Peña será presidente

Gregorio Ortega Molina / La Costumbre Del Poder

Las estadísticas, el fracaso del PAN, la intemperancia de AMLO, su amago de violencia a través de Martín Esparza, así como la medianía de JVM, facilitan el oráculo de quienes, con el suyo, se juegan el destino de México: Enrique Peña Nieto será presidente de este maltrecho país.

Lo urgente ahora, es tener las posibilidades de determinar con qué y cómo va a gobernar, esperar que haga público su conocimiento de la necesidad de conceptualizar, proponer, negociar y dar inicio a la transición, pues el Estado en México requiere de una reforma sistémica al modelo político y de nuevas y novedosas propuestas para superar la ideología heredada de la Revolución, pues lo discernido por Arnaldo Córdova en su paradigmático texto quedó superado por la realidad.

Hasta el momento, el candidato del PRI sólo ofrece soluciones específicas a problemas concretos: seguridad, pobreza alimentaria, respeto a las etnias y, todo lo indica, una reestructuración de la administración pública del Poder Ejecutivo, con el propósito de regresar su preeminencia a la Secretaría de Gobernación, como si -a partir de lo ocurrido desde 1988- pudiera recuperarse lo irrecuperable.

Hay quienes apuestan al carro completo, aseguran que el Congreso apoyará toda propuesta enviada por EPN; otros afirman que el voto será diferenciado, más complicada la negociación parlamentaria debido a las cuotas de género. En cualquiera de ambos escenarios, nada podrá hacer el próximo presidente de la República si hace caso omiso de las necesidades reales de iniciar la transición, si desea flotar con los rescoldos de un modelo presidencialista que no da para más.

Al dejar sin solución ese aspecto, el modelo económico impuesto por la globalización beneficiará más a Estados Unidos, a sus inversionistas, que a los mexicanos, pues únicamente podrá reconstruir y dar equilibrio a la relación bilateral, para sacudirse la franca y ominosa intromisión de la Casa Blanca en asuntos internos de México, si el Poder Ejecutivo ha sido reestructurado a través de la transición, para contar con el apoyo absoluto de toda la sociedad, incluidos tirios y troyanos, porque de otra manera lo tejido por Vicente Fox y Felipe Calderón Hinojosa en materia de sumisión, será imposible de deshilvanarse.

Una reflexión de Simone Weil en torno a lo que hoy padece la sociedad: “Si se quiere considerar el poder como un fenómeno concebible, hay que pensar que puede ampliar las bases sobre las que descansa sólo hasta cierto punto… Sin embargo, no le está permitido detenerse; el aguijón de la rivalidad le obliga a ir cada vez más lejos, es decir, a sobrepasar los límites dentro de los que puede ejercerse. Se extiende más allá de lo que puede controlar, domina más allá de lo que puede imponer; gasta más de lo que son sus propios recursos…”

El presidencialismo, todavía con enorme poder, dejó de ser lo que definió Jorge Carpizo en su texto. Hoy, debe acomodarse a su realidad, para resolver los problemas sistémicos del Estado.

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