Pascal Beltrán del Río
Al estilo del proceso de elecciones federales, que comenzó unos días antes del inicio de la Semana Santa, el proceso local en el Distrito Federal —en el que se votará, apenas por cuarta vez, por un Jefe de Gobierno— verá la luz hoy, en pleno puente del Día del Trabajo.
Es joven la democracia en la capital del país. Antes de 1988 no existía ninguna de las figuras de autogobierno que existen hoy: ni la Asamblea Legislativa (antes, Asamblea de Representantes) ni la Jefatura de Gobierno (desde 1997) ni las Jefaturas delegacionales (desde 2000).
Sin haber alcanzado aún la mayoría de edad política como habitantes —un estado en pleno derecho, cosa que ojalá algún día ocurra—, los capitalinos hemos conocido una intensa competencia por los cargos mencionados.
El Distrito Federal ha sido la tumba política de figuras nacionales tan connotadas como Alfredo del Mazo, Carlos Castillo Peraza y Jesús Silva Herzog, perdedores en la contienda por la Jefatura de Gobierno, pero también ha reimpulsado las carreras de Cuauhtémoc Cárdenas, Andrés Manuel López Obrador y Marcelo Ebrard, los tres primeros en ser elegidos para ocupar el Palacio del Ayuntamiento.
El 1 de julio, los capitalinos irán a las urnas por novena vez en 24 años para elegir autoridades locales, una posibilidad que se eliminó en 1928 al crearse el extinto Departamento del Distrito Federal y las delegaciones que sustituyeron a los municipios.
En las elecciones de 1997, la Ciudad de México dio un vuelco político a la izquierda. La bancada de diez representantes que el Partido de la Revolución Democrática tenía en la Asamblea (de 66 miembros) se convirtió en un grupo parlamentario de 38. Y Cuauhtémoc Cárdenas fue elegido como primer Jefe de Gobierno del Distrito Federal.
La hegemonía de la izquierda en el DF se construyó, sin duda, gracias al talante liberal de la mayoría de los habitantes de la capital, pero también con base en el apoderamiento de la vieja estructura corporativa del PRI y el desarrollo de organizaciones sociales que habían nacido en el contexto de los sismos de 1985 y la pésima respuesta del gobierno federal a ese desastre.
El avance de la izquierda significó el desplome del PRI en la Ciudad de México. De una bancada de 34 representantes en la Asamblea en 1988, pasó a una de sólo once en 1997. Los cerca de millón y medio de votos (44%) que obtuvo en la capital en 1991 —tantos, que ni el primer lugar de la lista plurinominal a la Asamblea, Marcelo Ebrard, alcanzó lugar en el recinto de Donceles— pasó a 990 mil (25%) sólo seis años después.
Pero el partido tricolor aún caería más bajo. En los comicios intermedios de 2003, sus candidatos a la Asamblea sacaron apenas 337 mil votos (11.5%), quedando sólo tres puntos porcentuales por encima del Partido Verde Ecologista de México (PVEM), que ya se había constituido como una fuerza política con derecho propio en el Distrito Federal.
Sin embargo, el PRI ya había tocado fondo y comenzaba una lenta pero sostenida recuperación en la capital. En 2006, la experimentada política Beatriz Paredes fue por primera vez candidata a la Jefatura de Gobierno, postulada por una coalición PRI-PVEM, y logró superar la barrera del millón de votos. Aunque quedó en tercer lugar de la votación, Paredes se colocó al frente de un esfuerzo de reconstrucción del PRI local, cosa que luego llevaría al plano nacional como presidenta del partido.
Entre 2003 y 2009, el PRI pasó de 11.5% de la votación en los comicios locales intermedios a 16 por ciento. Ya estaba en vías de convertirse en la alternativa a la izquierda, que hasta entonces había sido el PAN, que el mismo lapso pasó de 25% de los sufragios a 19 por ciento.
Así como la consolidación de la izquierda en el DF significó la debacle del PRI, este partido ha ido recuperando votantes en detrimento del PAN. Pese a sus incesantes pleitos internos, el PRI desplazó al PAN como segunda fuerza en siete de las 16 delegaciones de la capital en 2009.
Otro fenómeno de la política local en años recientes ha sido el asedio de las llamadas cuartas fuerzas al tripartidismo dominante a nivel nacional. Primero fue el PVEM, pero luego el Partido del Trabajo y Nueva Alianza. En las elecciones más recientes, las de 2009, todos los partidos en la contienda obtuvieron más de 2% de la votación. Pero, más importante que eso, el conjunto de las cuartas fuerzas obtuvo 28% de la votación en el DF.
Detrás de la atomización del voto en la capital seguramente está el hartazgo de la ciudadanía con la política de siempre, representada por los tres grandes partidos. Quizá otro efecto de eso mismo sea el hecho de que 10.5% de los votantes defeños haya anulado su voto en las elecciones de 2009, un porcentaje más alto que en otras partes del país.
Y por si faltaran datos, aquí hay otro más: tanto la izquierda como el PAN postularon para la Jefatura de Gobierno a candidatos que son nuevos en política, Miguel Ángel Mancera e Isabel Miranda de Wallace.
El primero brincó a la escena pública apenas en 2008, cuando se convirtió en procurador General de Justicia del DF, en sustitución de Rodolfo Félix, a raíz de los hechos en la discoteca News Divine. La segunda era desconocida para la opinión pública antes de que se emprendiera la búsqueda de su hijo, secuestrado en 2005.
Ni la izquierda ni Acción Nacional apostaron por políticos tradicionales, a diferencia del PRI, que postula nuevamente a Beatriz Paredes, una mujer con una trayectoria de casi cuatro décadas en la política, que lo ha sido casi todo: gobernadora, diputada local, diputada federal, senadora, presidenta de su partido, subsecretaria de Estado y embajadora, entre otros cargos.
Será interesante ver el desempeño de estos tres candidatos, además de la panalista Rosario Guerra, en el escenario electoral que se abre hoy.
Me gustaría verlos debatir sus propuestas para la capital. Ojalá que los tres —comenzando por Mancera, el claro puntero de la contienda— no tengan reticencias para hacerlo frente a los medios, y no sólo en los acartonados formatos oficiales de debate, a diferencia de lo que ocurre con la contienda por la Presidencia. La Ciudad de México tiene problemas y oportunidades que merecen planteamientos concretos, no sólo spots de campaña.
Los tres —Mancera, Paredes y Wallace— son ciudadanos de trayectoria limpia y no se les conocen excesos, arbitrariedades o actos ilegales, aunque siempre hay temas polémicos en la vida de los candidatos. A los tres los he entrevistado más de una vez y con los tres he tenido una relación periodística cordial y respetuosa. Por eso me siento con derecho y deber de decirles que hago votos porque prioricen las propuestas en esta contienda, por encima de otras formas de proselitismo.
Llegamos así al proceso electoral de 2012: una izquierda que, si bien se mantiene dominante, muestra signos de deterioro por una gestión de 15 años en el gobierno capitalino; un PAN con graves problemas de organización, víctima de divisiones internas y aquejado de patrimonialismo, como se demostró en las recientes elecciones primarias en Cuajimalpa, y el PRI, que pese a los vergonzosos pleitos internos protagonizados por Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre y otros personajes, se apresta a convertirse en la segunda fuerza política de la capital, impulsado por la ola peñanietista que —a juzgar por las encuestas— azotará el país en julio entrante, así como por la postulación de políticos provenientes de la izquierda, que no alcanzaron candidaturas en la tradicional lucha de las tribus perredistas.
De éste y otros temas hablaremos hoy en Círculo de Ideas, el programa de análisis político de Grupo Imagen Multimedia. Acompáñeme a las 21 horas por CadenaTres (canal 28 de televisión abierta en el Valle de México, y 128 en Sky y Cablevisión). Lo invito también a que me siga por Twitter en @beltrandelriomx.
Al estilo del proceso de elecciones federales, que comenzó unos días antes del inicio de la Semana Santa, el proceso local en el Distrito Federal —en el que se votará, apenas por cuarta vez, por un Jefe de Gobierno— verá la luz hoy, en pleno puente del Día del Trabajo.
Es joven la democracia en la capital del país. Antes de 1988 no existía ninguna de las figuras de autogobierno que existen hoy: ni la Asamblea Legislativa (antes, Asamblea de Representantes) ni la Jefatura de Gobierno (desde 1997) ni las Jefaturas delegacionales (desde 2000).
Sin haber alcanzado aún la mayoría de edad política como habitantes —un estado en pleno derecho, cosa que ojalá algún día ocurra—, los capitalinos hemos conocido una intensa competencia por los cargos mencionados.
El Distrito Federal ha sido la tumba política de figuras nacionales tan connotadas como Alfredo del Mazo, Carlos Castillo Peraza y Jesús Silva Herzog, perdedores en la contienda por la Jefatura de Gobierno, pero también ha reimpulsado las carreras de Cuauhtémoc Cárdenas, Andrés Manuel López Obrador y Marcelo Ebrard, los tres primeros en ser elegidos para ocupar el Palacio del Ayuntamiento.
El 1 de julio, los capitalinos irán a las urnas por novena vez en 24 años para elegir autoridades locales, una posibilidad que se eliminó en 1928 al crearse el extinto Departamento del Distrito Federal y las delegaciones que sustituyeron a los municipios.
En las elecciones de 1997, la Ciudad de México dio un vuelco político a la izquierda. La bancada de diez representantes que el Partido de la Revolución Democrática tenía en la Asamblea (de 66 miembros) se convirtió en un grupo parlamentario de 38. Y Cuauhtémoc Cárdenas fue elegido como primer Jefe de Gobierno del Distrito Federal.
La hegemonía de la izquierda en el DF se construyó, sin duda, gracias al talante liberal de la mayoría de los habitantes de la capital, pero también con base en el apoderamiento de la vieja estructura corporativa del PRI y el desarrollo de organizaciones sociales que habían nacido en el contexto de los sismos de 1985 y la pésima respuesta del gobierno federal a ese desastre.
El avance de la izquierda significó el desplome del PRI en la Ciudad de México. De una bancada de 34 representantes en la Asamblea en 1988, pasó a una de sólo once en 1997. Los cerca de millón y medio de votos (44%) que obtuvo en la capital en 1991 —tantos, que ni el primer lugar de la lista plurinominal a la Asamblea, Marcelo Ebrard, alcanzó lugar en el recinto de Donceles— pasó a 990 mil (25%) sólo seis años después.
Pero el partido tricolor aún caería más bajo. En los comicios intermedios de 2003, sus candidatos a la Asamblea sacaron apenas 337 mil votos (11.5%), quedando sólo tres puntos porcentuales por encima del Partido Verde Ecologista de México (PVEM), que ya se había constituido como una fuerza política con derecho propio en el Distrito Federal.
Sin embargo, el PRI ya había tocado fondo y comenzaba una lenta pero sostenida recuperación en la capital. En 2006, la experimentada política Beatriz Paredes fue por primera vez candidata a la Jefatura de Gobierno, postulada por una coalición PRI-PVEM, y logró superar la barrera del millón de votos. Aunque quedó en tercer lugar de la votación, Paredes se colocó al frente de un esfuerzo de reconstrucción del PRI local, cosa que luego llevaría al plano nacional como presidenta del partido.
Entre 2003 y 2009, el PRI pasó de 11.5% de la votación en los comicios locales intermedios a 16 por ciento. Ya estaba en vías de convertirse en la alternativa a la izquierda, que hasta entonces había sido el PAN, que el mismo lapso pasó de 25% de los sufragios a 19 por ciento.
Así como la consolidación de la izquierda en el DF significó la debacle del PRI, este partido ha ido recuperando votantes en detrimento del PAN. Pese a sus incesantes pleitos internos, el PRI desplazó al PAN como segunda fuerza en siete de las 16 delegaciones de la capital en 2009.
Otro fenómeno de la política local en años recientes ha sido el asedio de las llamadas cuartas fuerzas al tripartidismo dominante a nivel nacional. Primero fue el PVEM, pero luego el Partido del Trabajo y Nueva Alianza. En las elecciones más recientes, las de 2009, todos los partidos en la contienda obtuvieron más de 2% de la votación. Pero, más importante que eso, el conjunto de las cuartas fuerzas obtuvo 28% de la votación en el DF.
Detrás de la atomización del voto en la capital seguramente está el hartazgo de la ciudadanía con la política de siempre, representada por los tres grandes partidos. Quizá otro efecto de eso mismo sea el hecho de que 10.5% de los votantes defeños haya anulado su voto en las elecciones de 2009, un porcentaje más alto que en otras partes del país.
Y por si faltaran datos, aquí hay otro más: tanto la izquierda como el PAN postularon para la Jefatura de Gobierno a candidatos que son nuevos en política, Miguel Ángel Mancera e Isabel Miranda de Wallace.
El primero brincó a la escena pública apenas en 2008, cuando se convirtió en procurador General de Justicia del DF, en sustitución de Rodolfo Félix, a raíz de los hechos en la discoteca News Divine. La segunda era desconocida para la opinión pública antes de que se emprendiera la búsqueda de su hijo, secuestrado en 2005.
Ni la izquierda ni Acción Nacional apostaron por políticos tradicionales, a diferencia del PRI, que postula nuevamente a Beatriz Paredes, una mujer con una trayectoria de casi cuatro décadas en la política, que lo ha sido casi todo: gobernadora, diputada local, diputada federal, senadora, presidenta de su partido, subsecretaria de Estado y embajadora, entre otros cargos.
Será interesante ver el desempeño de estos tres candidatos, además de la panalista Rosario Guerra, en el escenario electoral que se abre hoy.
Me gustaría verlos debatir sus propuestas para la capital. Ojalá que los tres —comenzando por Mancera, el claro puntero de la contienda— no tengan reticencias para hacerlo frente a los medios, y no sólo en los acartonados formatos oficiales de debate, a diferencia de lo que ocurre con la contienda por la Presidencia. La Ciudad de México tiene problemas y oportunidades que merecen planteamientos concretos, no sólo spots de campaña.
Los tres —Mancera, Paredes y Wallace— son ciudadanos de trayectoria limpia y no se les conocen excesos, arbitrariedades o actos ilegales, aunque siempre hay temas polémicos en la vida de los candidatos. A los tres los he entrevistado más de una vez y con los tres he tenido una relación periodística cordial y respetuosa. Por eso me siento con derecho y deber de decirles que hago votos porque prioricen las propuestas en esta contienda, por encima de otras formas de proselitismo.
Llegamos así al proceso electoral de 2012: una izquierda que, si bien se mantiene dominante, muestra signos de deterioro por una gestión de 15 años en el gobierno capitalino; un PAN con graves problemas de organización, víctima de divisiones internas y aquejado de patrimonialismo, como se demostró en las recientes elecciones primarias en Cuajimalpa, y el PRI, que pese a los vergonzosos pleitos internos protagonizados por Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre y otros personajes, se apresta a convertirse en la segunda fuerza política de la capital, impulsado por la ola peñanietista que —a juzgar por las encuestas— azotará el país en julio entrante, así como por la postulación de políticos provenientes de la izquierda, que no alcanzaron candidaturas en la tradicional lucha de las tribus perredistas.
De éste y otros temas hablaremos hoy en Círculo de Ideas, el programa de análisis político de Grupo Imagen Multimedia. Acompáñeme a las 21 horas por CadenaTres (canal 28 de televisión abierta en el Valle de México, y 128 en Sky y Cablevisión). Lo invito también a que me siga por Twitter en @beltrandelriomx.
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