PAN: Descomposición lógica

Carlos Ramírez / Indicador Político

Sin carrera partidista, Josefina Vázquez Mota carga la crisis de partido del PAN como un fardo y un peso que le quita movilidad electoral. De la ahí la oportunidad de campaña presidencial para redefinir el papel del PAN no sólo en la campaña sino en la conformación de un nuevo sistema político.

El gobierno de Vicente Fox no se preocupó por el PAN en la alternancia, pero su decisión de pactar con el PRI lo llevó a aprovechar la oportunidad para repetir a su favor los vicios del modelo priísta del partido-gobierno. Con escaso margen político de maniobra, el presidente Calderón no le dio prioridad a la reconstrucción del partido.

En desventaja, sin una decisión de reformulación del sistema político y con las estructuras corporativas del pasado priísta en manos del gobierno, las dos administraciones panistas oscilaron entre un PAN tipo PRI y un PAN apenas parecido a los criterios políticos de sus fundadores, sobre todo de Manuel Gómez Morín. Al final, el PAN tipo PRI fue soslayado por el presidente Calderón a la hora de la designación del candidato presidencial pero se encontró que era demasiado tarde y que la conformación de militantes y adherentes había perdido la identidad original del PAN.

Detrás de la crisis del PAN se encuentran las varias etapas: La original de Gómez Morín, la activista del ciclo derechista que se alió a los EU de John Gavin, la iglesia y los empresarios, la de los bárbaros del norte, la de la crisis de identidad, la del Yunque más como grupo de poder interno que como perfil ideológico y la de los neopanistas que ganaron posiciones de poder en el sector públicos en los dos sexenios panistas.

Nacido como oposición leal y moral que no aspiraba a ejercer el poder en los altos niveles, el PAN realmente se encontró con la presidencia de la república en el 2000 por el activismo de Vicente Fox, de escasa militancia panista. La alternancia se dio a la derecha con Fox, cuando la larga tradición de lucha contra el autoritarismo priísta se dio desde la izquierda socialista y el priísmo progresista. Sin embargo, la coalición progresista no supo ofertarle a la ciudadanía una alternancia diferente.

El PAN ha sufrido una descomposición lógica por tres razones:

1.- El ejercicio del poder sin cambiar el sistema político.
2.- La decisión de no completar el ciclo político de alternancia-transición con la construcción de un nuevo sistema político.

3.- La ausencia de un liderazgo ideológico del partido que sometiera a los legisladores y funcionarios a un proyecto político de verdadera alternancia.

Como partido en la presidencia, el PAN se convirtió en una agencia de colocaciones, como en el viejo PRI; ahí están las candidaturas de ex priístas y ex perredistas que accedieron a espacios panista sin pasar por la reflexión de partido. A ello contribuyó el deslavamiento de su propuesta ideológica, más de tipo moral que de política y mucho más de nominaciones que ganaran candidaturas al estilo PRI que la consolidación de una nueva clase política.

La candidata del PAN a la presidencia de la república tiene que arrastrar ahora con el lastre de un partido sin movilidad política, sin dirección ni liderazgo y sin una propuesta de construcción de un proceso de alternancia-transición-instauración democrática. Las cinco direcciones nacionales panistas de la alternancia --Luis Felipe Bravo Mena, Manuel Espino, Germán Martínez Cázares, César Nava y ahora Gustavo Madero-- fueron de coyuntura, sin objetivos de largo plazos y dependientes del presidente de la república en turno. Ninguno de los cinco hizo un esfuerzo real para dotar al PAN de una ideología política para el ejercicio del poder, a lo que contribuyó el hecho de que Fox prefirió pactar con el PRI y Calderón decidió transitar sin cambios políticos ni ideológicos.

Ahora Josefina ha quedado atrapada en una maraña de poder que significa un PAN cruzado por diferentes hilos de intereses: el calderonismo, los gobernadores, los burócratas, los ex priístas, los pro-perredistas, los grupos de poder como el Yunque y similares, los autonomistas, los oportunistas… y los que nazcan al calor de la campaña.

Lo paradójico es que Josefina fue votada como candidata presidencial en una elección sin interferencias de grupos, pero carece de movilidad porque quedó enredada en una telaraña pegajosa que le ha impedido movilidad y que le ha exigido atender más los conflictos internos que la campaña. Ello explicaría, por ejemplo, la decisión de Josefina de aferrarse a Roberto Gil como su operador de confianza, pero dejando latente el problema del nudo gordiano de las corrientes panistas que funcionan de manera similar que las tribus perredistas.

La gran decisión que tiene frente a sí Josefina para verdaderamente relanzar su campaña se localiza en la toma del control total del partido, de las candidaturas y de los grupos de poder; si no lo consigue, entonces difícilmente podrá avanzar por el lastre de grupos que se mueven para sí mismos y no para el objetivo de ganar de nuevo la presidencia de la república. De hecho, Josefina padece el mismo problema de Enrique Peña Nieto en el PRI y Andrés Manuel López Obrador en el PRD, aunque los dos, con todo, han logrado tomar el control de sus partidos políticos.

Pero Josefina tiene a su favor el hecho de que es la oportunidad de que el PAN mantenga la presidencia de la república un sexenio más. Pero para ello requiere, inevitablemente, tres cosas: Tomar el control del PAN, definir un proyecto propio de gobierno que incluya la variable alternancia-transición-instauración democrática y consolidar urgentemente un liderazgo personal indiscutible. Si no lo consigue en el corto plazo y si el presidente Calderón no se lo facilita, la victoria presidencial se irá alejando y el PAN podría tardar en recuperar el poder presidencial.

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