José Carreño Figueras
El mundo político estadounidense cree que el candidato presidencial republicano para las elecciones presidenciales de 2012 es Mitt Romney, el favorito del aparato, aunque formalmente el proceso de selección sigue su curso sin que haya un ganador formal.
Informalmente, sin embargo, el exgobernador de Massachussetts ya es proclamado como el ganador y el mas viable nominado en una de las mas duras campañas primarias en la historia reciente de los republicanos. De hecho, hoy se percibe esa candidatura como golpeada y sangrante de un intercambio, que a pesar de todo, aún está por terminar.
Romney todavía está a poco menos de 500 delegados de lograr los 1,144 necesarios para obtener la candidatura, pero eso no parece obstáculo: se afirma que matemáticamente, sus opositores no tienen posibilidad alguna.
Y es posible. Después de todo, Romney tiene ya 655 delegados contra los 272 de su mas cercano competidor, el católico conservador Rick Santorum, un exsenador que se ha convertido en el adalid de la influyente derecha religiosa estadounidense.
Pero Santorum ya hizo saber que seguirá en lo que parece una causa quijotesca. Y aunque el expresidente de la Cámara baja, Newt Gingrich, aceptó ya que Romney es de lejos el mas probable candidato republicano, también hizo saber que no piensa abandonar su campaña y si llegar a la convención con la definitiva intención de cerciorarse que el aspirante favorito se comprometa con las propuestas conservadoras.
El cuarto precandidato, el diputado Ron Paul, estuvo desde un principio dedicado a promover los puntos de vista de su grupo, los libertarios, empeñados en una gesta ideológica para asegurar el impacto de sus principios individualistas y aislacionistas, entre los republicanos.
Y en términos reales, a reserva de lo que ocurra todavía en las demás elecciones primarias que aún están pendientes, lo que aún pueden lograr esos competidores es echar a perder la fiesta de Romney para que llegue al encuentro republicano, a fines de agosto en Tampa, sin los votos necesarios.
Es cierto que lo mas seguro es que los delegados sean “convertidos” a la realidad y que la convención proclame la candidatura de Romney en una exhibición de “unidad”. Romney, en todo caso, tiene la mejor organización y mas recursos que los otros tres combinados.
Pero aún si Romney llega a los 1,144 delegados antes de la convención, la intención declarada de al menos uno de los derrotados-pero-no-vencidos, se verá obligado a reconfirmar que acatará las propuestas adelantadas por los representativos de lo que en cierta medida podría llamarse la rebelión conservadora.
Y eso implica compromisos como luchar contra las medidas de contracepción, al menos aquellas que están al alcance del gobierno federal; significa también confirmar sus políticas antimigratorias, abolir la reforma de salud presentada -y aprobada- a instancias del presidente Barack Obama, y llevar adelante planes fiscales que según sus críticos favorecen a los sectores mas pudientes a expensas de las clases media y baja.
El gran tema electoral para los republicanos es la economía y la endeble recuperación que hasta ahora ha logrado el gobierno Obama.
Y lo que mas probablemente se observará durante la campaña presidencial, que probablemente empiece simbólicamente tan pronto como este mes, es una en que un partido tratará de asustar a los votantes -en especial ese deseado pero informe centro político no afiliado- respecto a las intenciones y las propuestas del otro. No será una campaña de debates a fondo sobre la problemática estadounidense, sino un concurso de espantos…
El mundo político estadounidense cree que el candidato presidencial republicano para las elecciones presidenciales de 2012 es Mitt Romney, el favorito del aparato, aunque formalmente el proceso de selección sigue su curso sin que haya un ganador formal.
Informalmente, sin embargo, el exgobernador de Massachussetts ya es proclamado como el ganador y el mas viable nominado en una de las mas duras campañas primarias en la historia reciente de los republicanos. De hecho, hoy se percibe esa candidatura como golpeada y sangrante de un intercambio, que a pesar de todo, aún está por terminar.
Romney todavía está a poco menos de 500 delegados de lograr los 1,144 necesarios para obtener la candidatura, pero eso no parece obstáculo: se afirma que matemáticamente, sus opositores no tienen posibilidad alguna.
Y es posible. Después de todo, Romney tiene ya 655 delegados contra los 272 de su mas cercano competidor, el católico conservador Rick Santorum, un exsenador que se ha convertido en el adalid de la influyente derecha religiosa estadounidense.
Pero Santorum ya hizo saber que seguirá en lo que parece una causa quijotesca. Y aunque el expresidente de la Cámara baja, Newt Gingrich, aceptó ya que Romney es de lejos el mas probable candidato republicano, también hizo saber que no piensa abandonar su campaña y si llegar a la convención con la definitiva intención de cerciorarse que el aspirante favorito se comprometa con las propuestas conservadoras.
El cuarto precandidato, el diputado Ron Paul, estuvo desde un principio dedicado a promover los puntos de vista de su grupo, los libertarios, empeñados en una gesta ideológica para asegurar el impacto de sus principios individualistas y aislacionistas, entre los republicanos.
Y en términos reales, a reserva de lo que ocurra todavía en las demás elecciones primarias que aún están pendientes, lo que aún pueden lograr esos competidores es echar a perder la fiesta de Romney para que llegue al encuentro republicano, a fines de agosto en Tampa, sin los votos necesarios.
Es cierto que lo mas seguro es que los delegados sean “convertidos” a la realidad y que la convención proclame la candidatura de Romney en una exhibición de “unidad”. Romney, en todo caso, tiene la mejor organización y mas recursos que los otros tres combinados.
Pero aún si Romney llega a los 1,144 delegados antes de la convención, la intención declarada de al menos uno de los derrotados-pero-no-vencidos, se verá obligado a reconfirmar que acatará las propuestas adelantadas por los representativos de lo que en cierta medida podría llamarse la rebelión conservadora.
Y eso implica compromisos como luchar contra las medidas de contracepción, al menos aquellas que están al alcance del gobierno federal; significa también confirmar sus políticas antimigratorias, abolir la reforma de salud presentada -y aprobada- a instancias del presidente Barack Obama, y llevar adelante planes fiscales que según sus críticos favorecen a los sectores mas pudientes a expensas de las clases media y baja.
El gran tema electoral para los republicanos es la economía y la endeble recuperación que hasta ahora ha logrado el gobierno Obama.
Y lo que mas probablemente se observará durante la campaña presidencial, que probablemente empiece simbólicamente tan pronto como este mes, es una en que un partido tratará de asustar a los votantes -en especial ese deseado pero informe centro político no afiliado- respecto a las intenciones y las propuestas del otro. No será una campaña de debates a fondo sobre la problemática estadounidense, sino un concurso de espantos…
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