Los viajes de los candidatos
Miguel Ángel Velázquez / Ciudad Perdida
La plática, la discusión, tal vez era, más que nada, entre mujeres que de alguna forma están interesadas en la política del DF, cuando menos ahora. Sin que ninguna confesara simpatías por algún partido, sí externaban su sentir por los candidatos.
El tono del intercambio de ideas subió de volumen cuando una planteó que era momento de solidaridad entre ellas, y que fuera Beatriz Paredes o Miranda de Wallace; el voto femenino debería ir por ese camino.
El comentario fue considerado una provocación. De ahí en adelante, con razonamientos apasionados, discutieron sus posturas. Para empezar, ninguna estuvo de acuerdo con el voto solidario. Las críticas a la priísta, por oponerse a la decisión de las mujeres en el tema del aborto, que no requirió posturas encontradas, halló eco entre todas. Y respecto de la señora Miranda de Wallace ninguna quiso darle un voto de confianza, cuando menos, aunque de todas formas estuvieron de acuerdo en que cada una votaría por quien mejor le pareciera; sólo quedaba Miguel Ángel Mancera.
Aunque empezaron por discutir los planteamietos políticos del candidato de las izquierdas, fue un dato que descubrió una, muy poco conocido por cierto, lo que atrajo su atención. Nadie conoce bien a bien la vida pasada de Mancera, y quienes aseguran que fue niño rico, sin problemas, que siempre tuvo todo a la mano, se equivocan de pe a pa.
La señora tuvo a bien explicar que el candidato viajó en Metro hasta los 19 años, que sus ingresos eran muy pocos y que su infancia no había sido del todo afortunada. Y dio otro dato: Mancera pasó su infancia en el barrio de Tacuba, donde no reside la opulencia, y todos sus estudios lo hizo en escuelas públicas.
Nadie confirmó ni desmintió el comentario, aunque no faltaron los yo creía que... El caso es que las simpatías crecieron. Por eso se mueve tan bien en el Metro, dijo alguna, aunque no pudo ofrecer una prueba de que Mancera hubiera hecho algún recorrido por el sistema en fechas recientes.
La plática tomó ese rumbo algunos minutos. Hasta se llamó la atención sobre el trabajo de los partidos políticos. Ninguno sirve, acordaron. No sirven de nada, condenaron. Luego reflexionaron: por eso se habla de candidatos y nadie se acuerda de los partidos, señalaban, al tiempo que advertían que los organismos políticos son un embudo que se traga los impuestos de la gente y no sirven de nada.
No tenían los datos en la memoria, pero según las cifras del Instituto Electoral del DF cada voto chilango tendrá un costo de 223.90 pesos. El padrón electoral es de 7 millones 500 mil ciudadanos y el costo total de la elección, presupuesto que maneja el IEDF, es de mil 600 millones 324 mi 414 pesos.
Son muchos, no sólo el grupo que comentamos, los que cada vez están en mayor desacuerdo con el dinero que se gasta en las elecciones y que de ninguna manera corresponde con los grados de democracia que se prometían cuando se decidió cambiar la ley. Los dineros no se invierten en democracia, sino se gastan en comprar voluntades. Las plataformas políticas de los partidos son letra muerta, sepultada por toneladas de mensajes televisivos, en una competencia en la que ya no hay fondo político, pero abunda el maquillaje. Pobres elecciones.
De pasadita
En el aeropuerto de la ciudad de México corre un comentario que vale la pena reproducir. Dicen los que trabajan allí que en la campaña por la Presidencia sí hay diferencias. Mientras Enrique Peña viaja en su jet, Andrés Manuel López Obrador en Interjet, valga el comercial.
Miguel Ángel Velázquez / Ciudad Perdida
La plática, la discusión, tal vez era, más que nada, entre mujeres que de alguna forma están interesadas en la política del DF, cuando menos ahora. Sin que ninguna confesara simpatías por algún partido, sí externaban su sentir por los candidatos.
El tono del intercambio de ideas subió de volumen cuando una planteó que era momento de solidaridad entre ellas, y que fuera Beatriz Paredes o Miranda de Wallace; el voto femenino debería ir por ese camino.
El comentario fue considerado una provocación. De ahí en adelante, con razonamientos apasionados, discutieron sus posturas. Para empezar, ninguna estuvo de acuerdo con el voto solidario. Las críticas a la priísta, por oponerse a la decisión de las mujeres en el tema del aborto, que no requirió posturas encontradas, halló eco entre todas. Y respecto de la señora Miranda de Wallace ninguna quiso darle un voto de confianza, cuando menos, aunque de todas formas estuvieron de acuerdo en que cada una votaría por quien mejor le pareciera; sólo quedaba Miguel Ángel Mancera.
Aunque empezaron por discutir los planteamietos políticos del candidato de las izquierdas, fue un dato que descubrió una, muy poco conocido por cierto, lo que atrajo su atención. Nadie conoce bien a bien la vida pasada de Mancera, y quienes aseguran que fue niño rico, sin problemas, que siempre tuvo todo a la mano, se equivocan de pe a pa.
La señora tuvo a bien explicar que el candidato viajó en Metro hasta los 19 años, que sus ingresos eran muy pocos y que su infancia no había sido del todo afortunada. Y dio otro dato: Mancera pasó su infancia en el barrio de Tacuba, donde no reside la opulencia, y todos sus estudios lo hizo en escuelas públicas.
Nadie confirmó ni desmintió el comentario, aunque no faltaron los yo creía que... El caso es que las simpatías crecieron. Por eso se mueve tan bien en el Metro, dijo alguna, aunque no pudo ofrecer una prueba de que Mancera hubiera hecho algún recorrido por el sistema en fechas recientes.
La plática tomó ese rumbo algunos minutos. Hasta se llamó la atención sobre el trabajo de los partidos políticos. Ninguno sirve, acordaron. No sirven de nada, condenaron. Luego reflexionaron: por eso se habla de candidatos y nadie se acuerda de los partidos, señalaban, al tiempo que advertían que los organismos políticos son un embudo que se traga los impuestos de la gente y no sirven de nada.
No tenían los datos en la memoria, pero según las cifras del Instituto Electoral del DF cada voto chilango tendrá un costo de 223.90 pesos. El padrón electoral es de 7 millones 500 mil ciudadanos y el costo total de la elección, presupuesto que maneja el IEDF, es de mil 600 millones 324 mi 414 pesos.
Son muchos, no sólo el grupo que comentamos, los que cada vez están en mayor desacuerdo con el dinero que se gasta en las elecciones y que de ninguna manera corresponde con los grados de democracia que se prometían cuando se decidió cambiar la ley. Los dineros no se invierten en democracia, sino se gastan en comprar voluntades. Las plataformas políticas de los partidos son letra muerta, sepultada por toneladas de mensajes televisivos, en una competencia en la que ya no hay fondo político, pero abunda el maquillaje. Pobres elecciones.
De pasadita
En el aeropuerto de la ciudad de México corre un comentario que vale la pena reproducir. Dicen los que trabajan allí que en la campaña por la Presidencia sí hay diferencias. Mientras Enrique Peña viaja en su jet, Andrés Manuel López Obrador en Interjet, valga el comercial.
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