Carlos Ramírez / Indicador Político
Nacido como oposición leal y con un discurso de confrontación ética y moral al Partido Cardenista de la Revolución Mexicana, el PAN no supo convertirse en partido en el poder en doce años de poder presidencial y en casi veinticinco años de ascender en la estructura política.
La candidata panista Josefina Vázquez Mota está pagando el error estratégico del partido. El PAN perdió de foco la función principal de un partido político: Ganar el poder, transformarse para convertirse en poder y mantener el poder. En cambio, el PRI nació desde el poder, perdió el poder pero se reconstruyó para reconquistar el poder.
Como una de las piezas clave del sistema político, el partido en el poder asume la función primordial de convertirse en el espacio por excelencia de la intermediación entre las demandas ciudadanas y las decisiones de la autoridad. El PRI lo entendió tan bien que creó una estructura corporativa para primero organizar a los grupos sociales, luego para usar el partido como el camino de las demandas y finalmente para regresar decisiones de poder a través del partido.
Cuando comprendió que el PRI se había enmohecido y ya no cumplía con sus funciones de intermediación social, Carlos Salinas creó los comités de solidaridad para encauzar la obra pública y pretendió imponerlos como sustitutos de los tradicionales seccionales del PRI, pero se lo impidieron la crisis de 1994 y la estructura jurásica del PRI. Hacia el 2000, el PRI ya no operaba como mecanismo de intermediación de la política de inversiones asistencialistas. En cambio, en el DF, el PRD copió al PRI, utilizó el presupuesto para fomentar nuevas estructuras corporativas y con ello se asentó en el control de masas en la ciudad de México.
Los dos gobiernos panistas no supieron qué hacer con el partido y por tanto el PAN no supo convertirse en la estructura de poder de la administración federal. Lo malo de todo fue que tampoco construyó un partido diferente, sino que tan sólo se conformó con afiliar a los nuevos funcionarios. El saldo está a la vista: El PAN es un partido, no el partido en el poder. No existe una correlación entre el ejercicio del gobierno con el PAN como estructura de organización de masas porque el PAN se conformó con seguir siendo un partido de ideales y de pronunciamientos y se negó a ser un partido de masas.
Salinas inventó la Secretaría de Desarrollo Social para enfilar desde ahí a Luis Donaldo Colosio en el modelo de la reorganización de la relación programas sociales-organización de masas. Josefina Vázquez Mota fue secretaria de Desarrollo Social, creó nuevos programas de apoyo a sectores marginados y dinamizó el gasto social, pero no convirtió esos programas en instrumento de organización de masas. La lección es clara: El partido que crea ingenuamente en que los beneficiarios del gasto social no deben ser cooptados como aliados partidistas pagará en las urnas sus errores estratégicos.
Un partido político es un aparato de organización de masas para garantizar votaciones a sus candidatos, no es un seminario para la reflexión teológica. La razón es simple: Sin masas organizadas, tampoco hay votos. La campaña presidencial del PAN se ha encontrado que el PAN se olvidó de organizar a los electores; el incidente en la fonda de Tres Marías fue un error de organización, pues con tres horas de ventaja se hubiera preparado un evento político positivo. A lo largo de las primeras semanas de campaña, Josefina se ha encontrado que carece de partido político.
En los dos sexenios en el poder presidencial, al PAN le faltó un proyecto de reorganización como partido en el poder. Al parecer la tesis fue evitar la repetición del modelo PRI; sin embargo, el PRI no inventó el partido-aparato sino que solamente lo refinó. En este sentido, el espacio por excelencia del funcionamiento del sistema político es precisamente el que ocupa el partido en el poder. Ninguno de los cinco presidentes nacionales del PAN supo entender la lógica de un partido en el poder. Lo peor de todo es que el PAN tuvo tres llamadas de atención: Las elecciones intermedias de 2003 cuando el PRI recuperó puntos, las presidenciales del 2006 cuando enfrentó el aparato social-electoral del PRD y las legislativas del 2009 cuando perdió nuevamente posiciones por confundir el mensaje de campaña.
El PAN fue ingenuo al racionalizar la conformación de la estructura social del país; un partido de ideas requiere de una sociedad de electores de alto nivel y de bienestar asegurado de antemano; pero una sociedad marcada por la pobreza mayoritaria y con electores demandantes de beneficios que la vieja política social del Estado ya no satisface busca un partido que le garantice programas de bienestar, así sean asistencialistas y no modifiquen la estructura de la pobreza nacional. El PRD en el DF se ha dedicado a regalar dinero, no a facilitar el escalafón social, con programas asistencialistas e improductivos, pero eficaces para organizar a una parte de las masas necesitadas.
En este contexto, el PAN carece de votantes, como se revela en las encuestas. En el 2000 la gente votó contra el PAN por el fracaso en la política social y la desarticulación de las corporaciones de masas, además de que los candidatos del 2000 y del 2006 no supieron vender imagen ni los programas sociales. Además de imagen, Enrique Peña Nieto construyó su candidatura sobre los programas sociales, asumiendo al votante como beneficiario de algún programa. López Obrador desdibujó su imagen cuando la orientó a la confrontación o al amor y no a los beneficios de sus programas sociales.
El desafío de Josefina es grande y carece de tiempo: Relanzar el papel del PAN como partido de masas, construir un discurso sobre programas sociales, promover la organización de masas en torno al presupuesto público y aprovechar su experiencia en la Sedeso para entender al votante. Pero la clave de su victoria o su derrota estará en lo que ella pueda hacer con el PAN.
Nacido como oposición leal y con un discurso de confrontación ética y moral al Partido Cardenista de la Revolución Mexicana, el PAN no supo convertirse en partido en el poder en doce años de poder presidencial y en casi veinticinco años de ascender en la estructura política.
La candidata panista Josefina Vázquez Mota está pagando el error estratégico del partido. El PAN perdió de foco la función principal de un partido político: Ganar el poder, transformarse para convertirse en poder y mantener el poder. En cambio, el PRI nació desde el poder, perdió el poder pero se reconstruyó para reconquistar el poder.
Como una de las piezas clave del sistema político, el partido en el poder asume la función primordial de convertirse en el espacio por excelencia de la intermediación entre las demandas ciudadanas y las decisiones de la autoridad. El PRI lo entendió tan bien que creó una estructura corporativa para primero organizar a los grupos sociales, luego para usar el partido como el camino de las demandas y finalmente para regresar decisiones de poder a través del partido.
Cuando comprendió que el PRI se había enmohecido y ya no cumplía con sus funciones de intermediación social, Carlos Salinas creó los comités de solidaridad para encauzar la obra pública y pretendió imponerlos como sustitutos de los tradicionales seccionales del PRI, pero se lo impidieron la crisis de 1994 y la estructura jurásica del PRI. Hacia el 2000, el PRI ya no operaba como mecanismo de intermediación de la política de inversiones asistencialistas. En cambio, en el DF, el PRD copió al PRI, utilizó el presupuesto para fomentar nuevas estructuras corporativas y con ello se asentó en el control de masas en la ciudad de México.
Los dos gobiernos panistas no supieron qué hacer con el partido y por tanto el PAN no supo convertirse en la estructura de poder de la administración federal. Lo malo de todo fue que tampoco construyó un partido diferente, sino que tan sólo se conformó con afiliar a los nuevos funcionarios. El saldo está a la vista: El PAN es un partido, no el partido en el poder. No existe una correlación entre el ejercicio del gobierno con el PAN como estructura de organización de masas porque el PAN se conformó con seguir siendo un partido de ideales y de pronunciamientos y se negó a ser un partido de masas.
Salinas inventó la Secretaría de Desarrollo Social para enfilar desde ahí a Luis Donaldo Colosio en el modelo de la reorganización de la relación programas sociales-organización de masas. Josefina Vázquez Mota fue secretaria de Desarrollo Social, creó nuevos programas de apoyo a sectores marginados y dinamizó el gasto social, pero no convirtió esos programas en instrumento de organización de masas. La lección es clara: El partido que crea ingenuamente en que los beneficiarios del gasto social no deben ser cooptados como aliados partidistas pagará en las urnas sus errores estratégicos.
Un partido político es un aparato de organización de masas para garantizar votaciones a sus candidatos, no es un seminario para la reflexión teológica. La razón es simple: Sin masas organizadas, tampoco hay votos. La campaña presidencial del PAN se ha encontrado que el PAN se olvidó de organizar a los electores; el incidente en la fonda de Tres Marías fue un error de organización, pues con tres horas de ventaja se hubiera preparado un evento político positivo. A lo largo de las primeras semanas de campaña, Josefina se ha encontrado que carece de partido político.
En los dos sexenios en el poder presidencial, al PAN le faltó un proyecto de reorganización como partido en el poder. Al parecer la tesis fue evitar la repetición del modelo PRI; sin embargo, el PRI no inventó el partido-aparato sino que solamente lo refinó. En este sentido, el espacio por excelencia del funcionamiento del sistema político es precisamente el que ocupa el partido en el poder. Ninguno de los cinco presidentes nacionales del PAN supo entender la lógica de un partido en el poder. Lo peor de todo es que el PAN tuvo tres llamadas de atención: Las elecciones intermedias de 2003 cuando el PRI recuperó puntos, las presidenciales del 2006 cuando enfrentó el aparato social-electoral del PRD y las legislativas del 2009 cuando perdió nuevamente posiciones por confundir el mensaje de campaña.
El PAN fue ingenuo al racionalizar la conformación de la estructura social del país; un partido de ideas requiere de una sociedad de electores de alto nivel y de bienestar asegurado de antemano; pero una sociedad marcada por la pobreza mayoritaria y con electores demandantes de beneficios que la vieja política social del Estado ya no satisface busca un partido que le garantice programas de bienestar, así sean asistencialistas y no modifiquen la estructura de la pobreza nacional. El PRD en el DF se ha dedicado a regalar dinero, no a facilitar el escalafón social, con programas asistencialistas e improductivos, pero eficaces para organizar a una parte de las masas necesitadas.
En este contexto, el PAN carece de votantes, como se revela en las encuestas. En el 2000 la gente votó contra el PAN por el fracaso en la política social y la desarticulación de las corporaciones de masas, además de que los candidatos del 2000 y del 2006 no supieron vender imagen ni los programas sociales. Además de imagen, Enrique Peña Nieto construyó su candidatura sobre los programas sociales, asumiendo al votante como beneficiario de algún programa. López Obrador desdibujó su imagen cuando la orientó a la confrontación o al amor y no a los beneficios de sus programas sociales.
El desafío de Josefina es grande y carece de tiempo: Relanzar el papel del PAN como partido de masas, construir un discurso sobre programas sociales, promover la organización de masas en torno al presupuesto público y aprovechar su experiencia en la Sedeso para entender al votante. Pero la clave de su victoria o su derrota estará en lo que ella pueda hacer con el PAN.
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