Peña superó, otra vez, el escollo

Jorge Fernández Menéndez

La verdad es que a mí no me quedó en absoluto claro si Enrique Peña Nieto cumplió o no con el famoso compromiso 127 en el Estado de México. Mucho menos qué sucedió en ese puente que los panistas dicen que es parte de ese compromiso, mientras los priistas lo niegan. Tampoco si hubo o no agresiones y quiénes la propiciaron. Lo que sí me queda claro es que, en una batalla electoral, cuando se hace un ataque en toda la línea contra un candidato, ese golpe debe realmente ser apabullante para que tenga el efecto deseado, porque si no es así puede resultar que ese adversario salga fortalecido.

En este sentido, la de la Mesa de Verdad creo que fue una oportunidad muy valiosa que desperdició el PAN para acercarse a Peña Nieto. El que no haya quedado claro siquiera qué sucedió implica que Peña Nieto salió ganando de esa confrontación. Por supuesto que la misma no concluirá, e incluso el que el Instituto Federal Electoral haya tomado la decisión de permitir los anuncios como los del PAN, esos que dicen que Peña miente, no sólo constituye una medida acertada que le da sentido a las campañas, sino también la ratificación de que continuaremos con una campaña de confrontación, que no es lo mismo que difamatoria. Y los partidos lo saben: deberán ser las autoridades las que impidan que se cruce ese límite.

Pocas cosas pueden ser más importantes a la hora de evaluar candidaturas que hacerlo sobre la base del cumplimiento de los compromisos. Y en eso el PAN acierta en presionar por esa vía a Peña Nieto. No en vano, en medio de la llamada Mesa de la Verdad, López Obrador, que quedó excluido de ese debate (los números no lo ayudan para ser tomado en cuenta), se apresuró a descalificar el encuentro, pero dijo que también se concentrará en el tema de los compromisos de Peña.

Pero el hecho es que el PRI ha reaccionado muy bien a ese ataque, mientras que el PAN fue confuso al presentar los testimonios y lo fue en el fondo y en la forma, contribuyendo a la confusión, desde el momento en que nunca quedó claro en qué lugar se ubicaba el dichoso compromiso, que nunca supimos si era un puente, un distribuidor vial o la ampliación de una vía, si era un compromiso del gobierno estatal o del Fondo Metropolitano. El PRI y sus dirigentes estuvieron en esta primera Mesa e incluso fueron a donde estaban sus homólogos del PAN, pero Eduardo Sánchez, vocero del CEN, dijo que ya no irán a las siguientes que sean convocadas por el PAN y, como ha ocurrido cada vez que Peña se ha encontrado ante un tema difícil, se ha vacunado a tiempo contra él. Viene sucediendo así desde diciembre y sus adversarios no encuentran la fórmula para enredarlo. Me temo que la Mesa de la Verdad intentó ser una reedición de aquel famoso “hoy, hoy, hoy” de Vicente Fox en 2000, pero esta vez el PRI supo contrarrestar la presión.

El tema es clave porque, según varios encuestadores, entre ellos Roy Campos, de Consulta Mitofsky, esta elección se está pareciendo cada vez más a la de 1994 y no a la de 2000 o de 2006. Y es verdad. Los números que tiene Peña ahora son similares, en porcentaje, a los que tuvo Zedillo en ese año y los de Josefina y López Obrador terminan siendo similares a los que tuvieron Diego y Cuauhtémoc. Incluso en aquel año participó Cecilia Soto, cuyo espacio, 18 años después, estaría ocupado por Gabriel Quadri y Nueva Alianza. Las oportunidades, en esta lógica, de sus opositores, de alcanzar a Peña se están agotando. En 1994, lo único que alteró la marcha de Zedillo hacia Los Pinos fue haber perdido el debate presidencial con Fernández de Cevallos (lo que sí puso en peligro su elección). Si no ocurre algo muy extraño, confrontación y compromisos aparte, me temo que ese será el último escollo que le faltará sortear a Peña.

Con todo, más allá de confrontación y mirando hacia el futuro, es una magnífica noticia que Peña, Josefina y Quadri estén de acuerdo en rechazar medidas expropiatorias como la implementada por la presidenta argentina Cristina Fernández contra YPF-Repsol en su país. Los tres fueron claros y contundentes en ese rechazo y en proponer, por el contrario, cambios que permitan una mayor inversión privada en el sector. Es una muy buena noticia porque, si sus partidos son consecuentes, allí están las bases, gane quien gane, de la tantas veces postergada reforma del sector energético (y para crear una mayoría legislativa de amplio espectro que vaya más allá de la mayoría simple que pudiera tener el PRI el primero de julio). Una sola cifra demuestra la absoluta necesidad y urgencia de esa reforma: este año los subsidios a los combustibles alcanzarán la astronómica cifra de 300 mil millones de pesos.

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