Gregorio Ortega Molina / La Costumbre Del Poder
El eslogan de la campaña panista resulta como escupir al cielo, proponen un México diferente, pero no aclaran cómo llegar a construirlo, no dicen si para diferenciarse del PRI es necesario que más pronto que tarde encuentren más fosas clandestinas y el MP continúe imposibilitado de dar identidad a la mayoría de esos cadáveres abandonados sin razón aparente.
Tampoco han aclarado si para establecer deslindes con esos priistas que estuvieron 70 años en el poder y -según ellos- nada hicieron por México, impulsarán con mayor ahínco el crecimiento del número de mexicanos en pobreza alimentaria y en pobreza extrema, como lo han hecho durante los últimos doce años, amparados en una alternancia que nada resolvió, pero que sí estableció diferencias: con el PAN en el poder la relación bilateral con Estados Unidos hace a esta nación más dependiente del Imperio.
Dejémonos de superficialidades, se empeñaron en establecer la diferencia de manera drástica, porque nunca como en estos doce años de panato han fallecido tantas personas -las cifras carecen de fiabilidad; lo posible, pero no probable, es que al término de este sexenio las víctimas sumen el cuarto de millón, sí, 250 mil muertos por nada- cuyo origen, destino, nacionalidad e identidad no han podido establecerse, porque la infraestructura en procuración de justicia no da para tanto, y porque haberlo hecho hubiese exigido dar a la sociedad explicaciones que las autoridades se mostrarían incapaces de ofrecer, o temerosas de hacerlo.
Por ejemplo, hubiesen debido aclarar por qué murieron tantos guatemaltecos kaibiles o ligados a ellos; por qué tantos salvadoreños identificados con la mara salvatrucha; de dónde tanto mercenario, porque lo que se ha escenificado en territorio mexicano no es una guerra contra el narco, sino la disputa violenta, fiera y sin reglas por el control del narcotráfico, entre los barones de la droga con residencias en la Quinta Avenida, en Manhattan, o en South Beach, en Miami, contra las turbas mexicanas y sudacas, contra los cafés que no merecen el poder. A eso se prestó el México diferente, a eso está comprometido.
O también debieran haber explicado la razón por la cual la cuenta pública de 2008 no cuadra, pero tienen como punto de honor las reservas en 152 mil millones de dólares; por qué fueron incapaces de crear empleos, como incapaces de crear la cobertura nacional de salud, que tanto cacarean y en cuento pierdan el poder se mostrará que era un mito genial.
México es un país cruento, siempre se ha matado por razones políticas, pero lo logrado por la derecha no tiene parangón; primero, con la importación de Maximiliano, luego con la Guerra de Religión y, por fin, con la alternancia de terciopelo, pero teñido de sangre.
Este es el México diferente al que convoca JVM a los electores.
El eslogan de la campaña panista resulta como escupir al cielo, proponen un México diferente, pero no aclaran cómo llegar a construirlo, no dicen si para diferenciarse del PRI es necesario que más pronto que tarde encuentren más fosas clandestinas y el MP continúe imposibilitado de dar identidad a la mayoría de esos cadáveres abandonados sin razón aparente.
Tampoco han aclarado si para establecer deslindes con esos priistas que estuvieron 70 años en el poder y -según ellos- nada hicieron por México, impulsarán con mayor ahínco el crecimiento del número de mexicanos en pobreza alimentaria y en pobreza extrema, como lo han hecho durante los últimos doce años, amparados en una alternancia que nada resolvió, pero que sí estableció diferencias: con el PAN en el poder la relación bilateral con Estados Unidos hace a esta nación más dependiente del Imperio.
Dejémonos de superficialidades, se empeñaron en establecer la diferencia de manera drástica, porque nunca como en estos doce años de panato han fallecido tantas personas -las cifras carecen de fiabilidad; lo posible, pero no probable, es que al término de este sexenio las víctimas sumen el cuarto de millón, sí, 250 mil muertos por nada- cuyo origen, destino, nacionalidad e identidad no han podido establecerse, porque la infraestructura en procuración de justicia no da para tanto, y porque haberlo hecho hubiese exigido dar a la sociedad explicaciones que las autoridades se mostrarían incapaces de ofrecer, o temerosas de hacerlo.
Por ejemplo, hubiesen debido aclarar por qué murieron tantos guatemaltecos kaibiles o ligados a ellos; por qué tantos salvadoreños identificados con la mara salvatrucha; de dónde tanto mercenario, porque lo que se ha escenificado en territorio mexicano no es una guerra contra el narco, sino la disputa violenta, fiera y sin reglas por el control del narcotráfico, entre los barones de la droga con residencias en la Quinta Avenida, en Manhattan, o en South Beach, en Miami, contra las turbas mexicanas y sudacas, contra los cafés que no merecen el poder. A eso se prestó el México diferente, a eso está comprometido.
O también debieran haber explicado la razón por la cual la cuenta pública de 2008 no cuadra, pero tienen como punto de honor las reservas en 152 mil millones de dólares; por qué fueron incapaces de crear empleos, como incapaces de crear la cobertura nacional de salud, que tanto cacarean y en cuento pierdan el poder se mostrará que era un mito genial.
México es un país cruento, siempre se ha matado por razones políticas, pero lo logrado por la derecha no tiene parangón; primero, con la importación de Maximiliano, luego con la Guerra de Religión y, por fin, con la alternancia de terciopelo, pero teñido de sangre.
Este es el México diferente al que convoca JVM a los electores.
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