Para vivir mejor, en Europa
Defensa a rajatabla de Repsol
Carlos Fernández-Vega / México SA
Con una velocidad digna de toda sospecha, la Cámara de Diputados ratificó lo que el pasado primero de marzo aprobó el Senado de la República, es decir, que, por obra y gracia del inquilino de Los Pinos y los legisladores, los mexicanos, con todo y sus 60 millones de pobres, están obligados a destinar 14 mil millones de dólares (algo así como 182 mil millones de pesos, o si se prefiere 2.14 veces más que el presupuesto 2012 para la Secretaría de Desarrollo Social) para que el gobierno federal incremente su cuota en el seno del Fondo Monetario Internacional y así contribuya al rescate de las zarandeadas economías de la euro zona, como si la del país estuviera en jauja y sus habitantes en el paraíso.
A cambio, festejan en escaños y curules, al igual que en la residencia oficial, esta República de discursos se empoderará y aumentará su poder de voto en el FMI de 1.47 a 1.8 por ciento, y todo esa catarata de recursos públicos para lograr nada. Lo mejor del caso es que en la Cámara de Diputados ninguno de los integrantes de la Comisión de Hacienda subió a tribuna a defender el punto. Vamos, ni siquiera se tomaron la molestia de comentar, ya no se diga leer, el contenido del dictamen respectivo. Sólo tres oradores en contra, y de allí, a la velocidad de la luz, a votar (a favor, desde luego).
Como bien lo destaca La Jornada en su editorial de ayer (Subsidio al FMI, inmoral e injusto), la decisión tomada por los legisladores implica que se incrementará el flujo de dinero mexicano destinado a aliviar la crisis económica y financiera que sacude a varias naciones del sur de la Unión Europea, todos los cuales poseen, aun en medio de la crisis, índices de bienestar social y niveles de vida superiores a los de nuestro país, y no tienen los gravísimos indicadores de pobreza extrema que padece México.
Como se comentó en este espacio el pasado 2 de marzo, al día siguiente de que el Senado votó favorablemente la misma iniciativa (cuya paternidad corresponde a Felipe Calderón), una y otra vez el gobierno mexicano se ha negado, rotundamente, a utilizar parte de las sacrosantas reservas internacionales del país para reactivar la economía nacional, atemperar la pobreza y/o atender la devastación producto de huracanes o inundaciones. No y mil veces no: el guardadito es intocable, repiten como pericos los genios tecnocráticos. Para nada de eso sirven, pero, ¡oh, sorpresa!, sí son utilizables, y a la de ya, para ayudar a rescatar… a la economía europea, y aumentar el empoderamiento de México en el Fondo Monetario Internacional.
Así, por decisión del Congreso mexicano, y a propuesta del inquilino de Los Pinos, una buena rebanada de las reservas internacionales del país –tan preciadas, tan cuidadas, tan inútiles para reactivar la economía nacional, generar empleo, mejorar el nivel de bienestar de los mexicanos e impulsar el desarrollo nacional– se utilizará para subsidiar a los países ricos y evitar un posible colapso europeo, como en su momento lo anunció el operador y cabildero de esta brillante idea, Agustín Carstens, el del catarrito. Que los europeos, pues, vivan mejor, receta Calderón.
Los mexicanos, pues, que se jodan, ya que sus dineros son utilizados para rescatar a las grandes empresas que operan en el país y, ya inspirados, para evitar un posible colapso europeo. Concretamente, ¿qué logra el gobierno federal? Pues bien, su poder de voto en el seno del históricamente antidemocrático Fondo Monetario Internacional se elevará de 1.47 a 1.8 por ciento del total (¡0.33 décimas de punto adicionales!), y para lograr tal hazaña debe elevar su cuota en el organismo a 14 mil millones de dólares. ¿Tiene sentido todo esto? Ya con la aprobación del Congreso, el voto de México en el FMI estará por debajo de India (2.34 por ciento del voto total), Rusia (2.39) y Bélgica (1.86l), apenas por arriba de Brasil (1.72) y España (1.62), y a decenas de kilómetros de Estados Unidos (16.75), nación que, por cierto, se niega a cubrir el aumento de su cuota. ¿En serio Calderón, Meade, Carstens, y los legisladores levanta dedos creen que le han hecho un favor a los mexicanos?
En el recuento, esta es la tercera ocasión en casi seis años en la que los genios gubernamentales y sus adláteres en el Legislativo caen en el juego de cambiar oro por espejitos. Ya a México el numerito le había costado alrededor de mil 600 millones de dólares (en 2006 con Fox y en 2008 con Calderón, siempre con la idea de empoderarse más), pero ahora se fueron a lo grande: 14 mil millones de billetes verdes para rescatar al viejo continente, mientras aquí, tan sólo con Calderón en Los Pinos, el número de pobres creció en 15 millones.
Allá por septiembre de 2006 el FMI se sacó de la manga que reportaba un déficit de democracia en la estructura de votación, por lo cual propuso un cambio profundo para que distintas naciones obtuvieran mayor poder en la toma de decisiones. Su junta de gobernadores (integrada por los ministros de finanzas de los países miembros de la institución) avaló la modificación y quedó solucionado tal déficit: México, China, Turquía y Corea del Sur fueron seleccionados para que obtuvieran mayor poder de voto. En aquella ocasión, el gobierno mexicano desembolsó 800 millones de dólares para gozar del privilegio referido, para aumentar su poder de voto de 1.2 a 1.43 por ciento del total. En noviembre de 2008, Calderón anunció que habría más democracia fondomonetarista para México, y erogó otros 800 millones de dólares, para crecer el poder de voto de 1.43 a 1.47 por ciento. Mil 600 millones de billetes verdes para aumentar ¡27 décimas! Y ahora se van a 14 mil millones para sumar otras ¡33 décimas! al poder de voto.
Demasiados recursos públicos para tan magros resultados, a menos de que tanto dinero sea para garantizar, a partir de diciembre próximo, el paradisíaco exilio de cierto personaje en algún país europeo eternamente agradecido con el empoderamiento mexicano. ¿España, tal vez?
Las rebanadas del pastel
Joder, que la corona española todavía cree que la tierra es cuadrada y que Argentina aún es su colonia. La vicepresidenta de aquel país, Soraya Sáenz de Santamaría tomó el micrófono y amenazó: el gobierno tomará las decisiones que correspondan para defender los intereses españoles. Detrás de ella, a coro, el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo: cualquier agresión a Repsol será una agresión a España. ¿En serio los intereses de Repsol son los intereses de los españoles? Y de cereza, Rajoy pide el apoyo de México (léase de Calderón) para mediar en el conflicto. ¿De qué lado creen que se cargará el inquilino de Los Pinos?
Defensa a rajatabla de Repsol
Carlos Fernández-Vega / México SA
Con una velocidad digna de toda sospecha, la Cámara de Diputados ratificó lo que el pasado primero de marzo aprobó el Senado de la República, es decir, que, por obra y gracia del inquilino de Los Pinos y los legisladores, los mexicanos, con todo y sus 60 millones de pobres, están obligados a destinar 14 mil millones de dólares (algo así como 182 mil millones de pesos, o si se prefiere 2.14 veces más que el presupuesto 2012 para la Secretaría de Desarrollo Social) para que el gobierno federal incremente su cuota en el seno del Fondo Monetario Internacional y así contribuya al rescate de las zarandeadas economías de la euro zona, como si la del país estuviera en jauja y sus habitantes en el paraíso.
A cambio, festejan en escaños y curules, al igual que en la residencia oficial, esta República de discursos se empoderará y aumentará su poder de voto en el FMI de 1.47 a 1.8 por ciento, y todo esa catarata de recursos públicos para lograr nada. Lo mejor del caso es que en la Cámara de Diputados ninguno de los integrantes de la Comisión de Hacienda subió a tribuna a defender el punto. Vamos, ni siquiera se tomaron la molestia de comentar, ya no se diga leer, el contenido del dictamen respectivo. Sólo tres oradores en contra, y de allí, a la velocidad de la luz, a votar (a favor, desde luego).
Como bien lo destaca La Jornada en su editorial de ayer (Subsidio al FMI, inmoral e injusto), la decisión tomada por los legisladores implica que se incrementará el flujo de dinero mexicano destinado a aliviar la crisis económica y financiera que sacude a varias naciones del sur de la Unión Europea, todos los cuales poseen, aun en medio de la crisis, índices de bienestar social y niveles de vida superiores a los de nuestro país, y no tienen los gravísimos indicadores de pobreza extrema que padece México.
Como se comentó en este espacio el pasado 2 de marzo, al día siguiente de que el Senado votó favorablemente la misma iniciativa (cuya paternidad corresponde a Felipe Calderón), una y otra vez el gobierno mexicano se ha negado, rotundamente, a utilizar parte de las sacrosantas reservas internacionales del país para reactivar la economía nacional, atemperar la pobreza y/o atender la devastación producto de huracanes o inundaciones. No y mil veces no: el guardadito es intocable, repiten como pericos los genios tecnocráticos. Para nada de eso sirven, pero, ¡oh, sorpresa!, sí son utilizables, y a la de ya, para ayudar a rescatar… a la economía europea, y aumentar el empoderamiento de México en el Fondo Monetario Internacional.
Así, por decisión del Congreso mexicano, y a propuesta del inquilino de Los Pinos, una buena rebanada de las reservas internacionales del país –tan preciadas, tan cuidadas, tan inútiles para reactivar la economía nacional, generar empleo, mejorar el nivel de bienestar de los mexicanos e impulsar el desarrollo nacional– se utilizará para subsidiar a los países ricos y evitar un posible colapso europeo, como en su momento lo anunció el operador y cabildero de esta brillante idea, Agustín Carstens, el del catarrito. Que los europeos, pues, vivan mejor, receta Calderón.
Los mexicanos, pues, que se jodan, ya que sus dineros son utilizados para rescatar a las grandes empresas que operan en el país y, ya inspirados, para evitar un posible colapso europeo. Concretamente, ¿qué logra el gobierno federal? Pues bien, su poder de voto en el seno del históricamente antidemocrático Fondo Monetario Internacional se elevará de 1.47 a 1.8 por ciento del total (¡0.33 décimas de punto adicionales!), y para lograr tal hazaña debe elevar su cuota en el organismo a 14 mil millones de dólares. ¿Tiene sentido todo esto? Ya con la aprobación del Congreso, el voto de México en el FMI estará por debajo de India (2.34 por ciento del voto total), Rusia (2.39) y Bélgica (1.86l), apenas por arriba de Brasil (1.72) y España (1.62), y a decenas de kilómetros de Estados Unidos (16.75), nación que, por cierto, se niega a cubrir el aumento de su cuota. ¿En serio Calderón, Meade, Carstens, y los legisladores levanta dedos creen que le han hecho un favor a los mexicanos?
En el recuento, esta es la tercera ocasión en casi seis años en la que los genios gubernamentales y sus adláteres en el Legislativo caen en el juego de cambiar oro por espejitos. Ya a México el numerito le había costado alrededor de mil 600 millones de dólares (en 2006 con Fox y en 2008 con Calderón, siempre con la idea de empoderarse más), pero ahora se fueron a lo grande: 14 mil millones de billetes verdes para rescatar al viejo continente, mientras aquí, tan sólo con Calderón en Los Pinos, el número de pobres creció en 15 millones.
Allá por septiembre de 2006 el FMI se sacó de la manga que reportaba un déficit de democracia en la estructura de votación, por lo cual propuso un cambio profundo para que distintas naciones obtuvieran mayor poder en la toma de decisiones. Su junta de gobernadores (integrada por los ministros de finanzas de los países miembros de la institución) avaló la modificación y quedó solucionado tal déficit: México, China, Turquía y Corea del Sur fueron seleccionados para que obtuvieran mayor poder de voto. En aquella ocasión, el gobierno mexicano desembolsó 800 millones de dólares para gozar del privilegio referido, para aumentar su poder de voto de 1.2 a 1.43 por ciento del total. En noviembre de 2008, Calderón anunció que habría más democracia fondomonetarista para México, y erogó otros 800 millones de dólares, para crecer el poder de voto de 1.43 a 1.47 por ciento. Mil 600 millones de billetes verdes para aumentar ¡27 décimas! Y ahora se van a 14 mil millones para sumar otras ¡33 décimas! al poder de voto.
Demasiados recursos públicos para tan magros resultados, a menos de que tanto dinero sea para garantizar, a partir de diciembre próximo, el paradisíaco exilio de cierto personaje en algún país europeo eternamente agradecido con el empoderamiento mexicano. ¿España, tal vez?
Las rebanadas del pastel
Joder, que la corona española todavía cree que la tierra es cuadrada y que Argentina aún es su colonia. La vicepresidenta de aquel país, Soraya Sáenz de Santamaría tomó el micrófono y amenazó: el gobierno tomará las decisiones que correspondan para defender los intereses españoles. Detrás de ella, a coro, el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo: cualquier agresión a Repsol será una agresión a España. ¿En serio los intereses de Repsol son los intereses de los españoles? Y de cereza, Rajoy pide el apoyo de México (léase de Calderón) para mediar en el conflicto. ¿De qué lado creen que se cargará el inquilino de Los Pinos?
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