José Carreño Figueras
Opción y referendo. Dos conceptos que reducidos a palabras describen las estrategias electorales que usarán el presidente Barack Obama y el virtual candidato presidencial republicano Mitt Romney.
Tan simples como parecen, tienen un enorme significado y la elección estadounidense puede depender de cual sea la alternativa que elijan los estadounidenses.
Tradicionalmente, toda votación para reelegir a un presidente es un referendo sobre la actuación del mandatario, usualmente en torno a la economía, un índice de enorme importancia para los estadounidenses.
Si los republicanos logran que los estadounidenses acepten que la elección del seis de noviembre próximo como un referendo del trabajo de Obama, el presidente puede estar en serios problemas: la recuperación económica es considerada como endeble, el desempleo continúa por encima del ocho por ciento, los precios de la gasolina son altos.
Pero si se cumple el propósito de la estrategia de Obama, la situación cambia de manera significativa. Para Obama se trata de presentar a los votantes, y muy en especial a sus partidarios y los indecisos, la opción entre un presidente que logró una serie de cambios, especialmente en el tema del cuidado de salud, frente a un grupo enfrentado con las minorías, que busca hacer retroceder avances sociales como la libertad de concepción y que busca favorecer a grupos tradicionales de poder, puede tener un poder considerable.
Ciertamente ambas posiciones son generalizaciones, trazos generales de una campaña que los humoristas ubican ya entre un presidente “socializante, antiestadounidense” y un candidato presuntamente representativo de la elite económica y los influyentes.
Para ambos lados se trata de poner al otro a juicio. La idea de someter a Obama a un referendo tiene un enorme atractivo para los republicanos, toda vez que Obama hizo suya la crisis económica que heredó y por tanto es responsable de lo que ha sucedido los últimos tres años, desempleo incluido.
La noción de poner a los estadounidenses ante una opción tiene su propio mérito. Después de todo, la todavía no concluida pero ya definida temporada primaria republicana dejó a Romney, y a su partido, frente a una montaña de conceptos que no pueden olvidar tan fácilmente como quisieran y menos con la ayuda de los demócratas. La idea del “etch-a-sketch” -el juguete que permite dibujar y “borrar” al ser agitado- no funciona en la política estadounidense.
Pero nadie debe esperar que la campaña sea fácil. Republicanos y demócratas tienen asegurado, cada uno y a grosso modo, el voto aproximado de un tercio de la población. Ganará quien logre atraer -o asustar- mas al tercio restante.
Sea lo que sea, la situación actual parece favorecer al presidente Obama. Después de todo, es el mandatario en ejercicio. Pero si los republicanos logran que la elección sea un juicio sobre su gobierno, las cosas no serán tan simples.
Opción y referendo. Dos conceptos que reducidos a palabras describen las estrategias electorales que usarán el presidente Barack Obama y el virtual candidato presidencial republicano Mitt Romney.
Tan simples como parecen, tienen un enorme significado y la elección estadounidense puede depender de cual sea la alternativa que elijan los estadounidenses.
Tradicionalmente, toda votación para reelegir a un presidente es un referendo sobre la actuación del mandatario, usualmente en torno a la economía, un índice de enorme importancia para los estadounidenses.
Si los republicanos logran que los estadounidenses acepten que la elección del seis de noviembre próximo como un referendo del trabajo de Obama, el presidente puede estar en serios problemas: la recuperación económica es considerada como endeble, el desempleo continúa por encima del ocho por ciento, los precios de la gasolina son altos.
Pero si se cumple el propósito de la estrategia de Obama, la situación cambia de manera significativa. Para Obama se trata de presentar a los votantes, y muy en especial a sus partidarios y los indecisos, la opción entre un presidente que logró una serie de cambios, especialmente en el tema del cuidado de salud, frente a un grupo enfrentado con las minorías, que busca hacer retroceder avances sociales como la libertad de concepción y que busca favorecer a grupos tradicionales de poder, puede tener un poder considerable.
Ciertamente ambas posiciones son generalizaciones, trazos generales de una campaña que los humoristas ubican ya entre un presidente “socializante, antiestadounidense” y un candidato presuntamente representativo de la elite económica y los influyentes.
Para ambos lados se trata de poner al otro a juicio. La idea de someter a Obama a un referendo tiene un enorme atractivo para los republicanos, toda vez que Obama hizo suya la crisis económica que heredó y por tanto es responsable de lo que ha sucedido los últimos tres años, desempleo incluido.
La noción de poner a los estadounidenses ante una opción tiene su propio mérito. Después de todo, la todavía no concluida pero ya definida temporada primaria republicana dejó a Romney, y a su partido, frente a una montaña de conceptos que no pueden olvidar tan fácilmente como quisieran y menos con la ayuda de los demócratas. La idea del “etch-a-sketch” -el juguete que permite dibujar y “borrar” al ser agitado- no funciona en la política estadounidense.
Pero nadie debe esperar que la campaña sea fácil. Republicanos y demócratas tienen asegurado, cada uno y a grosso modo, el voto aproximado de un tercio de la población. Ganará quien logre atraer -o asustar- mas al tercio restante.
Sea lo que sea, la situación actual parece favorecer al presidente Obama. Después de todo, es el mandatario en ejercicio. Pero si los republicanos logran que la elección sea un juicio sobre su gobierno, las cosas no serán tan simples.
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