JVM y Elba

Gregorio Ortega Molina / La Costumbre Del Poder

La candidata presidencial de Acción Nacional va de mal a peor. A sus dislates verbales, incluidos los supuestamente editados para transmitir en los “espots” de su propaganda política, habrá que sumar sus limitaciones físicas, completamente ajenas a su condición de mujer, estrechamente ligadas a su salud y estado de ánimo.

Escucho y leo que en la Secretaría de Educación Pública se venden plazas de maestro, y que ella no lo tolerará más, lo que es un despropósito, porque sí lo aceptó y toleró mientras estuvo encargada del Despacho, por las reglas del juego establecidas en el pacto que el PAN hizo con Elba Esther Gordillo; un despropósito también porque no son las autoridades administrativas de la SEP las que hacen o fomentan esa venta de plazas, sino que es el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, concretamente sus dirigentes, quienes determinan monto, destino y calidad de la plaza que venden y ellos controlan, para construir un poder dentro del poder del Estado, y negociar así la impunidad necesaria a su corrupción, a cambio de apoyo político, sin parar en consecuencias ni en lo que éstas signifiquen en la formación de los mexicanos durante su instrucción básica y secundaria.

Debe quedar claro al elector que las diferencias públicas entre Josefina Vázquez Mota y Elba Esther Gordillo nunca fueron competencia de la materia educativa, sino rivalidades de género y distancia calculada de las complicidades políticas, porque no fue sino hasta que se convirtió en pastora de la bancada panista en la Cámara de Diputados, que la hoy candidata concibió la idea de satisfacer su muy personal ambición: ser, al menos, candidata a la Presidencia de la República y, con un poco de suerte, obtener los votos necesarios para lograrlo, o concitar la simpatía de Felipe Calderón para obtener todo el apoyo del Estado, por sobre la norma constitucional, encima de la ley.

Pero el mundo es un pañuelo. El desafío de JVM es idéntico al enfrentado por Isabelita Perón, definido perfectamente y en su momento, por Juan José Saer: “… No por poseer una ideología superior sino los medios y el saber técnicos capaces de mantener en su sitio a un gobierno que ya no representa ningún consenso social. La situación, que quisiera mostrarse natural, se doblega y vacila bajo el precio de sus contradicciones. Dejando de lado todas las incongruencias teóricas, políticas y morales, tales como actuar en nombre del orden anulando la Constitución, invocar la patria a cada momento y plegarse a los designios de las potencias mundiales (EEUU)…”

Josefina Vázquez Mota es hipotensa. Sobre esa ausencia de fuerza en el corazón quieren que descanse el futuro de México, el definitivo, el que establecerá de una vez por todas si se suma al desarrollo del Norte, o permanece en el profundo Sur, siempre y por la eternidad como un Estado emergente, que de cualquier manera es un poco más que Estado fallido.

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