinas
Carlos Fernández-Vega / México SA
La trasnacional Wal-Mart no sufre ni se acongoja. Sabe que su apuesta en México se mantiene segura y boyante, fundamentalmente por dos cosas: a) los delitos denunciados por The New York Times, simple y sencillamente prescribieron, y b) el total silencio (léase complicidad) del gobierno mexicano sobre el particular, en el que nadie sabe, nadie supo, y si llegara a saberlo de todas maneras tampoco actuará en consecuencia. Ya lo dijo la procuradora Marisela Morales: el de los sobornos es un caso que todavía no tenemos, pero que si en un momento dado es competencia nuestra, por supuesto que vamos a actuar y a solicitar lo que sea necesario. Y en el éter, como siempre, el enorme elefante blanco que es la Secretaría de la Función Pública.
De cualquier suerte a la trasnacional le salió caro el numerito, aunque sea momentáneamente: el precio de sus acciones en la Bolsa Mexicana de Valores se desplomaron 11.66 por ciento, por mucho que el presidente de la BMV, Luis Téllez (afamado promotor y colocador de inversiones privadas foráneas y representante del Grupo Carlyle en México, amén de ex funcionario de los gobiernos salinista, zedillista y calderonista), salió en temeraria defensa de Wal-Mart porque, dijo, es una empresa que contribuye de forma importante a la economía mexicana y cumple con todos los requerimientos que exige el mercado; es una compañía apreciada por el público inversionista y es la empresa privada que más da empleo al país (aplausos). Entonces, según esa versión, la trasnacional tendría derecho de violar la ley, porque da empleo al país, aunque sea en condiciones más que precarias.
Pero Wal-Mart tampoco se preocupa por el desplome en el mercado bursátil nacional (también en Wall Street cayó 5 por ciento), porque México le representa 25 por ciento de su ingreso global, muy al estilo de la banca extranjera que opera en México, que anualmente remite a sus matrices gruesas rebanadas de utilidades generadas en este país tercermundista con gobiernos de octavo mundo. La supuesta pérdida bursátil la recuperará en unas cuantas semanas, pues obtiene una ganancia neta cercana a 60 millones de pesos, libres de polvo y paja, según su información, al cierre del primer trimestre de 2012.
Prescritos los delitos reseñados por The New York Times, y con la tranquilidad que le da contar con la mano amiga del gobierno mexicano (en sus tres niveles, más un empujoncito del Legislativo), Wal-Mart se carcajea de todo esto. Con una generosa campaña publicitaria en los medios de comunicación amigos, el fuego se apagará rápidamente. Y es así, porque México es una inagotable mina de oro para Wal-Mart: 140 mil millones de pesos en utilidades netas (y contando) en una década y el segundo lugar internacional (sólo después de Estados Unidos) en número de establecimientos es prueba de ello. Para dar una idea de lo bien que en México la ido, el valor de capitalización (en el país) pasó de 255 mil millones de pesos en 2005 a 678 mil 500 millones en 2011, un modesto incremento cercano a 130 por ciento. Y todo, porque las autoridades carroñeras le permitieron –módico soborno de por medio– que su estrategia expansiva de negocios fuera rotundamente exitosa.
Hecha pública la red de sobornos orquestada y pagada por Wal-Mart, el gremio empresarial mexicano reaccionó, como sólo él puede hacerlo: el problema no es que la trasnacional soborne, que viole la ley, sino que la cachen, que le caigan en la maroma. Entonces, de acuerdo con esa versión empresarial, al consorcio estadunidense se le puede acusar de pendejo, pero no por actos ilegales, algo que, por lo demás, es práctica más que común en la estrecha relación gobierno-capital privado. Desde luego que Wal-Mart no es el único corporativo que promueve la ruta de la corrupción para facilitar estrategias de negocios, pero destaca en la materia.
Por medio de la Bolsa Mexicana de Valores, Wal-Mart emitió un comunicado, que en su parte medular señala: “las imputaciones hechas en el reciente artículo del New York Times, de ser ciertas, no reflejan la cultura de Wal-Mart de México y Centroamérica. El año pasado, Wal-Mart Stores Inc inició la revisión de prácticas de anticorrupción en todos los países donde opera. Posteriormente Wal-Mart Stores Inc inició una investigación independiente de las acusaciones que se describen en el artículo (del rotativo estadunidense), muchas de las cuales datan de más de seis años. Wal-Mart de México y Centroamérica está cooperando con esta investigación”.
Pero esa cooperación se ve truncada porque, dice, desafortunadamente estamos conscientes de que en este momento hay preguntas para las cuales no tenemos respuestas. Quisiéramos poder decir más, pero no estamos dispuestos a poner en riesgo la integridad de la investigación. Wal-Mart de México y Centroamérica espera que todos nuestros asociados cumplan tanto con las políticas corporativas como con las leyes de anticorrupción, y que siempre se conduzcan con los estándares más altos de conducta. No podemos calcular razonablemente la responsabilidad potencial, de haber alguna, con relación a estos temas. No obstante, con base en los hechos conocidos actualmente, creemos que estos asuntos no producirán efectos adversos para nuestro negocio, situación financiera, resultados o flujos de caja. Y se acabó el pleito.
Por cierto, Wal-Mart ya tiene una representante en la cargada empresarial a favor de Enrique Peña Nieto, quien al estilo del candidato salinista, armó su Consejo Consultivo Empresarial para el Crecimiento Económico y el Empleo, con el fin de amarrar el apoyo de los hombres y mujeres más ricos de México, a cambio de jugosos contratos en el sexenio, si es que llega. Resulta que el encopetado, directa o indirectamente, reunió a la crema y nata del gran capital para formalizar el compromiso de tal Consejo Consultivo, y entre sus integrantes (23 en total) aparece la señora Blanca Treviño de la Vega, presidenta de la empresa Softtek e integrante del consejo de administración de Wal-Mart. Peña Nieto, obviamente, no dijo ni pío sobre el asunto de los sobornos.
Las rebanadas del pastel
En 1987, como candidato al hueso mayor, Carlos Salinas de Gortari armó su Comité de financiamiento de la campaña electoral. En él participaron 20 empresarios y 10 políticos tricolores. Los primeros, sin ser pobres antes del arranque sexenal de la solidaridad, rápidamente se convirtieron en mexicanos Forbes, al amasar rápidas cuan enormes fortunas, todas ellas superiores a mil millones de dólares, al tiempo que se quedaron con la mejor tajada de las empresas paraestatales privatizadas; los segundos simplemente agarraron buenas posiciones, aunque algunos de ellos se quedaron en el camino. Entonces, Peña Nieto va por la misma ruta, con los mismos barones.
Peña Nieto, igual que Salinas
Carlos Fernández-Vega / México SA
La trasnacional Wal-Mart no sufre ni se acongoja. Sabe que su apuesta en México se mantiene segura y boyante, fundamentalmente por dos cosas: a) los delitos denunciados por The New York Times, simple y sencillamente prescribieron, y b) el total silencio (léase complicidad) del gobierno mexicano sobre el particular, en el que nadie sabe, nadie supo, y si llegara a saberlo de todas maneras tampoco actuará en consecuencia. Ya lo dijo la procuradora Marisela Morales: el de los sobornos es un caso que todavía no tenemos, pero que si en un momento dado es competencia nuestra, por supuesto que vamos a actuar y a solicitar lo que sea necesario. Y en el éter, como siempre, el enorme elefante blanco que es la Secretaría de la Función Pública.
De cualquier suerte a la trasnacional le salió caro el numerito, aunque sea momentáneamente: el precio de sus acciones en la Bolsa Mexicana de Valores se desplomaron 11.66 por ciento, por mucho que el presidente de la BMV, Luis Téllez (afamado promotor y colocador de inversiones privadas foráneas y representante del Grupo Carlyle en México, amén de ex funcionario de los gobiernos salinista, zedillista y calderonista), salió en temeraria defensa de Wal-Mart porque, dijo, es una empresa que contribuye de forma importante a la economía mexicana y cumple con todos los requerimientos que exige el mercado; es una compañía apreciada por el público inversionista y es la empresa privada que más da empleo al país (aplausos). Entonces, según esa versión, la trasnacional tendría derecho de violar la ley, porque da empleo al país, aunque sea en condiciones más que precarias.
Pero Wal-Mart tampoco se preocupa por el desplome en el mercado bursátil nacional (también en Wall Street cayó 5 por ciento), porque México le representa 25 por ciento de su ingreso global, muy al estilo de la banca extranjera que opera en México, que anualmente remite a sus matrices gruesas rebanadas de utilidades generadas en este país tercermundista con gobiernos de octavo mundo. La supuesta pérdida bursátil la recuperará en unas cuantas semanas, pues obtiene una ganancia neta cercana a 60 millones de pesos, libres de polvo y paja, según su información, al cierre del primer trimestre de 2012.
Prescritos los delitos reseñados por The New York Times, y con la tranquilidad que le da contar con la mano amiga del gobierno mexicano (en sus tres niveles, más un empujoncito del Legislativo), Wal-Mart se carcajea de todo esto. Con una generosa campaña publicitaria en los medios de comunicación amigos, el fuego se apagará rápidamente. Y es así, porque México es una inagotable mina de oro para Wal-Mart: 140 mil millones de pesos en utilidades netas (y contando) en una década y el segundo lugar internacional (sólo después de Estados Unidos) en número de establecimientos es prueba de ello. Para dar una idea de lo bien que en México la ido, el valor de capitalización (en el país) pasó de 255 mil millones de pesos en 2005 a 678 mil 500 millones en 2011, un modesto incremento cercano a 130 por ciento. Y todo, porque las autoridades carroñeras le permitieron –módico soborno de por medio– que su estrategia expansiva de negocios fuera rotundamente exitosa.
Hecha pública la red de sobornos orquestada y pagada por Wal-Mart, el gremio empresarial mexicano reaccionó, como sólo él puede hacerlo: el problema no es que la trasnacional soborne, que viole la ley, sino que la cachen, que le caigan en la maroma. Entonces, de acuerdo con esa versión empresarial, al consorcio estadunidense se le puede acusar de pendejo, pero no por actos ilegales, algo que, por lo demás, es práctica más que común en la estrecha relación gobierno-capital privado. Desde luego que Wal-Mart no es el único corporativo que promueve la ruta de la corrupción para facilitar estrategias de negocios, pero destaca en la materia.
Por medio de la Bolsa Mexicana de Valores, Wal-Mart emitió un comunicado, que en su parte medular señala: “las imputaciones hechas en el reciente artículo del New York Times, de ser ciertas, no reflejan la cultura de Wal-Mart de México y Centroamérica. El año pasado, Wal-Mart Stores Inc inició la revisión de prácticas de anticorrupción en todos los países donde opera. Posteriormente Wal-Mart Stores Inc inició una investigación independiente de las acusaciones que se describen en el artículo (del rotativo estadunidense), muchas de las cuales datan de más de seis años. Wal-Mart de México y Centroamérica está cooperando con esta investigación”.
Pero esa cooperación se ve truncada porque, dice, desafortunadamente estamos conscientes de que en este momento hay preguntas para las cuales no tenemos respuestas. Quisiéramos poder decir más, pero no estamos dispuestos a poner en riesgo la integridad de la investigación. Wal-Mart de México y Centroamérica espera que todos nuestros asociados cumplan tanto con las políticas corporativas como con las leyes de anticorrupción, y que siempre se conduzcan con los estándares más altos de conducta. No podemos calcular razonablemente la responsabilidad potencial, de haber alguna, con relación a estos temas. No obstante, con base en los hechos conocidos actualmente, creemos que estos asuntos no producirán efectos adversos para nuestro negocio, situación financiera, resultados o flujos de caja. Y se acabó el pleito.
Por cierto, Wal-Mart ya tiene una representante en la cargada empresarial a favor de Enrique Peña Nieto, quien al estilo del candidato salinista, armó su Consejo Consultivo Empresarial para el Crecimiento Económico y el Empleo, con el fin de amarrar el apoyo de los hombres y mujeres más ricos de México, a cambio de jugosos contratos en el sexenio, si es que llega. Resulta que el encopetado, directa o indirectamente, reunió a la crema y nata del gran capital para formalizar el compromiso de tal Consejo Consultivo, y entre sus integrantes (23 en total) aparece la señora Blanca Treviño de la Vega, presidenta de la empresa Softtek e integrante del consejo de administración de Wal-Mart. Peña Nieto, obviamente, no dijo ni pío sobre el asunto de los sobornos.
Las rebanadas del pastel
En 1987, como candidato al hueso mayor, Carlos Salinas de Gortari armó su Comité de financiamiento de la campaña electoral. En él participaron 20 empresarios y 10 políticos tricolores. Los primeros, sin ser pobres antes del arranque sexenal de la solidaridad, rápidamente se convirtieron en mexicanos Forbes, al amasar rápidas cuan enormes fortunas, todas ellas superiores a mil millones de dólares, al tiempo que se quedaron con la mejor tajada de las empresas paraestatales privatizadas; los segundos simplemente agarraron buenas posiciones, aunque algunos de ellos se quedaron en el camino. Entonces, Peña Nieto va por la misma ruta, con los mismos barones.
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