Josefina: Campaña mostrenca

Carlos Ramírez / Indicador Político

Las campañas presidenciales han dejado ver ya cinco puntos específicos:

1.- Si se revisan con atención las encuestas presidenciales, la dimensión de los indecisos es un peligro para el candidato puntero y una oportunidad para los otros dos. De ahí que la búsqueda del voto de los indecisos sea aspecto esencial de las campañas electorales. Hasta ahora, López Obrador es el que ha comenzado a jalar algunos indecisos.

2.- Las campañas se ganan con votos, no con perfil o imagen, y los votos se consiguen, se aseguran y se acarrean; no hay más. Mientras López Obrador y Enrique Peña Nieto afinan su aparato electoral para promover, garantizar y prepararse a acarrear a los votantes el día de la elección, Josefina parece andar en la luna: Su campaña aparece mostrenca, no sabe de dónde viene y tampoco sabe a dónde va.

3.- Las elecciones se ganan con equipos que operen afuera del grupo de campaña y no hacia dentro. Por eso Josefina volvió a perder la oportunidad al privilegiar el reposicionamiento de Roberto Gil con el cargo de “jefe de gabinete” donde ya ha fracasado, cuando lo esencial es saber con claridad quiénes son los operadores electorales. Hasta ahora, Josefina ha desperdiciado a tres operadores eficaces: El ex gobernador guanajuatense, Juan Manuel Oliva, el ex gobernador jalisciense, Francisco Ramírez Acuña y el ex gobernador oaxaqueño, Diódoro Carrasco, tres especialistas efectivos en organizar votantes pero que parecen estar de adorno y que podrían salvarle la campaña a Josefina pero a condición de que tomen el control de la organización. ¿A quién le importa que Gil sea “jefe de gabinete”? Lo esencial es saber quién va a garantizar los votos y quiénes van a poner orden en la campaña y no en el equipo interno de campaña.

4.- Las campañas se basan en la imagen de los candidatos, pero los perfiles deben dar garantías de efectividad. Peña Nieto pareció haber neutralizado su desliz de los libros en Guadalajara y López Obrador ha bajado un poco sus negativos, en tanto que Josefina se estancó en la imagen de género que ya no le garantiza votos. La encuesta diaria de GEA-ISA en Milenio Diario es reveladora: La tendencia no se mueve por hechos diarios sino por sucesos de fondo; y para eso justamente sirven las encuestas: Indagar qué motiva al votante.

5.- El punto político de las campañas radica en la posibilidad del candidato o de la candidata para poner la agenda política. Agobiada por la lucha interna entre su equipo de trabajo, Josefina ha puesto la agenda negativa, es decir, la que le afecta: Tardó en reaccionar al mareo, tardó más en reaccionar al estadio vacío y tardó en reaccionar al incidente en Tres Marías, lo que revela que tiene muchos miembros de equipo pero ningún operador de cuarto de guerra. La reacción de comunicación social de Josefina ha sido no lenta sino inexistente. Todo war room se forma de operadores y provocadores, no de asesores tropezándose unos con otros y culpándose otros a unos. Es la hora en que Josefina no pone la agenda política.

Los candidatos se han confiado en que no existe pasión por la elección, que habrá un enorme abstencionismo y que la clave de la victoria estará en garantizar los lectores leales o los que decidirán a última hora como voto útil. Por eso es que las campañas no han prendido, Peña Nieto y López Obrador tratan de disminuir sus negativos y todos se han aglomerado en el centro. En cambio, Josefina tiene una doble carga: La de candidata mujer y la de representar al partido que está en el poder y que podría verse obligado a regresarle el poder presidencial al PRI.

En este contexto, Josefina volvió a perder la oportunidad política: Frente a la crisis en su equipo por sucesos externos que no pudieron ser administrados y atenuados, la reorganización de su campaña la hizo al interior y no al exterior y con los mismos. La experiencia de campañas anteriores --Echeverría, Salinas, Calderón-- ha enseñado que el equipo de trabajo de un candidato es el candidato y por tanto bastan algunos manotazos; pero el peor error de una campaña radica en magnificar los problemas internos y proteger a los consentidos por el hecho de serlo y no por la eficacia. Roberto Gil es un buen político pero ineficaz jefe de campaña presidencial, por lo que consolidarlo no significa más que mantener el problema interno. Cuando el candidato es fuerte y sabe operar campañas, su equipo debe pasar a segundo plano.

Mientras Peña Nieto se hizo del control del PRI y López Obrador doblegó al PRD, Josefina no ha podido tomar las riendas del PAN; de hecho, el presidente nacional panista, Gustavo Madero, es el mejor aliado del PRI y del PAN; pero en lugar de desplazarlo o hacerse a un lado, Madero se aferra a la posición: De la Madrid desplazó a Javier García Paniagua del PRI, Salinas puso a Manuel Camacho como secretario general y Calderón desdibujó el PAN de Manuel Espino.

En un movimiento interesante, Josefina metió al CEN a Juan Manuel Oliva y a Ramírez Acuña, pero Madero los ha neutralizado. Si Josefina quiere ganar las elecciones, debe poner orden en el PAN y designar a Oliva como presidente y a Ramírez Acuña como secretario general y darle a Diódoro Carrasco poder electoral. La incorporación de Santiago Creel y de Ernesto Cordero nada dicen a la campaña de búsqueda de votos y de nueva cuenta sólo siguen enredando el equipo de campaña de por sí ya autoneutralizado, porque el problema de la candidata panista no es el desorden en el equipo donde todos se tropiezan entre sí, sino la ausencia de un equipo de trabajo para buscar y garantizar votos.

Mientras Peña Nieto y López Obrador están dedicados de tiempo completo a buscar votos, Josefina pierde el tiempo reuniéndose con su equipo para poner orden cada rato y carece de buscadores de votos. Al final, las elecciones se ganan con votos, no con sesiones de gimnasio o con baños de pueblo comiendo quesadillas pero provocando la ira mediática de la gente porque no hay nadie que le organice bien esos eventos.

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