Francisco Rodriguez / Índice Político
En los hechos, hoy concluye labores la Cámara de Diputados más mediocre de los últimos 36 años. Formalmente, los contribuyentes les seguiremos pagando dietas, salarios, compensaciones, comisiones, viáticos, seguros, aguinaldos hasta el último día de agosto.
Salvo muy contadas excepciones –la mayoría de ellas en las filas del Partido del Trabajo– sus integrantes fueron meras comparsas del Ejecutivo o bien títeres de quien ahora es candidato presidencial del PRI, convirtiendo así al recinto de San Lázaro en mera arena de la lucha por el poder y, claro, de la politiquería nacional.
Sus dizque lideratos, en tal tenor, dejaron mucho qué desear. Se lo comenté aquí en octubre de 2010, cuando le decía que éstos fueron “inventados”, ocupador por “personajes con ascensos meramente burocráticos… ¿A quién mueve y/o conmueve Francisco Rojas? ¿Qué otra dote, además de la de merolica, le observa usted a Josefina Vázquez, quien invariablemente necesita “un segundo de abordo”? Medroso y acorralado, ¿para qué sirve Alejandro Encinas? Son, insisto, liderazgos ficticios, burocráticos. Que no destacan…”
Los tiempos cambiaron, pero no las actitudes de quienes ya en este tiempo dizque “coordinan” el trabajo legislativo. Rojas, instalado en la pusilanimidad y subrogando sus funciones en José Ramón Martell y López Portillo. ¿Sabe alguien cómo se llama el “pastor” de los diputados del PAN? ¿O quién es la dama que regentea a la fracción perredista?
Lo peor de todo es que no legislaron. Los representantes de siete partidos fueron incapaces de consensuar iniciativas de ley, minutas, reformas y dictámenes, como la laboral, la de seguridad nacional, la política y, durante 14 meses, la terna al Consejo General del IFE.
El ánimo y tono de confrontación junto a la escasa acción política para producir acuerdos fueron, eso sí, la constante.
Podrán decir los todavía representantes populares que sí lograron avances. Que realizaron una reforma en materia de derechos humanos; una migratoria; varias reformas en seguridad. También que aprobaron la la ley de asociaciones público-privadas, la obligatoriedad por parte del Estado de ofrecer educación media superior, entre otras. Sin embargo, muchas otras modificaciones de enorme importancia quedaron empantanadas, entre las cuales destacan la reforma política aprobada en el Senado pero frenada en la Cámara Baja, la reforma laboral cuyo consenso se derrumbó en el último minuto y la multicitada reforma fiscal, sin la cual México se mantiene en el sótano de recaudación de todo el continente.
Fueron diestros, también, para “desaparecer” de un plumazo la mal afamada “congeladora” legislativa. Ya no hay iniciativas esperando discusión y dictamen, por más que hayan presentado o iniciado el Ejecutivo, los propios legisladores, los diputados estatales y los asambleístas del DF. El rezago ¡se acabó!
¿Cómo lo hicieron estos magos-magazos? Pues recurrieron a la figura jurídica de la preclusión.
Que ¿qué es la preclusión? Es una figura del derecho procesal que, en términos llanos, significa la finalización de una etapa procesal, por disposición de la ley, lo que imposibilita la reapertura de dicha etapa y se da paso a la siguiente.
Así fue que los diputados reformaron su reglamento interno –diciembre de 2010– y se dieron de plazo ¡45 días! para emitir un dictamen sobre las iniciativas de ley o decretos que le hayan sido turnadas para su consideración, según lo señala el artículo 182 de ese ordenamiento.
Así que, “Si transcurrido el plazo y, en su caso, la prórroga y la comisión legislativa no ha emitido el dictamen de la ley o decreto que le fue turnado a su consideración, precluye la facultad de la comisión para realizar el dictamen, según lo establece el artículo 89 numeral I del Reglamento mencionado:
Y al precluir el derecho de la comisión a dictaminar una iniciativa de ley o decreto, el Reglamento de la Cámara de Diputados establece un procedimiento para concluir de manera definitiva el proceso legislativo de esa iniciativa.
¿Qué pasa pues con las iniciativas? Desaparecen. Se van al bote de la basura.
¿Sabe usted cuántas de esas iniciativas han precluido o simplemente desaparecido para que ya no haya motivo de reclamo por el rezago legislativo?
Pues hasta hace 15 días, antes del maratón de último momento al que invariablemente recurren los diputados, había un total de 2 mil 405 iniciativas precluidas, o desaparecidas o en el bote de la basura, pues.
Termina, pues, la Legislatura más gris, anodina y trivial de los tiempos modernos. Muy acorde, en correspondencia, con el estilo de ¿gobernar? del ocupante de Los Pinos, Felipe Calderón, ¿a poco no?
Índice Flamígero: Hoy se pondrá en práctica, otra vez, una ocurrencia que Beatriz Paredes se sacó de los pelos: “el reloj legislativo”. Ese que se para un minuto antes de que concluya una sesión importante –como la de hoy, que es la última–, para que los señores legisladores acaben de hacer su tarea. + + + El reloj, por cierto, marcó a medianoche: a la fallida gestión del señor Calderón le restan 5 mil 160 horas –esto es, 215 días– para continuar dándole en la torre a lo poco que ya ha dejado de país. ¡Con tal de que no se le ocurra, también, pararlo en el último momento!
En los hechos, hoy concluye labores la Cámara de Diputados más mediocre de los últimos 36 años. Formalmente, los contribuyentes les seguiremos pagando dietas, salarios, compensaciones, comisiones, viáticos, seguros, aguinaldos hasta el último día de agosto.
Salvo muy contadas excepciones –la mayoría de ellas en las filas del Partido del Trabajo– sus integrantes fueron meras comparsas del Ejecutivo o bien títeres de quien ahora es candidato presidencial del PRI, convirtiendo así al recinto de San Lázaro en mera arena de la lucha por el poder y, claro, de la politiquería nacional.
Sus dizque lideratos, en tal tenor, dejaron mucho qué desear. Se lo comenté aquí en octubre de 2010, cuando le decía que éstos fueron “inventados”, ocupador por “personajes con ascensos meramente burocráticos… ¿A quién mueve y/o conmueve Francisco Rojas? ¿Qué otra dote, además de la de merolica, le observa usted a Josefina Vázquez, quien invariablemente necesita “un segundo de abordo”? Medroso y acorralado, ¿para qué sirve Alejandro Encinas? Son, insisto, liderazgos ficticios, burocráticos. Que no destacan…”
Los tiempos cambiaron, pero no las actitudes de quienes ya en este tiempo dizque “coordinan” el trabajo legislativo. Rojas, instalado en la pusilanimidad y subrogando sus funciones en José Ramón Martell y López Portillo. ¿Sabe alguien cómo se llama el “pastor” de los diputados del PAN? ¿O quién es la dama que regentea a la fracción perredista?
Lo peor de todo es que no legislaron. Los representantes de siete partidos fueron incapaces de consensuar iniciativas de ley, minutas, reformas y dictámenes, como la laboral, la de seguridad nacional, la política y, durante 14 meses, la terna al Consejo General del IFE.
El ánimo y tono de confrontación junto a la escasa acción política para producir acuerdos fueron, eso sí, la constante.
Podrán decir los todavía representantes populares que sí lograron avances. Que realizaron una reforma en materia de derechos humanos; una migratoria; varias reformas en seguridad. También que aprobaron la la ley de asociaciones público-privadas, la obligatoriedad por parte del Estado de ofrecer educación media superior, entre otras. Sin embargo, muchas otras modificaciones de enorme importancia quedaron empantanadas, entre las cuales destacan la reforma política aprobada en el Senado pero frenada en la Cámara Baja, la reforma laboral cuyo consenso se derrumbó en el último minuto y la multicitada reforma fiscal, sin la cual México se mantiene en el sótano de recaudación de todo el continente.
Fueron diestros, también, para “desaparecer” de un plumazo la mal afamada “congeladora” legislativa. Ya no hay iniciativas esperando discusión y dictamen, por más que hayan presentado o iniciado el Ejecutivo, los propios legisladores, los diputados estatales y los asambleístas del DF. El rezago ¡se acabó!
¿Cómo lo hicieron estos magos-magazos? Pues recurrieron a la figura jurídica de la preclusión.
Que ¿qué es la preclusión? Es una figura del derecho procesal que, en términos llanos, significa la finalización de una etapa procesal, por disposición de la ley, lo que imposibilita la reapertura de dicha etapa y se da paso a la siguiente.
Así fue que los diputados reformaron su reglamento interno –diciembre de 2010– y se dieron de plazo ¡45 días! para emitir un dictamen sobre las iniciativas de ley o decretos que le hayan sido turnadas para su consideración, según lo señala el artículo 182 de ese ordenamiento.
Así que, “Si transcurrido el plazo y, en su caso, la prórroga y la comisión legislativa no ha emitido el dictamen de la ley o decreto que le fue turnado a su consideración, precluye la facultad de la comisión para realizar el dictamen, según lo establece el artículo 89 numeral I del Reglamento mencionado:
Y al precluir el derecho de la comisión a dictaminar una iniciativa de ley o decreto, el Reglamento de la Cámara de Diputados establece un procedimiento para concluir de manera definitiva el proceso legislativo de esa iniciativa.
¿Qué pasa pues con las iniciativas? Desaparecen. Se van al bote de la basura.
¿Sabe usted cuántas de esas iniciativas han precluido o simplemente desaparecido para que ya no haya motivo de reclamo por el rezago legislativo?
Pues hasta hace 15 días, antes del maratón de último momento al que invariablemente recurren los diputados, había un total de 2 mil 405 iniciativas precluidas, o desaparecidas o en el bote de la basura, pues.
Termina, pues, la Legislatura más gris, anodina y trivial de los tiempos modernos. Muy acorde, en correspondencia, con el estilo de ¿gobernar? del ocupante de Los Pinos, Felipe Calderón, ¿a poco no?
Índice Flamígero: Hoy se pondrá en práctica, otra vez, una ocurrencia que Beatriz Paredes se sacó de los pelos: “el reloj legislativo”. Ese que se para un minuto antes de que concluya una sesión importante –como la de hoy, que es la última–, para que los señores legisladores acaben de hacer su tarea. + + + El reloj, por cierto, marcó a medianoche: a la fallida gestión del señor Calderón le restan 5 mil 160 horas –esto es, 215 días– para continuar dándole en la torre a lo poco que ya ha dejado de país. ¡Con tal de que no se le ocurra, también, pararlo en el último momento!
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