Lydia Cacho / Plan B
¿Para quién son incómodos los niños y niñas de los videos que retratan a México tocando fondo? Supongo que antes de nada incomodan a la hipocresía nacional, al doble discurso sobre la infancia, y a quienes sí saben musicalizar un corto docudrama.
Los creadores del video no son muy originales; ya una línea aérea había descubierto que las personas no escuchan, miran ni obedecen a las indicaciones para la seguridad en los aviones y decidieron poner a niñas y niños actores para llamar su atención. Esta técnica, en que subyace el mensaje “si hasta un niño lo entiende y tú ¿por qué no?”, funciona por varias razones; la primera es que las personas adultas se sorprenden con la novedad, les parecen chistosos estos pequeños haciendo papeles de adultos. Les enternecen esas niñas que dan órdenes, y los niños que sí apagan el celular y su videojuego ante la petición de las sobrecargos.
Por unos minutos al menos nos conmueve imaginar la soledad en la infancia, porque de alguna manera recordamos a esa niña que fuimos, a ese niño que temía estar solo y perder a su madre.
En esta sociedad adultocrática utilizamos a los niños y niñas como ejemplo de todo, les arrebatamos la voz, les hacemos expresarse como personas adultas, decimos que son el futuro pero no les reconocemos como parte del presente, les disfrazamos de bailarinas hipersexuadas y padrotes para la televisión, les convertimos en consumidores adictos a todo tipo de juegos; no les creemos cuando son abusados. Se les utiliza y pocas veces se les reconoce y reivindica con su voz real, con sus ideas. Se les arrebata la posibilidad de vivir un proceso natural de crecimiento y aprendizaje guiado, amoroso, protegido y respetuoso. Sus derechos rara vez son respetados y protegidos; en suma son las y los últimos en la fila de la reivindicación de los derechos humanos.
Nuestra sociedad no termina de cuajar el concepto de derechos de los niños, niñas y jóvenes. Les mentimos sobre temas tan vitales como el erotismo y el sexo, porque queremos proteger su “inocencia”. Aunque desde los 13 años comiencen una vida sexual desinformada, preferimos ignorarlo y aumentar el riesgo de que sean víctimas o victimarios de abusos. En suma somos una sociedad que en general no conoce técnicas de crianza para la paz.
Con esas contradicciones a cuestas los creativos de la campaña Niños incómodos, financiada por el grupo GNC (que ya tenía tiempo abordando el tema de imaginar un México diferente), decide aludir al horror de lo inaceptable: ya no son los adultos quienes corrompen y desestabilizan a este país, ahora son los niños y niñas. Con un discurso, lineal e hiperdramatizado, sus productores pretenden recordarnos que si ya no nos conmueve ver esta realidad en los noticieros, tal vez mirarla con niños y niñas nos haga imaginar lo que sucederá cuando el destino nos alcance ante la normalización de la violencia. El video no viola el derecho de nadie, son actores y actrices infantiles. En el segundo video les piden que expresen cómo quieren ver a México, lo hacen bien, aunque no sabemos si sobre guión o con sus propias ideas, eso tampoco es grave, esta es una campaña para sensibilizar a la sociedad, ni más ni menos que eso.
Deberíamos horrorizarnos no porque los niños actúen como delincuentes, sino porque millones de adultos viven como reyes del crimen en la vida real, y porque mientras educamos a los niños y niñas no les damos, necesariamente, las opciones para ser personas éticas en la vida adulta.
¿Para quién son incómodos los niños y niñas de los videos que retratan a México tocando fondo? Supongo que antes de nada incomodan a la hipocresía nacional, al doble discurso sobre la infancia, y a quienes sí saben musicalizar un corto docudrama.
Los creadores del video no son muy originales; ya una línea aérea había descubierto que las personas no escuchan, miran ni obedecen a las indicaciones para la seguridad en los aviones y decidieron poner a niñas y niños actores para llamar su atención. Esta técnica, en que subyace el mensaje “si hasta un niño lo entiende y tú ¿por qué no?”, funciona por varias razones; la primera es que las personas adultas se sorprenden con la novedad, les parecen chistosos estos pequeños haciendo papeles de adultos. Les enternecen esas niñas que dan órdenes, y los niños que sí apagan el celular y su videojuego ante la petición de las sobrecargos.
Por unos minutos al menos nos conmueve imaginar la soledad en la infancia, porque de alguna manera recordamos a esa niña que fuimos, a ese niño que temía estar solo y perder a su madre.
En esta sociedad adultocrática utilizamos a los niños y niñas como ejemplo de todo, les arrebatamos la voz, les hacemos expresarse como personas adultas, decimos que son el futuro pero no les reconocemos como parte del presente, les disfrazamos de bailarinas hipersexuadas y padrotes para la televisión, les convertimos en consumidores adictos a todo tipo de juegos; no les creemos cuando son abusados. Se les utiliza y pocas veces se les reconoce y reivindica con su voz real, con sus ideas. Se les arrebata la posibilidad de vivir un proceso natural de crecimiento y aprendizaje guiado, amoroso, protegido y respetuoso. Sus derechos rara vez son respetados y protegidos; en suma son las y los últimos en la fila de la reivindicación de los derechos humanos.
Nuestra sociedad no termina de cuajar el concepto de derechos de los niños, niñas y jóvenes. Les mentimos sobre temas tan vitales como el erotismo y el sexo, porque queremos proteger su “inocencia”. Aunque desde los 13 años comiencen una vida sexual desinformada, preferimos ignorarlo y aumentar el riesgo de que sean víctimas o victimarios de abusos. En suma somos una sociedad que en general no conoce técnicas de crianza para la paz.
Con esas contradicciones a cuestas los creativos de la campaña Niños incómodos, financiada por el grupo GNC (que ya tenía tiempo abordando el tema de imaginar un México diferente), decide aludir al horror de lo inaceptable: ya no son los adultos quienes corrompen y desestabilizan a este país, ahora son los niños y niñas. Con un discurso, lineal e hiperdramatizado, sus productores pretenden recordarnos que si ya no nos conmueve ver esta realidad en los noticieros, tal vez mirarla con niños y niñas nos haga imaginar lo que sucederá cuando el destino nos alcance ante la normalización de la violencia. El video no viola el derecho de nadie, son actores y actrices infantiles. En el segundo video les piden que expresen cómo quieren ver a México, lo hacen bien, aunque no sabemos si sobre guión o con sus propias ideas, eso tampoco es grave, esta es una campaña para sensibilizar a la sociedad, ni más ni menos que eso.
Deberíamos horrorizarnos no porque los niños actúen como delincuentes, sino porque millones de adultos viven como reyes del crimen en la vida real, y porque mientras educamos a los niños y niñas no les damos, necesariamente, las opciones para ser personas éticas en la vida adulta.
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