Florence Toussaint
Tanto en radio como en televisión hemos escuchado y visto los primeros spots de las campañas presidenciales. Éstos corresponden uno al candidato y otro al partido o partidos contendientes. Los cuatro aspirantes a la presidencia han centrado en sus personas el mensaje inicial, dejando al descubierto la imagen fabricada por publicistas, agencias y mercadología. Los institutos políticos parecen haber optado por la narración de una historia.
Quadri repite una idea: la venta. Lleva dos: el petróleo y las cárceles. Va conformando una imagen de vendedor, de estar dispuesto a cambiar oro por espejitos. Para diferenciarse se presenta despeinado, en un escenario informal y con actitud de joven emprendedor, entre hippie y yuppy. Nueva Alianza monta un relato: cuatro viajeros van por el país en una camioneta medio destartalada; el único con un proyecto viable es Quadri, y sus contrincantes son denostados con una frase. El productor busca los exteriores, el movimiento y la sensación de que se trata de una grabación sin ensayo.
Vázquez Mota reitera su voluntarismo: “yo quiero… yo quiero… yo quiero”. Son tantas las cosas que quiere para México que al final ya no se recuerda qué dijo. Queda su imagen: un rostro sin expresión, sin gestos, una figura casi inmóvil. Su voz demasiado pausada, buscando el término perfecto que elimina los matices. En los spots de radio la característica de la voz resalta para dejarnos con una alocución carente de espontaneidad, plana y artificial. Las realizaciones acentúan los peores rasgos de una personalidad autoritaria, soberbia, en pose, construida a base de programas de computadora.
Peña Nieto pretende asentar la idea de que es muy comprometido y cumplidor. Nos habla de tú, muy al estilo de los panistas, quienes se dirigen a la ciudadanía como: “amigos, amigas”. Las imágenes dejan en un segundo plano las palabras. El candidato aparece caminando con vigor por distintos escenarios del país, bellos, bien encuadrados, sin basura. Abraza a mujeres y niños. Es inevitable recordar las campañas de Televisa bajo el slogan: “Hermosa República Mexicana, canal 2 te saluda”. Y también la propia de Eruviel Ávila en el Estado de México. Parecen producidos por la misma compañía.
López Obrador insiste en presentarse a sí mismo como una persona que no odia, ni es revanchista, ofrece sus disculpas a quienes ofendió en su búsqueda de la justicia. En un escenario interior, aunque con una gran ventana en el fondo que deja filtrar la realidad de la calle, gesticula de manera natural como lo hemos visto hacerlo cientos de veces en los mítines, y su voz no suena impostada. Sin embargo insistir tanto en su postura “amorosa” puede resultar contraproducente y lleva a la gente a preguntarse: ¿por qué gastar tanto tiempo en este tema en lugar de pasar a las propuestas? Los spots de los partidos que lo postulan abren una perspectiva mejor: la historia política de México resumida en 72 años de un PRI que nos llevó a la crisis y 12 de una alternancia que solamente profundizó los problemas del país y enlutó a 60 mil familias por la violencia.
De ahí que hay que votar “por un cambio verdadero”, no por una persona, por guapa que sea.
Tanto en radio como en televisión hemos escuchado y visto los primeros spots de las campañas presidenciales. Éstos corresponden uno al candidato y otro al partido o partidos contendientes. Los cuatro aspirantes a la presidencia han centrado en sus personas el mensaje inicial, dejando al descubierto la imagen fabricada por publicistas, agencias y mercadología. Los institutos políticos parecen haber optado por la narración de una historia.
Quadri repite una idea: la venta. Lleva dos: el petróleo y las cárceles. Va conformando una imagen de vendedor, de estar dispuesto a cambiar oro por espejitos. Para diferenciarse se presenta despeinado, en un escenario informal y con actitud de joven emprendedor, entre hippie y yuppy. Nueva Alianza monta un relato: cuatro viajeros van por el país en una camioneta medio destartalada; el único con un proyecto viable es Quadri, y sus contrincantes son denostados con una frase. El productor busca los exteriores, el movimiento y la sensación de que se trata de una grabación sin ensayo.
Vázquez Mota reitera su voluntarismo: “yo quiero… yo quiero… yo quiero”. Son tantas las cosas que quiere para México que al final ya no se recuerda qué dijo. Queda su imagen: un rostro sin expresión, sin gestos, una figura casi inmóvil. Su voz demasiado pausada, buscando el término perfecto que elimina los matices. En los spots de radio la característica de la voz resalta para dejarnos con una alocución carente de espontaneidad, plana y artificial. Las realizaciones acentúan los peores rasgos de una personalidad autoritaria, soberbia, en pose, construida a base de programas de computadora.
Peña Nieto pretende asentar la idea de que es muy comprometido y cumplidor. Nos habla de tú, muy al estilo de los panistas, quienes se dirigen a la ciudadanía como: “amigos, amigas”. Las imágenes dejan en un segundo plano las palabras. El candidato aparece caminando con vigor por distintos escenarios del país, bellos, bien encuadrados, sin basura. Abraza a mujeres y niños. Es inevitable recordar las campañas de Televisa bajo el slogan: “Hermosa República Mexicana, canal 2 te saluda”. Y también la propia de Eruviel Ávila en el Estado de México. Parecen producidos por la misma compañía.
López Obrador insiste en presentarse a sí mismo como una persona que no odia, ni es revanchista, ofrece sus disculpas a quienes ofendió en su búsqueda de la justicia. En un escenario interior, aunque con una gran ventana en el fondo que deja filtrar la realidad de la calle, gesticula de manera natural como lo hemos visto hacerlo cientos de veces en los mítines, y su voz no suena impostada. Sin embargo insistir tanto en su postura “amorosa” puede resultar contraproducente y lleva a la gente a preguntarse: ¿por qué gastar tanto tiempo en este tema en lugar de pasar a las propuestas? Los spots de los partidos que lo postulan abren una perspectiva mejor: la historia política de México resumida en 72 años de un PRI que nos llevó a la crisis y 12 de una alternancia que solamente profundizó los problemas del país y enlutó a 60 mil familias por la violencia.
De ahí que hay que votar “por un cambio verdadero”, no por una persona, por guapa que sea.
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