Raymundo Riva Palacio
Esta ciudad le hace honor a la flema inglesa, fría, sobria y serena. Este verano celebran los Juegos Olímpicos y para cualquier visitante podría pasar desapercibido. Sólo un discreto contador de días que asemeja el logo de las Olimpiadas en la Plaza de Trafalgar, en el centro de Londres y zona cero de las celebraciones nacionales, toma el pulso cada segundo. Qué diferencia de México y Grecia, que vivieron la fiebreolímpica tres años antes de que se inauguraran, o de Montreal y Vancouver, que la sintieron dos años antes, como sucedió en Barcelona o Sydney. En esta vieja capital imperial que se comporta y vive como tal, la vida tiene otros aceleradores.
No hay una ciudad más cosmopolita en el mundo que Londres, donde se hablan 300 lenguas que la convierten en la sociedad más multicultural. Aquí hay más museos que en París, estereotipo cultural del mundo, y más teatros que en Nueva York, ícono del entretenimiento de calidad. De hecho, aquí hay más de casi todo. Más de 100 obras de teatro por semana, más de 250 conciertos, más de 200 exhibiciones, más de 250 centros nocturnos y bares. Cada día uno de cado ocho de los londinenses trabajan en un empleo que se dedica a la creatividad o está vinculado a esa industria. No hay ciudad alguna que se le acerque.
Desde aquí se regaló el mundo la contra revolución cultural de los 60s, que tiene en Carnaby Street, todavía con un poco de su pavimento con pintura sicodélica de aquellos años, un monumento vivo de cuando empezó el principio del fin del mundo de la posguerra. Aquí se construyó el primer metro y la primera escalera eléctrica –que se encuentra en la gran tienda departamental Harrods-, y empezó el fútbol soccer. Aquí también se encuentra el meridiano cero, donde empiezan los husos horarios, y se encuentra Heathrow, el aeropuerto con el mayor número de visitantes internacionales.
Lo que no tienen, lo toman. El Museo Británico es el mejor ejemplo. Después del Museo de Historia de El Cairo, tiene la colección de objetos egipcios más grande del mundo –más de 100 mil piezas-, que incluye la Roca Roseta, un fragmento de la estela egipcia de 196 A.C. escrita en tres alfabetos, que sirvió para descifrar los jeroglíficos egipcios. En 1999 levantaron el Big Eye, una rueda de Ferris –que asemeja a una rueda de la fortuna con góndolas en lugar de asientos-, cuya original la diseño y construyó George Washington Gale Ferris Jr. para la Feria Mundial de Chicago de 1893, y hace una década aproximadamente construyeron una segunda ala de la Galería Tate, que es el museo de arte contemporáneo más visitado del mundo.
Con tantas actividades que tiene Londres todos los días, los Juegos Olímpicos parecen ser parte de un calendario normal. Inclusive este año, donde este mes se casa el Príncipe Andrés y en junio se celebra el Jubileo de Diamante de la Reina Isabel II. Unas Olimpiadas más –es la única ciudad que las ha tenido tres veces-, no es algo muy llamativo para esta sociedad, salvo para lo que representa positiva y negativamente para le economía. Casi dos de cada tres londinenses no veían con buenos las Olimpiadas, según encuestas, y cuando se inauguró el reloj en Trafalgar, 80% en una encuesta en línea de la BBC, lo reprobaron.
Los ingleses están tratando de que las Olimpiadas sean un negocio y no siga la ruta del desastre económico de Montreal, Atenas, Barcelona, Sydney y Beijing. Con un desempleo de 7.9%, hay molestia y críticas por el costo de 15 mil millones de dólares que significarán, pese a que varias de las nuevas instalaciones, como el Estadio Olímpico, son proyectos de desarrollo integral de largo plazo. Se proyecta una importante derrama económica, que de acuerdo con Visa, patrocinador de las Olimpiadas, durante el evento de tres semanas los visitantes dejen ganancias por 993 millones de dólares.
La mejor parte se la llevará la industria hotelera, que se calcula tendrá ingresos por 197 millones de dólares, sobretodo por el sobreprecio de 100% y de hasta 250% en los hoteles de cinco estrellas, que están prácticamente con la capacidad a tope, y alguna que otra suite, como la Presidencial del Claridge, que a 220 mil dólares la noche, varios se la disputan. El entretenimiento, los restaurantes y bares recibirán 131 millones, y los supermercados, para otro tipo de turismo, ganancias por 128 millones. Los números no están mal, si las proyecciones se acercan en la realidad.
Pero ni siquiera esa posibilidad anima a los ingleses. Así son. Aunque grandes atletas en muchas disciplinas, lo suyo no es el deporte amateur sino el soccer, cuya Premier League es la más cara del futbol mundial. De eso sí hay registro en todos lados. Ahí si hay pasión. Lo demás ya se verá. Después de todo, no será sino hasta julio, el pleno verano, cuando se inauguren las Olimpiadas, cuyo boleto, por si se le antoja, puede costar tres mil 225 dólares.
Esta ciudad le hace honor a la flema inglesa, fría, sobria y serena. Este verano celebran los Juegos Olímpicos y para cualquier visitante podría pasar desapercibido. Sólo un discreto contador de días que asemeja el logo de las Olimpiadas en la Plaza de Trafalgar, en el centro de Londres y zona cero de las celebraciones nacionales, toma el pulso cada segundo. Qué diferencia de México y Grecia, que vivieron la fiebreolímpica tres años antes de que se inauguraran, o de Montreal y Vancouver, que la sintieron dos años antes, como sucedió en Barcelona o Sydney. En esta vieja capital imperial que se comporta y vive como tal, la vida tiene otros aceleradores.
No hay una ciudad más cosmopolita en el mundo que Londres, donde se hablan 300 lenguas que la convierten en la sociedad más multicultural. Aquí hay más museos que en París, estereotipo cultural del mundo, y más teatros que en Nueva York, ícono del entretenimiento de calidad. De hecho, aquí hay más de casi todo. Más de 100 obras de teatro por semana, más de 250 conciertos, más de 200 exhibiciones, más de 250 centros nocturnos y bares. Cada día uno de cado ocho de los londinenses trabajan en un empleo que se dedica a la creatividad o está vinculado a esa industria. No hay ciudad alguna que se le acerque.
Desde aquí se regaló el mundo la contra revolución cultural de los 60s, que tiene en Carnaby Street, todavía con un poco de su pavimento con pintura sicodélica de aquellos años, un monumento vivo de cuando empezó el principio del fin del mundo de la posguerra. Aquí se construyó el primer metro y la primera escalera eléctrica –que se encuentra en la gran tienda departamental Harrods-, y empezó el fútbol soccer. Aquí también se encuentra el meridiano cero, donde empiezan los husos horarios, y se encuentra Heathrow, el aeropuerto con el mayor número de visitantes internacionales.
Lo que no tienen, lo toman. El Museo Británico es el mejor ejemplo. Después del Museo de Historia de El Cairo, tiene la colección de objetos egipcios más grande del mundo –más de 100 mil piezas-, que incluye la Roca Roseta, un fragmento de la estela egipcia de 196 A.C. escrita en tres alfabetos, que sirvió para descifrar los jeroglíficos egipcios. En 1999 levantaron el Big Eye, una rueda de Ferris –que asemeja a una rueda de la fortuna con góndolas en lugar de asientos-, cuya original la diseño y construyó George Washington Gale Ferris Jr. para la Feria Mundial de Chicago de 1893, y hace una década aproximadamente construyeron una segunda ala de la Galería Tate, que es el museo de arte contemporáneo más visitado del mundo.
Con tantas actividades que tiene Londres todos los días, los Juegos Olímpicos parecen ser parte de un calendario normal. Inclusive este año, donde este mes se casa el Príncipe Andrés y en junio se celebra el Jubileo de Diamante de la Reina Isabel II. Unas Olimpiadas más –es la única ciudad que las ha tenido tres veces-, no es algo muy llamativo para esta sociedad, salvo para lo que representa positiva y negativamente para le economía. Casi dos de cada tres londinenses no veían con buenos las Olimpiadas, según encuestas, y cuando se inauguró el reloj en Trafalgar, 80% en una encuesta en línea de la BBC, lo reprobaron.
Los ingleses están tratando de que las Olimpiadas sean un negocio y no siga la ruta del desastre económico de Montreal, Atenas, Barcelona, Sydney y Beijing. Con un desempleo de 7.9%, hay molestia y críticas por el costo de 15 mil millones de dólares que significarán, pese a que varias de las nuevas instalaciones, como el Estadio Olímpico, son proyectos de desarrollo integral de largo plazo. Se proyecta una importante derrama económica, que de acuerdo con Visa, patrocinador de las Olimpiadas, durante el evento de tres semanas los visitantes dejen ganancias por 993 millones de dólares.
La mejor parte se la llevará la industria hotelera, que se calcula tendrá ingresos por 197 millones de dólares, sobretodo por el sobreprecio de 100% y de hasta 250% en los hoteles de cinco estrellas, que están prácticamente con la capacidad a tope, y alguna que otra suite, como la Presidencial del Claridge, que a 220 mil dólares la noche, varios se la disputan. El entretenimiento, los restaurantes y bares recibirán 131 millones, y los supermercados, para otro tipo de turismo, ganancias por 128 millones. Los números no están mal, si las proyecciones se acercan en la realidad.
Pero ni siquiera esa posibilidad anima a los ingleses. Así son. Aunque grandes atletas en muchas disciplinas, lo suyo no es el deporte amateur sino el soccer, cuya Premier League es la más cara del futbol mundial. De eso sí hay registro en todos lados. Ahí si hay pasión. Lo demás ya se verá. Después de todo, no será sino hasta julio, el pleno verano, cuando se inauguren las Olimpiadas, cuyo boleto, por si se le antoja, puede costar tres mil 225 dólares.
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