Primer tercio y… nada

Ricardo Alemán

Terminó el primer tercio de la competencia electoral presidencial –los primeros 30 días de 90 posibles-, y ninguno de “los cuatro” logró hacerse daño.

Más aún, vivimos una lucha electoral congelada, carente de alegría, sin humor, sin grandes revelaciones, promesas contundentes o acusaciones que sacudan al “respetable”. Y lo peor del caso es que ninguno de los tres grandes se hacen daño.

A punto de terminar el primer tercio de la contienda, prácticamente las encuestas son los mismos que al arranque de la batalla formal. Acaso el segundo y tercer lugares pelean la hegemonía de la segunda posición, con variantes que no alcanzan a definir con claridad el despegue de uno sobre el otro.

Y el puntero, en cambio, administra su ventaja, no arriesga más allá de lo indispensable; flota entre la comodidad que le da mantener sus 50 puntos y una impensable aceptación de millones de jóvenes que parecen regresar al “vale más malo por conocido que bueno por conocer.

Todo eso al tiempo que los estrategas del puntero han sabido “vacunar a su candidato”, de intentos poco efectivos por derribarlo, y sortear las inconveniencias de una ley electoral restrictiva, timorata y chata, que desluce una campaña electoral.

Sin embargo, las cosas pudieran cambiar de manera radical en el segundo tercio de la contienda, ya que apenas el domingo 6 de mayo se llevará a cabo el primer debate oficial entre “los cuatro”; choque que si bien se antoja acartonada, se ha convertido en una suerte de “última llamada”, para los candidatos de la derecha y las izquierdas.

Y es que a pesar de los estrictos candados que se acordaron para llevar a cabo el debate, lo cierto es que es la única oportunidad real –tomando en cuenta la variable tiempo-, para que los coleros puedan derribar al puntero y le arrebaten la hegemonía del primer lugar. Si no pasa nada durante el debate; si la derecha y las izquierdas no le hacen daño al PRI durante el debate, el partido azul y la alianza de las izquierdas se podrán despedir de la contienda.

A su vez, si el PRI se muestra contundente, si es capaz de exhibir a un candidato poderoso, sólido y sin las debilidades extremas que mostró en la FIL de Guadalajara -por ejemplo-, el puntero estaría en condiciones de confirmar una fuga que lo confirmaría como inalcanzable.

Pero qué ha pasado. ¿Por qué en 30 días nadie fue capaz de hacerse daño y revertir o modificar una tendencia que no se mueve? Vamos por partes.

EL INTOCABLE

Resultaría necio negar que el candidato Enrique Peña Nieto se ha confirmado como un fenómeno mediático que, además, se benefició de un PRI que en buena parte del territorio nacional aprendió la lección de la última década.

El candidato del PRI es un buen candidato, lo era desde que llegó como aspirante al gobierno mexiquense, y por ello un sector del tricolor –y el mismo Peña Nieto-, le invirtieron en su futuro político. Es decir, que primero fue el buen candidato, y luego la inversión mediática para consolidarlo como lo que hoy es, el aspirante presidencial del PRI y el puntero indiscutible de la contienda.

Luego vino la afortunada alineación entre los malos gobiernos del PAN y del PRD en casi todo el país, y los resultados positivos del PRI un PRI que sigue teniendo los mejores cuadros y que -acaso por esa razón-, recuperó entidades emblemáticas.

Más aún, en no pocas entidades que regresaron a manos del PRI, en realidad el tricolor puso fin a la pesadilla azul y amarilla en que se habían convertido los gobiernos en manos del PAN y del PRD en distintas entidades. No pocos gobiernos estatales en manos de los azules y los amarillos, en realidad se convirtieron en cuevas de ladrones, que hicieron ver las trampas del PRI, como juegos de niños.

Y al final, y ya rumbo a la contienda presidencial, el PRI cometió uno de los mayores aciertos en las últimas décadas. Hizo posible mantener la unidad entre la mayoría de esa suerte de confederación de intereses regionales y estatales que, les guste o no a los opositores al PRI, apoyan de manera masiva al candidato Peña Nieto. Ese PRI unido, con un candidato mediático y con gobiernos eficientes, aplastó a la derecha y las izquierdas.

EL NOVATO

El PAN parece estar pagando la “novatada” del poder. Con dificultad se mantuvo en el poder presidencial en 2006 y hoy está ante el riesgo real de ser derrotado. ¿Qué pasó? Se pudiera decir que en el caso de los azules se juntaron “el hambre y las ganas de comer”. Los gobiernos del PAN quedaron a deber, pagaron el costo del ejercicio del poder y se equivocaron al momento de procesar la sucesión.

La candidatura de la señora Vázquez Mota es el mejor ejemplo de la división, de la carencia de cuadros, de la improvisación y de las guerras intestinas; todos fenómenos que tienen al PAN al borde de la tumba. Y es que le partido azul es hoy un montón de fragmentos regados por todo el territorio nacional, incapaces de unificarse y menos de hacer un frente común. Y peor aún, pareciera que el PAN vive hoy el “¡sálvese el que pueda!”. Cada quien busca una tablita de salvación.

EL CANSADO

En casi todas las plazas que visita, el candidato Andrés Manuel López Obrador debe llegar con un machete en mano, para romper los nudos gordianos que tienen fracturadas a las llamadas izquierdas. En otros casos, de manera pública apela a la unidad momentánea, en tanto que camina en solitario por todo el país. El PRD lo abandonó, y se concentró el único bastión rescatable, en tanto que el PT y Movimiento Ciudadano, son pesadas rémoras que quitan, antes que dar.

Aun así, AMLO avanza, poco a poco, pero no llegará lejos. En realidad paga el agotamiento de la sociedad por una izquierda peleonera, tramposa, rapaz, que cuando fue gobierno robó y robó -y que lo sigue haciendo en municipios y delegaciones del DF-, y que hoy no tiene más oferta que el engaño, la mentira, la fantasía y el insulto.

En el fondo, de continuar las cosas como hasta ahora, el PRI no habrá ganado. Habrán perdido la derecha y las izquierdas. ¿Cara o cruz?

¿SE ACUERDAN?

Hace exactamente seis años, López Obrador dijo en televisión que no asistiría al debate entre candidatos a la presidencia como parte de su estrategia y porque sus adversarios sólo lo atacarían.

Este miércoles, Obrador reculó, aseguró que no fue al debate porque lo había convocado el “consejo de los mandones” y además, “porque tenía información de que en los medios, que unos medios (Sic.) ya tenían hecho un programa para salir al día siguiente acerca de que había yo perdido el debate”.

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