Orlando Delgado Selley
El mes pasado, en una intervención para inaugurar la conferencia anual de la Asociación de Economistas Empresariales, el presidente del banco de la Reserva Federal (Fed) se ocupó del mercado de trabajo en su país, tanto en relación con la evolución reciente como con sus perspectivas. En ese país en los últimos 12 meses hubo un crecimiento promedio de 190 mil empleos, pero considerando sólo el trimestre diciembre-febrero el aumento llegó a casi 250 mil puestos nuevos. Sin embargo, los niveles de empleo siguen estando muy por debajo de lo registrado antes de la crisis y de lo que se considera un nivel aceptable en el largo plazo.
Una preocupación para Bernanke es que un número amplio de los desempleados llevan más de seis meses en esa condición, lo que es muy grave para los afectados, pero lo es también para la economía. La discusión sobre la manera de enfrentar este tipo de desempleo, plantea un importante asunto: ¿este desempleo es resultado de factores cíclicos, como una demanda agregada insuficiente, o bien de cambios estructurales, como el desencuentro entre la calificación de los trabajadores y los requerimientos de los empleadores? Si los factores cíclicos predominan, las políticas que apoyen una recuperación económica más robusta resultarán efectivas; si las causas son estructurales se requerirán otras políticas.
La preocupación del banco central estadunidense se explica porque tiene un mandato dual. La Reserva Federal estadunidense, por lo menos en términos de su obligación legal, no sucumbió a las oleadas del maremoto neoliberal que impulsó que los bancos centrales se concentraran exclusivamente en combatir la inflación. Para la Fed, mantener los precios controlados no significa despreocuparse de la evolución del funcionamiento de una economía que produce bienes y servicios para las personas. El otro propósito de la Fed es buscar el máximo empleo posible. Máximo empleo y mínima inflación, objetivos no contradictorios sino complementarios que tienen la meta de alcanzar una tasa de desempleo sostenible en el largo plazo y una tasa de inflación consistente con su mandato legal.
Mientras tanto, nuestro banquero central se ocupaba de declarar al Financial Times que el próximo presidente de México debe desmantelar el monopolio energético del país y hacer más competitivo al sector de telecomunicaciones, para lograr mayores tasas de crecimiento. Agregó que es muy importante para los candidatos a la presidencia y para la próxima administración comenzar a pensar sobre las reformas estructurales. Carstens podrá tener las opiniones que quiera, pero en tanto gobernador del Banco de México (BdeM) su responsabilidad prioritaria es procurar la estabilidad del peso y, además, procurar el sano desarrollo del sistema financiero. Sobre otros temas no le corresponde opinar.
Desde hace tiempo se ha planteado, y el nuevo documento del grupo Un nuevo rumbo para el desarrollo lo reitera, la necesidad de que el BdeM se ocupe no sólo de la estabilidad de los precios, sino también promover el crecimiento y el empleo. El asunto es decisivo. En los meses de 2010 en los que la economía mexicana caía vertiginosamente, como al banco central le preocupaba la posibilidad de que los precios se incrementaran decidieron que la tasa de interés no podía reducirse de la manera en la que otros bancos centrales lo hacían. Con ello, por supuesto, afectaron a quienes tenían pasivos bancarios, así como a aquellos que pensaban solicitar un crédito.
Un banco central afecta a la economía y a los consumidores con lo que hace, pero también con lo que deja de hacer. Su responsabilidad no puede restringirse a mantener estables los precios. Debe ocuparse, como lo hacen otros bancos centrales, de contribuir al desarrollo nacional con los instrumentos a su disposición. Para ello es menester modificar su estructura legal, ampliando sus responsabilidades. En estos tiempos de propuestas, convendría que los candidatos se pronunciaran al respecto y que, de lograrse consenso, comprometieran esta modificación.
El mes pasado, en una intervención para inaugurar la conferencia anual de la Asociación de Economistas Empresariales, el presidente del banco de la Reserva Federal (Fed) se ocupó del mercado de trabajo en su país, tanto en relación con la evolución reciente como con sus perspectivas. En ese país en los últimos 12 meses hubo un crecimiento promedio de 190 mil empleos, pero considerando sólo el trimestre diciembre-febrero el aumento llegó a casi 250 mil puestos nuevos. Sin embargo, los niveles de empleo siguen estando muy por debajo de lo registrado antes de la crisis y de lo que se considera un nivel aceptable en el largo plazo.
Una preocupación para Bernanke es que un número amplio de los desempleados llevan más de seis meses en esa condición, lo que es muy grave para los afectados, pero lo es también para la economía. La discusión sobre la manera de enfrentar este tipo de desempleo, plantea un importante asunto: ¿este desempleo es resultado de factores cíclicos, como una demanda agregada insuficiente, o bien de cambios estructurales, como el desencuentro entre la calificación de los trabajadores y los requerimientos de los empleadores? Si los factores cíclicos predominan, las políticas que apoyen una recuperación económica más robusta resultarán efectivas; si las causas son estructurales se requerirán otras políticas.
La preocupación del banco central estadunidense se explica porque tiene un mandato dual. La Reserva Federal estadunidense, por lo menos en términos de su obligación legal, no sucumbió a las oleadas del maremoto neoliberal que impulsó que los bancos centrales se concentraran exclusivamente en combatir la inflación. Para la Fed, mantener los precios controlados no significa despreocuparse de la evolución del funcionamiento de una economía que produce bienes y servicios para las personas. El otro propósito de la Fed es buscar el máximo empleo posible. Máximo empleo y mínima inflación, objetivos no contradictorios sino complementarios que tienen la meta de alcanzar una tasa de desempleo sostenible en el largo plazo y una tasa de inflación consistente con su mandato legal.
Mientras tanto, nuestro banquero central se ocupaba de declarar al Financial Times que el próximo presidente de México debe desmantelar el monopolio energético del país y hacer más competitivo al sector de telecomunicaciones, para lograr mayores tasas de crecimiento. Agregó que es muy importante para los candidatos a la presidencia y para la próxima administración comenzar a pensar sobre las reformas estructurales. Carstens podrá tener las opiniones que quiera, pero en tanto gobernador del Banco de México (BdeM) su responsabilidad prioritaria es procurar la estabilidad del peso y, además, procurar el sano desarrollo del sistema financiero. Sobre otros temas no le corresponde opinar.
Desde hace tiempo se ha planteado, y el nuevo documento del grupo Un nuevo rumbo para el desarrollo lo reitera, la necesidad de que el BdeM se ocupe no sólo de la estabilidad de los precios, sino también promover el crecimiento y el empleo. El asunto es decisivo. En los meses de 2010 en los que la economía mexicana caía vertiginosamente, como al banco central le preocupaba la posibilidad de que los precios se incrementaran decidieron que la tasa de interés no podía reducirse de la manera en la que otros bancos centrales lo hacían. Con ello, por supuesto, afectaron a quienes tenían pasivos bancarios, así como a aquellos que pensaban solicitar un crédito.
Un banco central afecta a la economía y a los consumidores con lo que hace, pero también con lo que deja de hacer. Su responsabilidad no puede restringirse a mantener estables los precios. Debe ocuparse, como lo hacen otros bancos centrales, de contribuir al desarrollo nacional con los instrumentos a su disposición. Para ello es menester modificar su estructura legal, ampliando sus responsabilidades. En estos tiempos de propuestas, convendría que los candidatos se pronunciaran al respecto y que, de lograrse consenso, comprometieran esta modificación.
Comentarios